Estaba en la época de vivir navegando en internet, haciendo amigos de muchos lugares, explorando cosas que antes ni siquiera imaginé que podían algún día existir. Sí, es que para quien ha nacido con una lap top a lado y jugando con el celular de sus padres, esto puede sonar irreal, pero es cierto, yo he vivido la excitante experiencia de empezar a usar correo electrónico recién a los catorce años. Cuando una tenía que esperar impaciente que se logre hacer la conexión, escuchando ese sonido desesperante mientras se entablaba, cuando el internet aún costaba un ojo de la cara según la cantidad de tiempo que usabas y cualquier falla ajena a ti, te sacaba de línea y te echaba a perder todo lo que estabas haciendo.
Para ese entonces también estaba en toda la algarabía de pertenecer a un grupo juvenil internacional donde viví una etapa preciosa de mi vida y pude acceder a una página donde muchos jóvenes de diferentes países podíamos entablar comunicación y compartir experiencias de lo que cada uno hacía en su realidad y comunidad. Así fue que estando ya en la universidad, empecé a tener contigo una amistad cibernética, fuera de lo común.
Habías terminado de estudiar ingeniería de petróleos en tu país pero estabas haciendo tus prácticas en un país vecino al mío. Eras un hombre realmente interesante, culto, caballero, con un sentido del humor divertidísimo, con quien podía conversar de diversos temas, tu espíritu de superación y responsabilidad me embelesaban. Físicamente eras mi tipo soñado, no eras un modelo pero sí un moreno simpático. Me encantaba la perfección de tu ortografía, pues a decir verdad, en internet la gran mayoría de personas, suelen escribir cualquier cosa menos español. Y entre broma y broma gané un amigo, con quien podía conversar, chatear, llorar, reir o contarle el último problema que tenía con el enamorado. Empezamos a comunicarnos también por teléfono y parecía que nos conocíamos de hace años. Tu jefe era mi compatriota y le hablabas mucho de mí. Me hiciste hablar algunas veces con tu madre, una mujer muy encantadora. Tenías un solo hermano y tus padres estaban divorciados.
En realidad tenías tantas virtudes que más de una vez me pregunté si no serías mi alma gemela que estaba a miles de kilómetros de mi. Eras demasiado completo, tenías muchas cualidades que yo buscaba en un hombre real. Nuestras comunicaciones se hacían muy frecuentes a veces y otras dejábamos de hablarnos por meses, pero siempre que volvíamos a contactarnos nos llevábamos muy bien. Muchas noches pasé horas de horas chateando contigo pasándola super, de madrugada eras el único que estaba en línea y no sé cuántas veces nos quedamos conectados hasta el amanecer. Tu dejo al hablar me fascinaba, aparte de lo coqueto y galante que eras.
En el mes de marzo de hace unos años, yo estaba con mi enamorado, con quien ya teníamos un año de relación, él era un tipo que tenía todo lo que yo no quería en una pareja, pero por algún extraño motivo estaba con él, las discusiones eran pan de cada día, pese a que vivíamos a nueve horas de distancia, tú siempre me aconsejabas que me aleje de ese tipo porque siempre discutíamos por cualquier tontería, me hacía sentir mal y yo no era feliz. Recuerdo que asistí a un evento en otra ciudad, donde pude conversar con un amigo que teníamos en común, él tampoco te conocía personalmente pero eran buenos amigos a la distancia por correspondencia, por él supe que tuviste la intención de venir a mi país para darme la sorpresa y participar de un evento al que yo también asistiría, y por cosas de la vida, mi enamorado se enteró, se enojó tanto que preferiste evitarme un mal momento y ya no viajaste.
Después de un tiempo cuando supiste que terminé con él, me reiteraste la invitación de ir a tu país, ya teníamos cuatro años de amigos, eras todo un sr. Ingeniero, ganabas muy bien y tenías la posibilidad de regalarme el viajecito en avión, yo siempre rechacé tu invitación y recuerdo que te decía: "Seguro me invitas porque tienes la seguridad que nunca te aceptaré semejante locura". Tú te sentías mal cuando yo te respondía de esa manera. La curiosidad por conocerte era cada día más grande, pero cómo decirle a mis padres "Tal día me voy sola a ese país con todo pagado y no se preocupen ya regreso"...¡Jamás!, ni de broma. Igual tú nunca te cansabas de invitarme, yo reía con todo el itinerario que tenías preparado.
Después la situación en tu país no estaba muy bien así que me pediste que por favor te ayudara a buscar trabajo, me enviaste tu currículum y recuerdo que me pedías insistentemente que te consiga algo, estabas decidido a trabajar aquí. Yo había regresado con aquél enamorado y me pareció poco prudente buscarte algo, te dije que lo intenté pero no habían respuestas positivas. Me pediste que por favor llamara a tu ex jefe que era mi compatriota y vivía al norte de mi país. Me comuniqué con él y muy amable me dijo: "Ah tú eras la famosa peruana". Tú siempre le habías hablado de mi, ¡plop! yo me quedé sorprendida. Entablamos una conversación muy amena con el señor pero me manifestó que por el momento no había nada y que se comunicaría contigo si tenía noticias de algún trabajo de acuerdo a tus expectativas.
A veces pasaban meses sin hablarnos pero me encantaba escuchar tu voz cuando por sorpresa me llamabas o escribías. Nunca olvidaré aquella tarde con sol radiante cuando sonó el teléfono fijo y eras tú, llamabas muy emocionado para decirme que había un evento latinoamericano de nuestra organización juvenil en tu país y era la oportunidad perfecta para que yo viaje y nos conozcamos. Me pareció muy graciosa tu forma de ver las cosas, como si fuera ir a la capital de mi país de un día para otro. Te dije que estabas loco, en primer lugar porque yo aún estaba en la universidad, un viaje de esa naturaleza era muy costoso y el evento era en tan sólo una semana, yo obviamente dependía de mis padres y era absurdo pensar en viajar de ese modo. Tú me rogaste tanto, me hiciste saber que ya habías hecho todos los arreglos necesarios para que yo pueda viajar por tierra y que en cada ciudad donde necesitaba hacer conexión, habría algún amigo tuyo para que me guíe, es más, propusiste que podías viajar hasta la frontera de tu país para darme el encuentro cuando yo hubiera pasado la frontera del país vecino que estaba entre el tuyo y el mío. Te sentí tan emocionado que me contagiaste el entusiasmo, ganas de conocerte no me faltaban pero era una completa locura. Creo que hablamos casi una hora y no te despediste hasta asegurarte que al menos iba a intentar pedir permiso.
Al colgar el teléfono me entró un bichito con una mezcla de curiosidad y alegría que me dio valor para comentarle a mi papi acerca del evento y pedirle permiso. Recuerdo que mi mamá estaba de viaje y la respuesta de él fue: "Si tienes plata anda pues". Él lo decía en son de broma, pero esa respuesta para mi fue suficiente, si tenía el permiso, conseguir el dinero era lo de menos. Claramente recuerdo que esa tarde fui a la universidad y no estaba mi mejor amiga, yo tenía esa necesidad de contarle a alguien la locura que pensaba hacer y me encontré con una compañera, que ni siquiera era mi amiga, le conté que estaba en ese gran dilema, en primer lugar ir a un lugar desconocido, a ver a un también prácticamente desconocido, arriesgarme a que me pase cualquier cosa, endeudarme, perder clases, inclusive un examen con un profesor exigente y encima lidiar con todo este tema con mi enamorado. Ella me dio tanto ánimo, que en ese momento pensé que si ya otra persona viéndolo desde afuera, me alentaba, era porque no era algo muy desatinado. Así que saqué mis cuentas y como tenía un ingreso mensual por un trabajo de investigación que estaba realizando, le pedí un préstamo a la empresa que mi papá tenía en sociedad con sus hermanos y con cargo a devolver al mes siguiente mes, conseguí el dinero. Mi papá se rió cuando vio que conseguí lo que parecía más difícil y de inmediato compré mi pasaje para viajar la siguiente noche. Recuerdo que te llamé de teléfono público para darte la noticia y tú estabas super contento al saber que había hecho mío tu sueño de por fin conocernos en persona.
Cuando me pongo a reflexionar en este tipo de cosas que yo llamo locuras, me doy cuenta que soy una mujer decidida, que con la edad que hubiere tenido, siempre he tenido actitud positiva para hacer las cosas y comprobar que no existe lo que la gente llama imposible, pues querer es poder. Y gracias a eso creo que he logrado lo que tengo hasta ahora, porque nunca me he amilanado con un "Estás loca, no puedes".
Entonces esa noche le comenté a mi enamorado que asistiría al evento, por la condición de autoridad juvenil que desempeñaba en mi país y era una interesante oportunidad de participar de un evento de tal magnitud. Él no se tragó el floro barato, naturalmente celoso casi muere mientras escuchaba mi determinación, se enojó tanto conmigo pero como vio que su enojo no surtía efecto me dijo: "Bueno si tu vas, yo también voy". ¿Qué????, no había imaginado esa reacción, pensé que hasta terminaría la relación pero decirme que iría, casi muero. Al inicio me mortifiqué, discutimos pero no era posible que él crea que yo iba inocentemente por el dichoso evento. Cuando le conté a quien en ese entonces era mi amigo y ahora es mi "amor", me advirtió que no haga tal locura. Yo hice oídos sordos, pensé en terminar con mi enamorado, total la relación era una cadena de discusiones interminables y malos momentos, no había mucho que perder.
Tenía que necesariamente pasar por la ciudad de mi enamorado para hacer la otra conexión. Mi plan era seguir en mi posición y si él decidía cortarme, yo no me haría problemas. Sin embargo, al mismo tiempo tenía mucho miedo de viajar sola a un país desconocido para conocer a un desconocido. Y cual historia de novela, viajé,sin embargo, cuando llegué a su ciudad él ya tenía los pasajes comprados para ir al siguiente lugar. Yo quería morir y por más que discutimos, finalmente viajamos. ¡Sí, viajamos!, suena absurdo, estúpido o lo que quieras llamarlo. Yo ya no tenía opción, fue mi inmadurez, mi miedo o todo junto, que no tuve la suficiente fortaleza para mandarlo por un tubo, simplemente quería conocerte en persona.
Y así viajé con él rumbo a un país desconocido, donde me esperabas con ansias sin saber que viajaba con él. En la frontera, mientras él hacía la cola en Migraciones, tuve unos minutos sola, te llamé, no contestabas así que sólo atiné a llamar a mi hermana menor y pedirle que por favor te avisara lo que había ocurrido...estaba viajando con él. Sabía que esa noticia sería inexplicable para ti pero de alguna manera tenías que saberlo antes de que yo llegue.
Ese viaje de tres días por vía terrestre, se hizo interminable, cansadísimo, una verdadera locura, yo a lado de él, pensando en ti, rumbo a conocerte. Era como sacado de una historia ficticia. El trasero y mis rodillas me dolían demasiado, me preguntaba si valía la pena tanto esfuerzo, me sentía mal de saber el mal momento que te haría pasar al llegar con él. Me culpaba no haber tenido mayor decisión para terminar esa relación, pasaban mil cosas por mi cabeza y el viaje parecía eterno. Tuve tanta verguenza que en las ciudades donde me irían a recoger tus amigos, prefería llamarlos previamente, hacerle sólo las consultas necesarias y pedirles que ya no vayan a recogerme. No tuvimos que esperar casi nada, pues en cada ciudad lográbamos encontrar el bus que ya salía.
Llegué por fin a esa cálida y maravillosa ciudad amurallada que me dio la bienvenida con un sol riquísimo y un cielo celeste como el que hay en mi ciudad en días soleados. El calor era increible y haber viajado tantos kilómetros solo por conocerte también lo era. Llegamos al lugar del evento, la organizadora fue una amigable anfitriona, como ya había empezado todo, nos pidió que nos quedemos a participar y luego nos llevaría a almorzar porque todos ya lo habían hecho. Me invitaron a la mesa principal por ser la representante de mi país, habían jóvenes de otros lugares de latinoamérica y todos fueron más que amables. Yo de verdad que no podía poner mucha atención a los puntos que se trataban pues estaba observando todo el recinto para ubicarte, sólo te había conocido por fotos y una fría web cam; y, tenía temor de no reconocerte en persona. La angustia me carcomía, hasta que le pregunté a tu compatriota que estaba sentado a lado mío si te conocía y si sabía dónde estabas. Muy entusiasta este chico me dijo que sí te conocía pero que no participarías del evento porque te habías ido a una entrevista de trabajo en otro país vecino. Yo casi muero, creo que hasta casi me quedé sin respiración, si no me desmayé fue por milagro, tuve que tragarme todo e intentar "estar" en el lugar pues mi mente estaba en otro lado, quería llorar, quería salir corriendo, quería estar en mi casa. Me sentí fatal.
Todo lo que ocurrió hasta la hora de almuerzo, simplemente se me han borrado de la mente, no recuerdo qué pasó, ya no encontraba qué sentido tenía estar allí si no te iba a poder ver, pero al mismo tiempo entendía tu decisión de no verme y me sentía culpable de todo. En el almuerzo, mientras mi enamorado fue a los servicios higiénicos, le pregunté por ti a mi nueva amiga anfitriona y ella me devolvió el aliento, me contó que sí te conocía y que habías confirmado tu participación, que llegarías esa noche. Tuve que pedirle como favor especial que no comente nada delante de él cuando regresara, sentía que podía estar siendo vista como la enamorada pendeja pero qué más daba, no tenía otra alternativa. Ella fue muy linda y prudente, sin preguntar más, fue mi cómplice.
Él estaba intentando esconder su mal humor, no lo culpo, era una situación demasiado incómoda. Por la noche antes de ir a la reunión del evento, me dijo que le dolía demasiado el estómago así que no iría a ningún lado. Yo parecía la mala o la bruja de la película pero no me importó nada, me puse guapísima y le dije: "Bueno si no quieres ir, ni modo, voy sola". Él quería matarme seguramente con su mirada pero decidida le dije que lo único que yo podía hacer era darle una pastilla para que se le pase el dolor, pero quedándome con él, no se lo iba a calmar y como yo tenía que participar del evento, debía irme; y, eso hice.
La reunión de esa noche se desarrollaba en el segundo piso de un acogedor lugar, todo estaba recubierto de madera, cuando subí lo primero que vi fue dos maletas y un sombrero típico de tu país, lo único que se me vino a la mente fue que eran tus pertenencias, mi corazón latía a mil, el momento había llegado y una vez más, sin suerte, te busqué entre la gente y no te encontré. La reunión empezó, nuevamente tuve que sentarme en la mesa de honor, yo estaba impaciente, no quería preguntar a nadie más para no levantar sospechas, pero la angustia me mataba. Y lo que imaginé durante muchos años, que sería un encuentro seguido de un apasionado beso y un abrazo interminable, se convirtió en un inquieto saludo cuando cruzamos miradas y ligeramente alcé la mano desde donde estaba. Tú llegaste muy imponente, eras mucho más alto y tenías más peso de lo que imaginé, pero eras tú, existías, eras real. Te tenía a diez metros y no podía correr a saludarte. Tú con tu coquetería me endulzaste desde lejos, me guiñabas y mandabas besos, yo trataba de disimular para que nadie notara que estabas haciendo eso conmigo. Finalmente el suplicio terminó, digo la sesión terminó y pensé que en la informalidad de la reunión mientras nos tomábamos las fotos en grupo podíamos acercanos para saludarnos. Pero ¡oh sorpresa! mi enfermito del estómago apareció y sin conocerte, casualmente se sentó detrás tuyo. Yo quería morir nuevamente. El se me acercó antes que tú, así que preferiste mezclarte entre la gente: Actuamos como perfectos desconocidos.
Los chicos de tu país fueron realmente amables y muy buenos anfitriones, todo el tiempo estaban pendientes de nosotros los dos peruanos, mientras caminábamos en grupo dirigiéndonos al restaurante que estaba cerca. A propósito caminé más lento mientras mi enamorado iba conversando con uno de los chicos, tú estabas más atrás, sin saludarte ni nada te entregué una revista donde estaba una foto que te encantaba de mi y había una página entera que describía la labor que realizaba en ese entonces. Tú con una gran sonrisa la recibiste, yo aligeré el paso para seguir caminando con él para que no se diera cuenta de nada.
En el restaurante te situaste justo al frente de mi mesa, él te daba la espalda y no se había dado cuenta que estabas allí, no tenías reparo en sonreirme y mandarme besos volados. Al rato vi que saliste del lugar con un amigo, parecía que te dirigías al minimarket que estaba a lado. Yo le dije a mi enamorado que iría a pedir alguna dieta para él. Él estaba conversando con los otros chicos de otras nacionalidades que ni se percató que luego salí del lugar. Efectivamente estabas con tu amigo comprando, yo me acerqué te saludé con un abrazo fortísimo, moría por besarte pero obviamente no debía hacerlo. Creo que tu amigo sabía algo porque se hizo el disimulado y no fue necesario explicarle nada, nos dejó solos, yo no podía creer que te tenía tan cerca pero por mi tremenda torpeza tenía que actuar como si no te conociera, saqué de mi cartera unos recuerdos que te había llevado de mi ciudad, estábamos emocionadísimos, no pudimos hablar mucho y tuve que regresar al restaurante.
Luego nos volvimos a ver en la discoteca frente a la playa, allí sería la fiesta. Tú llegaste con un pantalón blanco que te quedaba fenomenal y una camisa turquesa que resaltaba tus mejores rasgos. Para mi era una tortura tenerte a unos metros y seguir actuando como si recién te hubiese conocido en ese evento. No podía evitar voltear a mirarte. Escuchar tu voz, tu risa y no poder acercarme era un padecimiento que parecía que nunca iba a acabar. Saliste a bailar y lo hacías divino, eras un maestro en la salsa sensual y yo moría por ser tu pareja de baile en ese instante. No pude más, fui al baño a llorar, de qué me había servido tanto esfuerzo para hacer semejante locura y estar allí actuando como si no te conociera. Era de verdad horrible. Cuando regresé a la mesa donde compartíamos con mi enamorado y chicos de otros lugares, él sutilmente me pidió que le hiciera el favor de dejar de mirarte, yo quería que me tragara la tierra, no podía más. Me sacó a bailar, pese a que era enemigo del merengue y de la salsa, pero él sabía que tácitamente estaba compitiendo contigo y trataba de hacer todo para llamar mi atención, creyendo que de esa manera podía olvidar que tú existías...Imposible.
Y ocurrió lo que jamás pensé que alguna vez ocurriría, cuando nos viste solos en la mesa, te acercaste con un ron, nos preguntaste con total caballerosidad si podías acompañarnos y yo pensé que eso sólo podía ocurrir en las películas. Pensé que en cualquier momento empezaría alguna desagradable discusión. Sorprendentemente el patán que tenía por enamorado, se portó como gente, aceptó tu trago, conversamos los tres, yo quería llorar, estaba nerviosa, nos hablaste como si ambos fuésemos tus grandes amigos, pero todos sabíamos la verdad, tú sabías que él siempre había sido un patán conmigo, él sabía que tú eras mi amor platónico, y yo sabía que tenía el rol de pendeja por estar allí con enamorado incluido. Luego de que te fuiste, él me dijo que si quería podía quedarme, pero él ya se iba al hotel. ¿Cómo quedarme para que todos me vieran como la rufla que llega con enamorado y se queda con otro?. Me negué y le dije que en todo caso nos ibamos los dos. Al salir solté el llanto, caminamos en la oscuridad cerca de la orilla, a lo lejos se escuchaba la música de la discoteca y nuestro único testigo era el mar y sus rechinantes olas. El también lloraba, me abrazó y me dijo: "No te sientas mal, en el corazón nadie manda". Con esa frase, que era muy cierta, lloré más que una Magdalena, me sentía de lo peor. Nos asinceramos y llegamos a la conslusión que nuestra relación de cuatro años había culminado, no tenía sentido, ya no había nada entre nosotros. Fuimos juntos al hotel, apagamos la luz, me puse la pijama, me acosté y no paraba de llorar, al poco tiempo en una absurda y patética acción, más bien enfermiza, yo lloraba mientras él me hacía el amor, yo no me resistía, solo me sentía como un objeto, sucia, una puta.
A la mañana siguiente mis ojos estaban super hinchados, mi expresión era como de alguien que había perdido el día anterior a un ser querido. Mi ánimo estaba por los suelos, él en un acto más que extraño estaba de buen humor y me dijo que temprano se había despertado y había contratado un tours que duraba todo el día, iríamos en un yate a navegar por esa exótica playa. Yo me negué a ir, para qué más aflicción, para qué seguir finguiendo, para qué actuar como si nada hubiese pasado, me estaba dando miedo su actitud. Le pedí que mas bien cambiemos los pasajes y que ese mismo día regremos a Perú, él aceptó. Yo no encontraba sentido de estar allí para seguir con una tortura que no tenía razón de ser. Le pedí que quería ir a despedirme de ti, él aceptó con la condición de estar cerca donde podía vernos, ¿no era eso acaso demasiado patético?. Tontamente acepté. Pero primero, mientras hacíamos tiempo, fuimos a conocer la muralla enorme que prácticamente rodeaba la ciudad, el mar se veía precioso, el cielo seguía celeste y el sol radiante. No salía de mi asombro de estar a tantos kilómetros de distancia de mi país, en ese lugar que es el destino soñado de los recién casados para ir de luna de miel, una ciudad sumamente romántica y yo allí, con mi ex viviendo la peor de las pesadillas de una historia de ¿amor o desamor?. Mientras recorríamos la muralla, él se comportó como mi amigo, parecía haber comprendido todo, entre nosotros el amor ya había muerto hace mucho, nuestra relación estaba basada en la costumbre, no en otra cosa. Me causó sorpresa ver esa muralla tan histórica en esa ciudad de ensueño, sentir esas enormes y viejas piedras me hacían sentir protagonista de una novela, imaginaba cuántos ataques tuvieron que recibir esas enormes piedras años atrás. Caminamos bastante, en algunos tramos veíamos fumones que se estaban drogando o estaban durmiendo pero eran inofensivos. El contraste del paisaje pictórico, las carretas con los caballos, los balcones, los maceteros y sus flores de colores vistosos parecían estar fuera de lugar en una historia como la que estaba viviendo.
Cuando llegué al lugar, con un vestido kasual muy lindo, te pedí que por un momento salieras de la sesión donde eras maestro de ceremonias. Tú tenías una expresión confusa, entre colérica y triste. Te dije que ya me regresaba al Perú y que te ofrecía mis infinitas disculpas por todo el mal momento que te había hecho vivir. Tú muy a tu estilo me dijiste: "Mira, te voy a explicar cómo me siento en este momento y te lo voy a decir con un ejemplo, tú sabes que me gusta el fútbol y esto que estoy viviendo es como si estuviera en la final del mundial, yo estuviera en Argentina y mi país ganara el mundial, pero yo rodeado de argentinos, no pudiera celebrar ni expresar mi felicidad. Exactamente así es como me siento yo". Tus palabras me llevaron al borde del llanto, moría por abrazarte pero teníamos que seguir guardando la prudencia. Me dijiste que te había encantado conocerme, te sentías feliz, pero al mismo tiempo te sentías frustrado de no poder expresar tus sentimientos como hubieras querido. Sí, lo sé fue un golpe muy bajo haber llegado con él. Hablamos unos minutos y nos despedimos. Esa despedida fue muy seca, pues seguíamos en el evento y no había forma de hacer más luz sino los demás se darían cuenta.
Después de almuerzo decidi llamarte y vernos para conversar con más tranquilidad, aceptaste y esta vez fui sola. Llegué al lugar donde los chicos almorzaban, me preguntaron por él y les dije que se quedó en el hotel porque se sentía indispuesto pero que ya viajaríamos. El anfitrión general del evento me entregó unos presentes de cerámica típicos del lugar que me encantaron. Me despedí de todos pues fueron muy amistosos. Al salir tú fuiste atrás mío. Conversamos afuera, aparentemente estábamos más tranquilos. Me propusiste viajar a tu ciudad, estaba a tan sólo dos horas y al frente había un bus donde irías con otros chicos del grupo que se habían animado a conocer. Lo pensé brevemente pero ya había hecho demasiado como para encima hacer algo así, no quería seguir causando daño a nadie. Estábamos muy cerquita, con deseos de besarnos, te miré a los ojos, eras mucho más alto que yo, te dije que pese a todo había valido la pena recorrer tantos kilómetros para saber que existías de verdad, que eras de carne y hueso, tus lágrimas caian, yo me aguanté las ganas de llorar. Me abrazaste fuerte con tus enormes brazos, parecía que se me iría la respiración en cualquier momento. Te dije que era una lástima que fuese la primera y última vez que nos veíamos, respondiste que nada estaba dicho, que allí o aquí en Perú algún día tendríamos que volver a vernos. Me diste un beso intenso en la mejilla y nos despedimos de esa manera tan amical con un fuerte abrazo, de esos que dicen todo en medio del silencio. Yo empecé a caminar y ya no pude más, lloré todo el camino de regreso a mi hotel.
Lo que ocurrió en las siguientes horas, es para no contar, yo sólo quería que pase el tiempo volando, quería estar ya en mi casa. Fui con él a conocer los lugares centrales turísticos de la ciudad, prácticamente no hablábamos, si nos tomamos fotos no sé dónde están, creo que él luego las borró. Cambiamos dólares en un casino, estuvimos en una zona lujosa de la ciudad, preciosa por cierto. Y me dije: "Bueno has venido hasta este precioso lugar para pasar los peores días de tu vida, ya fue suficiente, al menos date el gustito de tomarte un café delicioso", hubiese sido pecado no hacerlo. Entré con él a un lugar especial donde vendían todo tipo de café, él no quiso pedir nada, yo sentí que fue el único efímero momento placentero, ese aroma, mmmmm hasta ahora lo recuerdo, ese sabor, un verdadero lujo para el sentido del gusto. Subimos a un taxi para ir al terrapuerto, el taxista hizo una maniobra brusca para no chocarnos con otro auto y el café super caliente me cayó sobre las piernas, casi lloro de dolor, él naturalmente ni siquiera se inmutó, su frialdad ante mi sufrimiento físico parecía querer tomar venganza contra el padecimiento emocional que él había vivido hasta ese instante.
El regreso a mi país fue peor de lo que puedo describir, lloré no sé cuántas horas, estoy segura que ha sido la vez que más he llorado en toda mi vida. Le pedí disculpas a él por todo el mal momento, él fue duro conmigo, me hizo sentir culpable hasta los huesos, la peor mujer. Recuerdo que tomé una pastilla para dormir, pero ni eso funcionó, intentaba controlar el sonido de mis sollozos para que los otros pasajeros no se den cuenta, no quería causar lástima ni molestar el sueño de los demás. Él me dirigió la palabra dos días después, en realidad el regreso a casa demoró más, fueron cuatro días de largo camino, hasta que por fin llegué, ¡Hogar, dulce hogar!. Mis padres y toda mi familia preguntaba cómo me había ido y yo con una sonrisa que intentaba hacer creer lo que decía, respondía ¡Excelente, de lo mejor, ese país es precioso!, y sí que lo era, pero sólo mis amigos más cercanos supieron que ese viaje fue la peor de mis pesadillas.
Tú no quisiste hablarme un buen tiempo, yo comprendí y respeté tu decisión. La relación con él, realmente llegó a su fin después de poco tiempo. Hace cinco años que no estoy con él y hace un par que tú y yo hemos retomado comunicación, pero hace un par de días que me dijiste: "En mis próximos días libres del trabajo quiero ir a Perú", viajo a verte del 3 al 10 de mayo.