La magia del primer beso

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Habíamos conversado varias horas, la cosa estaba clara ambos sentíamos algo más que amigos casi desde que nos conocimos y ambos habíamos preferido mantener en secreto nuestros sentimientos pensando que era lo mejor. En realidad suena como si fuera la decisión más facilona, pero no era así. Pues esconder sentimientos es una de las cosas más difíciles para un ser humano, sobre todo si es por muchos años y cuando te ves en la obligación de hacerle creer a todos los demás que están errados...cuando en realidad sabes que sus sospechas son ciertas, que amas a esa otra persona desde lo más profundo de tu ser.

Esa noche me confesaste que te gusté desde siempre y que te empezaste a enamorar casi desde que empezamos la universidad, a mí me había ocurrido casi lo mismo. Era como desnudarnos, bueno en realidad eso hacíamos estábamos sacando esa parte escondida, prohibida de revelar por casi una década. ¡Wow!, tremendos actores fuimos tantos años que siempre creímos que el otro no sentía nada por uno. Pudimos ser merecedores de algún premio a Mejor Actor y Actriz.

Pero ya no podíamos más, era una tortura china tenernos cerca, ser cariñosos pero no lo suficiente como para develar los sentimientos de amor. Para mí particularmente era un martirio cuando te me acercabas tanto y me abrazabas, yo moría por voltear y darte un Sr. Beso para que te dieras cuenta que yo no te veía con ojos de "mejor amiga". Era de verdad doloroso tener que escucharte qué te gustaba de esa chica o que me pidieras un consejo para reconciliarte con tu ex y lo peor no era sólo eso, sino que yo tenía que seguir fingiendo y decirte: "Has esto, has lo otro, dile tal cosa, llévala a tal lugar, ese hotel es agradable, regálale eso también". Infinidad de veces tuve que contener mi respiración para que no me delate porque cuando te acercabas, en serio me ponías nerviosa, la piel de gallina y era tan excitante tenerte a milímetros y no hacerte nada o peor aún ser cortante y espesa contigo, esta era la forma más fácil de ocultar mis sentimientos.

Pero cuando por fin después de tantos años me confesaste que tú tuviste que padecer lo mismo, sentí que fuimos un par de tontos todo el tiempo, miedosos, pero al fin de cuentas todo pasa por algo y quizá si lo hubiéramos intentado antes, hubiésemos sido más inmaduros y nos hubiésemos hecho más daño. Y como el hubiera no existe en el presente, pues adelante, luego de casi diez años estábamos allí súper pegaditos, abrazados, mirándonos como tontos, sin tener que ocultar nada, más felicidad no cabía en nuestros cuerpos. Seguíamos sin salir del asombro y la pregunta salía una y otra vez ¿Por qué nunca dijiste nada?, ¿Por qué no me diste alguna señal?, ¿Por qué esperamos tanto tiempo para ser sinceros? y reíamos como tontos intentando buscar respuestas.

Al fin me confesaste que una noche cuando terminábamos de hacer un trabajo de la universidad, tú y nuestros otros dos amigos habían estado durmiendo en mi sala, cuando les avisé que el taxi estaba en la puerta para llevarlos a sus casas, tú caminaste adormitado aún pero entre sueños tuviste unas ganas locas por besarme. Lo pensaste por un momento y tuviste la firme intención de robarme un beso al despedirnos, total los demás no se darían cuenta. Sin embargo, tu cerebro se iluminó y optaste por sólo darme un beso muy cerca a los labios. Yo para serte sincera no recuerdo ese episodio pero si lo hiciste seguramente me quedé más que feliz en ese instante pero rápidamente la razón me habría dicho: "¿Qué tienes?, es sólo tu amigo". Dices que al día siguiente se lo contaste a tu primo mayor que también me conocía y él te preguntó: "¿Te ha dado alguna señal de que ella también siente lo mismo por ti?"
y tú respondiste que no, por lo tanto, él más experimentado que tú te aconsejó que no malogres una linda amistad y dejes las cosas así; y, obviamente que ni se te ocurra otra vez intentar besarme ni nada parecido. Ese consejo te duró la década entera.

Entonces me dejaste en mi casa pero no lográbamos definir si optábamos por arriesgarnos o si quizá lo mejor era seguir siendo los mejores amigos hasta ese momento. Finalmente hablamos mucho y no quedamos en nada, al menos nuestros sentimientos ya no eran ocultos, pero tú ya tenías que ir a tu casa así que dijimos que lo tendríamos que pensar bien y luego tocar el tema. Como tú tantas veces me habías casi matado con tus acercamientos, decidí darte alguito de tu propia medicina. Al despedirnos en la puerta de mi casa, te di un beso muy sexy en el cuello, te miré con ojitos de ¡Yo no fui! y te dije: "Chau amigo". Tú casi mueres, yo abrí mi puerta y entré. Para sorpresa mía no había nadie, encendí la compu mientras me moría de cólera porque pensé que antes de que ingrese me dirías que era momento de intentarlo, que me querías mucho y que no podías esperar que pase más tiempo, sin embargo, preferiste postergar el tema. Tú me conocías demasiado, sabías que estaba hirviendo de cólera contigo, por lo que decidiste llamarme y no se te ocurrió mejor idea que preguntarme si podías regresar porque necesitabas que te preste el baño. Ese tonto pretexto hizo que entraras a mi casa. Yo estaba molesta contigo y no pude más, te empecé a tratar mal, como nunca lo había hecho, tú querías acercarte a mi, me pedías que me calme y yo entre la risa por dentro y la furia por fuera te dije: "Si has venido por el baño, tú conoces el camino". Tú te reíste y me abrazaste diciendo "Tontita, tú bien sabes que ese sólo ha sido un pretexto, cuando me fui en el taxi me di cuenta que era una tontería que no enfrentemos de una vez esto y tomemos una decisión, por eso decidí dar media vuelta y estoy aquí".

Siempre soñé que ese momento sería ultra romántico, sin embargo, no sabíamos ni qué decir. Yo no pude más, mis 10 años de fortaleza se desplomaron, se derrumbó la muralla que había entre mis sentimientos reales y tú y solté al llanto. Tú estabas mudo, era una situación incómoda. Me pediste la compu, buscaste la canción que alguna vez me habías hecho escuchar de Mar de Copas "Con el Mar". Al rato busqué la canción "Yo no sé mañana" en versión acústica porque en realidad no sabíamos lo que podía pasar mañana pero era momento de intentarlo; y, luego pusiste "Lágrimas" de José José, secaste mis lágrimas, me abrazaste y me dijiste que tenías miedo de que no funcionemos como pareja y malogremos una amistad tan linda. Yo te decía que ni modo, que el que no arriesga no gana. Y me confesaste que tu mayor temor en realidad era que tú no eras un santo y no querías hacerme daño, que no te perdonarías si alguna vez sacaras los pies del plato. Además yo era la persona que más te conocía y sabía perfectamente cómo eras. Finalmente llegamos a la conclusión de que a esas alturas del partido no podíamos seguir actuando como niños y decidimos intentarlo. Teníamos claro que nadie podía asegurar que iba a ser un cuento de hadas, porque cualquiera de los dos podía fallar pero el compromiso estaba dado y ambos pondríamos lo mejor de nosotros para que la relación funcionara.

Mis padres llegaron con mis hermanas, así que llamé tu taxi porque ya era tarde. Le hiciste la conversación un rato a mi papi y salimos cuando supimos que te esperaba afuera la unidad móvil. Al salir, en la puerta, nos abrazamos y me dijiste de forma cachosa: "No tienes idea con quién te has metido, vamos a ver si me aguantas", yo respondí más desafiante: "Tú eres el que no sabe con quién se ha metido". Nos reímos y era momento de lo que habíamos estado deseando en silencio y sin más preámbulo...Nos besamos. Ha pasado más de un año y aún se me pone la piel de gallina y mis glándulas salivales secretan más saliva de lo normal cuando lo recuerdo. No hay otra palabra para describir ese prolongado momento, simplemente fue Mágico.

Nos besamos tres veces más y nos interrumpió la alerta del taxista que reportó a la base "Negativo" y sin más ni más se fue. Nos quedamos sorprendidos y reímos. A ninguno le importó rogarle al conductor que no se vaya, volvimos a besarnos y me dijiste: "Era cierto lo que decían, besas muy bien", yo sabía a quién te referías, sólo atiné a reírme y te dije: "Tú tampoco te quedas atrás ah". Éramos un par de chiquillos, casi un par de adolescentes disfrutando su primer beso, y lejos estábamos de ser lo que realmente éramos: un par que más se acercaba a los treinta que a los quince. Cuando estábamos ya por despedirnos llegó el taxista y caímos en cuenta que en complicidad, el señor muy prudente había preferido ir a dar un par de vueltas y al fin reímos los tres. Tú felicitaste al conductor por su elegante conducta y subiste al carro. Yo al verte partir ya te estaba extrañando.

A los pocos minutos te reportaste, ya habías llegado a tu casa. Ambos nos asinceramos y aceptamos que era súper raro tener ahora que cambiar nuestro trato, tener que besarnos y decirnos ¿Amor? Era súper raro que me llamaras así y todavía me costaba decirte Amorcito. Me contaste que te sentías como un adolescente, como si fuese tu primera enamorada, que te morías de nervios al besarme y que no sabías lo que pasaría más adelante, sólo sabías que te sentías feliz. Yo te creí porque la sensación que describías era exactamente la que yo sentía.

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