Éramos amigos nueve años, mi pata, mi confidente, mi casi hermano, mi incondicional, el que escuchó infinidad de veces mis angustias, mis pesares, mis alegrías, mis logros, mis nuevos amores, mis nuevos pretendientes, mis ex. El que siempre tenía un consejo desde su punto de vista "como hombre". El que más de una vez me dijo: "Ese pata no te conviene". El que muchas veces se atrevió a cuadrar a cuanto afane se me acercaba para "advertirle" que no me hiciera daño de lo contrario se las podía ver con él porque yo era muy especial. El que me tenía paciencia todo el tiempo, el galante y caballero; el que era incapaz de levantar la voz o pronunciar alguna mala palabra delante mío, el amigo que no te dice: "Hoy no puedo", el que se preocupaba cuando yo respondía: "No te preocupes, no tengo nada". El que sin roche me compraba las toallas higiénicas cuando de sorpresa me venía mi periodo o el que me compraba la pastilla para calmar los cólicos menstruales. El que sabía de mis intimidades casi como una amiga más. El que podía hacer esperar a su agarre de la noche por dejarme en mi casa para que yo no vaya sola en un taxi. El que me vio de todas las maneras posibles, en pijama, sin maquillaje, resfriada, kasual, maquillada, súper arreglada, a punto de salir a una fiesta, el que me decía: "Límpiate el diente que te acabas de manchar con tu labial"... El que me conocía casi a la perfección y no se cansaba de repetirme lo valiosa que era y la admiración que me tenía.
Yo por mi parte era tu confidente, tu amiga, tu consejera, la que te daba el jalón de orejas cuando era necesario, la que te cuadraba cuando te estabas descarrilando, la que te escuchaba horas de horas sin cansarse, la que supo entender tu llanto durante una borrachera, la que sabía cuándo le ponías los cuernos a tu enamorada y terminaba siendo tu cómplice con mi silencio, la que sabía quién era tu último agarre, la que alguna vez te prestó dinero para que le hagas una prueba de embarazo a tu enamorada, la que sabía cosas de tu infancia que jamás le habías contado a nadie... La que en realidad te amaba.
Eran años de amistad verdadera, de esas que son a prueba de balas. A mí me sedujo tu trato casi desde que te conocí. Aún adolescentes, cuando estábamos preparándonos para ingresar, recuerdo que me dijiste: ¿Te imaginas como sería si tuviéramos una hijita?, y tú mismo respondiste: Sería crespita, tendría ojos verdes, sería linda. Yo tan sutil agregué: "Tonto, deja de hablar sonseras", pero en el fondo me encantó la idea.
El día que ingresamos a la universidad lo hicimos juntos, nuestros nombres estaban uno debajo del otro en la lista de ingresantes. Cuando nos encontramos nos abrazamos súper felices porque ¡La hicimos!. Luego fuimos compañeros de estudios universitarios y pasábamos demasiado tiempo juntos. Entonces me di cuenta que me estaba enamorando de ti, que me gustabas demasiado, pero no era tu físico, ni tus grandes, lindos y expresivos ojos verdes, eras tú y tu interior. Se lo conté a mi mejor amiga porque éramos también patas, al poco tiempo nos enteramos que tenías nueva enamorada, cuando lo supe me dio mucha tristeza, la chica no me caía bien porque la sentía muy fingida, pero ella tampoco me pasaba a mí, es más siempre me tuvo celos. Al poco tiempo tú estabas muy ilusionado con ella, eras súper cariñoso, andabas pendiente de ella, pero ni eso podía llevarse la victoria contra tu espíritu de Don Juan.
Intenté ser amiga de ella para poder llevar la fiesta en paz, total tú por mí no sentías nada más que cariño de patas y bueno quise ver la parte positiva del asunto y prefería ser tu amiga antes que la enamorada engañada. Ella tampoco me pasaba, entonces estábamos a mano, aunque de todos modos nos saludábamos. Hasta que un día te dije que sería bueno salir con ella y los chicos del grupo para integrarla, a lo mejor así nos podíamos llevar mejor (y la discordia terminaría). Mala idea, la niña se portó insoportable, todo lo que hablábamos le fastidiaba, nuestras bromas en doble sentido para ella eran cosas terribles que sus oídos de puritana y virginal no podían escuchar. Así que luego de esa noche te dijimos que ni más salíamos con ella. Y tú no te complicaste, tú seguías siendo nuestro amigo y a ella la mantenías lo más lejos que podías de nosotros.
Reíamos mucho cuando la gente corría el chisme de que éramos enamorados, nos causaba risa cuando creían que yo era tu enamorada y tu enamorada era tu agarre y hasta recibí casi condolencias por eso. Era divertido, aunque siempre nos preguntábamos ¿Qué es lo que hacemos para que la gente piense que somos enamorados?, tú eras siempre un caballero, yo era más bien distante contigo, jamás nos abrazábamos en público ni teníamos algún comportamiento que hiciera creer que teníamos algo. Para variar ella me tenía celos y con las personas que salí también creían lo mismo.
Uno de los que se sumó a la lista de "Gente que pensaba que teníamos algo", era mi papi. Una tarde saliendo de clases yo tenía escalofríos, me había bajado la presión porque me vino la regla y me sentía pésima, débil, que en cualquier momento podía desmayarme. Eran alrededor de las seis de la tarde, estaba nublado y efectivamente corría viento y hacía frío. No dudaste en sacarte la casaca, ponérmela encima y abrazarme porque yo estaba al borde del desmayo, bajamos lento y me dejaste muy cerca del auto de mi papi, te devolví tu casaca y nos despedimos.
Una noche nos disponíamos a empezar uno de los tantos trabajos que hicimos durante la universidad. Tú habías tenido una reacción alérgica por algo que comiste y te estaban saliendo ronchas en el rostro y el cuello. Mi mejor amiga, que también era tu pata, se acercó y te cogió el cuello para ver qué tenías, yo me adelanté al estudio y apagué la luz de la sala. En ese momento mi papi bajaba y los vio en la oscuridad a los dos juntos, mi amiga cogiéndote el cuello. ¿Qué más podía pensar él?
Días después mi papi que es muy prudente, nos sorprendió cuando nos dijo a mi amiga y a mí mientras almorzábamos: Ese muchacho les está viendo la cara de tontas, está con las dos al mismo tiempo y ustedes felices. Nosotras nos quedamos atónitas con lo que escuchamos porque ninguna de las dos teníamos nada contigo y soltamos la risa, le intentamos explicar de mil formas que todos éramos muy buenos amigos, pero mi papi no se cansó de fastidiarnos con ese asunto por buen tiempo.
Describir nueve años no es fácil. Sólo sé que durante ese tiempo decidí ser tu amiga y decirme a mí misma: "Olvídate de él, míralo con ojos de amiga". De modo que cuando alguien creía que éramos pareja yo era la primera en desmentirlo y muchas veces dije: "El como amigo es lo máximo, pero como enamorado es una rata". Y así de cruda era yo, a veces algo hiriente con mis palabras, pero era cierto. Entonces cada vez que tú tenías un gesto amable conmigo, eras cortés o cariñoso, primero disimulaba para que no sospeches que me encantaba que fueras así conmigo y luego me decía una y mil veces: "Es sólo tu amigo".
La verdad no entiendo cómo durante tanto tiempo pudiste escuchar a tu mejor amigo que te pedía que le des consejos porque quería estar conmigo. Luego de un tiempo largo cortaste con la enamorada que tenías, la que me daba alergia. Después de un tiempo estuviste con una chica que me caía bien pero tú preferías no llevarla a los compromisos a donde ibas con nosotros tus patas y la verdad no pude tratarla mucho. Sólo recuerdo que meses después de haber culminado los estudios, una noche coincidimos casualmente en una discoteca para celebrar el Día de la Amistad, yo disfruté mucho bailar contigo y reír como antes, pero al regresar a casa y compartir el mismo taxi los celos me mataban cuando veía que se besaban, y por más que me invitaste para ir a otro lado con ustedes yo preferí ir a casa.
La última gran idea que tuve fue intentar hacerte el bajo con mi mejor amiga del trabajo. Consideré que si tú me veías solo como tu amiga, y yo te quería tanto, era preferible buscarte una enamorada linda que te quiera mucho y con quien te pudieras llevar bien. Ya lo sé eso suena patético, pero estoy contando la verdad. Entonces te la presenté cuando ibas a verme al trabajo, vi que se llevaban bien, los empecé a fastidiar pero ella desde el primer momento me dijo que nada que ver, no eras su tipo y parecías casi un bebé. Por tu parte tu me dijiste que te caía bien pero de verdad no querías nada más y que por favor te deje de fastidiar. Mi intento de ser cupido, por primera vez, fracasó.
Una noche fui con unas amigas al bar que tenías, celebramos el cumple de un amigo nuestro y la pasamos súper bien. Al salir se me cayó mi bufanda negra y no me di cuenta. Más tarde me dijiste que la tenías y que luego me la entregabas. Eso ocurrió un año después porque te la quedaste, luego me confesaste que mi perfume seguía impregnado pese al tiempo y te encantaba a veces dormir cogiendo esa prenda mía.
En la madrugada, tú con unos tragos de más encima, me llamaste. Hablamos más de tres horas, hasta las seis de la mañana, yo al día siguiente tenía que trabajar, pero no me importaba porque de verdad me encantaba hablar contigo aunque estuvieras mareadito, eras un mate de risa igual. Me preguntaste cuál era mi tipo ideal como pareja y te mencioné más de cincuenta atributos. Sabías que estabas a años luz de distancia de mi Hombre Ideal y una vez más empezaste a enumerar mis cualidades. No es por nada, pero eres la persona que más me conoce y que esa noche hizo una análisis muy profundo de mi, me sentí halagada; y, peor aún, volví a sentir maripositas en el estómago mientras decías todo eso. Y dijiste: "En realidad qué afortunado será el pata que se case contigo". Luego dijiste: "Prométeme algo, si para cuando yo tenga 35 años no me he casado, prométeme que te casarás conmigo". Yo me reí y te dije: "¿tonto, o sea que yo seré la que espere a ver si te casas o no?", pero en realidad no sabía qué responderte, tenía ganas de decirte que yo te amaba, pero pensé también que era muy apresurado y no valía la pena decirte algo así, menos si estabas tomado.
Allí empezó todo, todo eso que dijiste hizo que, en adelante, analice cada cosa que hacías o decías. Se lo conté a mi amiga al día siguiente porque desde aquella vez que lo confesé hacía ya muchos años, no había vuelto a cuestionarme si en realidad era algo más lo que sentíamos. Mi amiga muy emocionada y viendo el asunto de afuera me dijo: "Definitivamente está enamorado de ti y tú de él, ¿por qué se quieren engañar a ustedes mismos?". Yo preferí ser pesimista y pensar que no era así, que eran ideas locas.
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