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La Viuda Alegre Resfriada

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Era una semana muy agitada, mucho trabajo y un día jueves me invitaste ir a tu casa como en otras oportunidades. Y siempre se me hace difícil acudir a tu llamado cuando es de noche porque siempre es entre semana y es difícil desaparecerme de casa sin dar explicación alguna. Mi resfrío continuaba, se me había complicado y estaba tomando muchas pastillas pero no lograba sanarme con nada. Tú por tu lado como siempre con buen humor. Ese día me pediste que nos veamos por la noche, ni bien salías de dictar clases me llamarías para encontrarnos plan de nueve. El día anterior había fallecido la madre de una de mis clientas de modo que mi plan era ir temprano al velorio para poder acompañarla pues en la noche haría mucho frío y no era recomendable exponerme y empeorarme. Y eso fue lo que hice, en medio de todo el largo itinario de ese día, me di tiempo para estar un momento en el velorio pero la real intención era estar libre para verte en la noche.

Esa noche tuve un no sé qué pues conocí a un hombre agradable, con quien tenía que hacer una coordinación de servicio técnico. No era difícil darse cuenta que era un hombre preparado, con un trato muy afable y me gustó su positivismo, llegué a la conclusión que era gracias al conocimiento adquirido en el trabajo que tenía como capacitador. Sólo lo vi esa vez porque no era de aquí y estaba solo de pasada en la ciudad, me sentí muy cómoda al hablar con él. Tú llamabas con insistencia porque me estabas esperando, yo quería ir a verte pero a la vez me sentía muy bien con mi nuevo conocido. Primero pensé que eran ideas mías, pero poco a poco fui confirmando mis sospechas, este tipo me estaba coqueteando abiertamente y yo no tenía la seguridad de que fuese soltero y la verdad tampoco quería arriesgarme a tener mayor contacto con alguien que recién conocía. De modo que cuando terminó de ayudarme, luego de hablar por mucho rato y después de tus no sé cuántas llamadas, decidí despedirme. Finalmente confirmé la sospecha, este muchacho hizo un comentario respecto a mi estado civil, yo con toda la seguridad del mundo le respondí que era soltera, él insistió en la pregunta e hizo un comentario del anillo que llevaba puesto, sí aquel que aparenta ser de compromiso, ese que alguna vez tú también viste de la misma manera. Y no pudo con su genio ese pata, creía que eras tú mi enamorado el que me llamaba tantas veces pese a que yo aseguraba que ya iba. Me gustó saber que ese día yo tenía mi toque especial pese a no estar tan arreglada, pues había trabajado todo el día y no estaba presentable precisamente como para ligar con alguien. Después de despedirme de este coqueto muchacho, intentó comunicarse conmigo como sacándome plan, yo no tenía ganas de retribuirle el gesto porque tenía ganas de estar solo contigo.

Así que horas más tarde fue toda una escena de teatro argumentar que saldría a esa hora, cerca de las diez por el motivo antes expuesto. Naturalmente a mis padres no les pareció nada agradable que me fuera a la calle tan tarde y estando tan resfriada aunque menos aún les hubiera gustado saber que no salía a rezar sino dispuesta a fungir de misionera en determinada parte de la noche camuflada en una cama que no era la mía, dentro de una casa de familia. En fin había decidido salir a como dé lugar, y hasta tuve el descaro de mantenerme en mi "posición" al defender mis convicciones...puro floro barato. Supuestamente yo debía ir si o si esa noche aunque estuviera resfriada, para cumplir como amiga de mi clienta y estar con ella en un momento tan difícil, que todo no se circunscribía al negocio, sino que este era una tema de personas y era el momento adecuado para demostrarle el aprecio que le tenía y estar con ella...Claro, sin embargo, ya había estado más temprano en el dichoso velorio, solo espero que la difuntita no se haya enfadado conmigo por tomarla como pretexto para salir de casa, bajo una excusa creíble en pro de la libre fornicación.

Y cuando vi mi vestuario me dieron ganas de reír, toda de negro, ¡obvio! iba de luto. Estaba en el taxi, llamé para confirmarte que estaba en camino. De esa manera estarías atento y cerca a la puerta para poder abrir y hacerme pasar tan luego llegara. Y lo primero que te dije era que esa noche no disponía de mucho tiempo, claro si iba a un velorio lo razonable era estar a lo mucho un par de horas, y aunque no te gustó la idea de medirte el tiempo, estuviste de acuerdo con tomar esas dos horas, es que era todo o nada así que aceptaste esos ciento veinte minutos que esa noche estaban destinados para ti.

Me recibiste con vino tinto, rápido sacaste tu ganya y me la ofreciste, no sé que me dio por volverla a probar. Y como no sé fumar mi pobre garganta pagó las consecuencias, ya de por sí estaba mal pero con eso la rematé. ¿Y qué clase de doctor eres que cura de esa manera a sus pacientes?...Si lo sé, tú le tienes fe a tu plantita, pero yo no pues, así que lo único que conseguí fue tener un dolor más agudo en la garganta. Claro que la noche se hizo más agradable al escucharte, ver la nueva armónica que habías adquirido, escuchar alguna melodía que creabas como principiante, reír de todo contigo, escuchar diferentes géneros de esa selecta música que compartes conmigo y sabes que me fascina incluso tanto o más que a ti. El ambiente parecía estar en armonía, sin embargo, mi cuerpo me recordaba que estaba resfriada, y aunque me pediste que me pusiera "cómoda", te dije que esa vez no me sacaría nada, tenía mucho frío y estaba resfriada. Te reíste al hacer hincapié en que estaba toda vestida de negro, así que te volví a recordar que estaba vestida para un velorio, pues hasta la bufanda negra tenía puesta. Y fue así que el encanto fue interrumpido por un abrupto sonido, era mi celular y la llamada de él, sí mi "Amorcito", yo estaba algo molesta con él porque más temprano le pedí pero no quiso acompañarme al velorio, de modo que me hice la ofendida y con toda seriedad le dije que no podía hablar porque estaba en el velorio y me despedí muy seria. Y volví a ti como si nada hubiese pasado.

Al poco rato, sabiendo que no tendríamos más interupciones y sin previo aviso empezamos a fantasear, yo tomé el rol de la viuda y tú el médico de cabecera de la familia, el que había "tratado" a mi difunto marido. Así que con esa forma tan divertida que tenemos para conectarnos, sin ponernos de acuerdo y solo improvisando jugamos a la viuda alegre y al médico pendejo, supuesto amigo del difunto. Me sacaste tan solo el pantalón, me desabroché un solo botón de mi saco formal color negro y aún con la bufanda puesta fui tuya una vez más. Si alguien me hubiera podido ver de la cintura hacia arriba me veía muy decente y con el maquillaje intacto, inclusive dando lástima por el resfrío. Y lo hicimos en todos los rincones de tu dormitorio y en muchas poses, aunque la que fue frente al espejo fue la mejor. No sé de dónde sacamos tanta energía. Somos un par de locos y sin duda alguna disfrutamos al máximo cada movimiento por más insignificante que parezca. Es interesante la forma como terminamos, nos sorprendemos de lo bien que la pasamos. Déjame decirte que tus caricias tenían una peculiaridad esa noche, las sentí con mayor pasión de lo habitual. Contradictoriamente también sentí que ese sería nuestro último encuentro. Al terminar nuevamente pude respirar sin dificultad, me pareció curioso, era como si el sexo fuese el antídoto para mi resfriado, le dije adiós a la terrible congestión nasal que me venía asediando semanas atrás. Sinceramente hasta ahora no entiendo qué rayos tienes, pero tienes un poder increible para hacerme sentir deseada, muy cómoda, sin tapujos, libre y sumamente satisfecha...por todo eso "gracias".

De regreso a casa mientras iba sola en el taxi, me animé a llamarlo, él me contestó casi entre sueños, yo con seriedad le dije que ya estaba yendo a mi casa, él asumió que recién salía del velorio. Al llegar a casa esperaba no encontrarme con mi madre pues seguramente el olor de la ganya estaba adherida a mi ropa y cómo podría explicar que "alguien" estuvo consumiendo algo de esa plantita sagrada mientras acompañábamos a la familia de la difunta...no ni hablar, no había forma de que eso sea creíble. Felizmente no hubo necesidad de justificar ese olor característico, así que subí a mi dormitorio, te informé que estaba en casa sana y salva y me acosté a descansar luego de la sesión llena de energía que tuvimos. La viuda alegre estaba resfriada pero su doctor de cabecera le dio la solución más económica y divertida para su problema de congestión nasal. Nadie habló del "difunto" y ambos terminamos felices.

Mi resfriado, tu bienvenida y el tratamiento

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Mientras estuve de viaje me resfrié. Tú no siempre eres mi medicina pero resultas ser un buen aliciente cuando puedo compartir tiempo contigo. En realidad más que cuando me recetas algo para calmar alguna dolencia, me recupero más rápido cuando me haces reír. Es que así eres tú, tienes una habilidad especial para nunca estar enojado y además de eso hacerme reír por cualquier cosa. Debe ser por eso que resulta muy agradable pasar tiempo a tu lado o escucharte por teléfono sin cansarme.

En fin faltaban aún dos días para mi retorno y yo no paraba de toser, sobre todo cuando intentaba descansar. Era de verdad insoportable. De modo que por teléfono me recetaste que tome unas cuantas pastillas para la alergia. Las tomé tal como me recetaste pero hubo un pequeño detalle, no dejé de disfrutar del importante evento al que asistí, así que la enfermita, por la noche tomó vino, cuba libre, whisky, agua helada, cerveza, champagne, gaseosa y bailó hasta el cansancio. Y por si fuera poco se le ocurrió la grandiosa idea de llegar al hotel a las tres y media de la mañana para disfrutar del jacuzzi, las sales y las burbujas. Es que en serio, no podía ir a dormir con el cuerpo sudado. Ya lo sé, de cochino nadie se ha muerto pero yo no pude con mi genio, no quería imaginar ponerme la pijama estando así. Luego el aire acondicionado me remató y allí estaba yo, seis días después de regreso a mi ciudad con un resfriado indeseable, tosiendo como tuberculosa y con un terrible malestar en todo el cuerpo. Obviamente tú, mi médico de cabecera, no me dejó en ningún instante. Varias veces me llamabas para consultarme cómo seguía y darme tus sabias indicaciones. Como no notabas mi mejoría, una mañana me dijiste: "Pero corazoncito cómo quieres sanarte si no te cuidas" y ni mi cara de niña diciendo "yo no fui" pudo salvarme de ese terrible resfrío.

Hacía dos días que había regresado y ya me sacaba de quicio el hecho de seguir enferma. Tú también estabas preocupado de modo que me sugeriste que me coloque un par de inyecciones. Al inicio tuve temor, pero la verdad ya no soportaba el malestar así que acepté tu propuesta y fui a verte pues me ofreciste darme tres ampollas. Cuando me las entregaste me preguntaste si tenía quién me las coloque y te dije que sí (pensé en una amiga obstetra pero para la noche) o si no podría ir a alguna farmacia para que me las coloquen. Me respondiste que en las farmacias ya no daban ese servicio pues estaba restringido así que te ofreciste a colocármelas tú. Sin embargo, ya era muy tarde y tenías que ir a recoger del jardín a tu pequeña entonces me propusiste vernos en un par de horas en tu casa. Yo estaba con tanto malestar que lo único que deseaba era recuperar mi salud a costa del dolor que podían causarme esas inyecciones.

Cerca de las tres de la tarde estaba yo llegando a tu casa, por primera vez, a plena luz del día e ingresando por la puerta principal como gente decente, no como acostumbraba hacerlo por la cochera a altas horas de la noche y siempre como camuflada. Entonces esta particularidad me llamó la atención, bueno ya una vez hace un tiempo una tarde también ingresé por la entrada de la sala cuando estaban tus papás en casa descansando, luego de un compromiso. Esta vez era diferente, estabas solo en casa, tus papás habían viajado y nos sentamos en tu sala, como gente normal. Saqué las inyecciones de mi cartera y te entregué una. Me preguntaste si era alérgica a la penicilina y te dije que no, me volviste a preguntar y te dije que creía que no, una vez más hiciste la misma interrogante y me estabas empezando a caer pesado, respondí que no sabía, no estaba segura, pensaba que no. Entonces con toda la seriedad del mundo me dijiste que no podías arriesgarte a ponerme esa inyección porque si era alérgica podía hasta morirme y la única forma de saberlo era haciéndome la prueba pero sólo la podían hacer en el hospital...¿Conclusión?...No habría inyección.

No obstante, parecía que muy poco te interesaba mi salud esa tarde, me tenías frente tuyo después de varios días así que lo único que había en tu cabeza (y no sólo allí) eran tus ganas de poseerme y hacerme tuya una vez más. Y te pedí de muchas maneras que dejemos eso para otro día, pues realmente el malestar de mi resfriado era terrible. Pero más podía tu deseo y me besaste pese a los tantos discursos anteriores en los que habíamos llegado a la conclusión de que los besos entre nosotros no existían. Cerraste la cortina, quedó un ambiente romántico, casi oscuro, pusiste música de la radio. Unas cuantas rendijas permitían que ingresen algunos rayos de sol. Y sin haberlo premeditado y sin haber llegado a tu casa predispuesta a hacerlo, allí estaba yo, siendo tuya nuevamente. Esta vez tu mueble grande era el lugar perfecto para nuestro efímero encuentro. Me sacaste todas las prendas, tú te sacaste las tuyas y lo hicimos. Fue súper bueno. Creo que además de tener tanta compatibilidad entre nosotros y nuestros cuerpos, eres tú el que me hace sentir viva, deseada, y siempre sabes hacer lo necesario para que el placer se sienta desde el último dedo de mis pies hasta el cabello más largo de mi cabellera. Eres increíble, por eso me encantas tanto y disfruto hacerlo contigo. Mientras retomábamos el aire y nos vestíamos, me preguntaste si antes lo había hecho con alguien en una sala y me reí, por la confianza que te tengo te dije que efectivamente ya lo había hecho, tú dijiste que era tu primera vez, yo no te creí. Y seguro menos me creíste tú cuando te confesé que yo nunca lo había hecho así pero en casa ajena, esa si era mi primera vez.

Cuando terminamos, yo no lo podía creer, eran cerca de las cuatro de la tarde y la mayor parte del tiempo no hice más que fornicar contigo sin haber encontrado solución para mi resfrío. Bueno a decir verdad, mi respiración se volvió más despejada. Me dejaste con una sonrisa en el rostro y una y mil veces decía en mi mente "¿Cómo es que tienes ese poder para hacerme sentir tan bien siempre?". Ya nos teníamos que despedir, tú tenías que dictar clases, yo tenía también que trabajar... ¿Y la inyección?... ¿Cuál de las dos?... la verdadera, la del resfrío.....Dijiste que sería mejor que tome unas pastillas, fuiste a tu almacén, sacaste cuatro cajas y me las diste dándome las indicaciones de cómo tomarlas. Mientras salíamos, sentía que era muy agradable y tenía un toque especial el hecho de salir de tu casa a plena luz, actuando como quien no tiene nada que esconder y despidiéndonos con un beso en la mejilla como diciendo "Aquí no pasó nada" a los que podían afuera observarnos aunque nuestros ojos libidinosos decían lo contrario mientras cruzábamos miradas de despedida.

Yo no soy una Loba

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Cuando por primera vez escuché esta canción, me reí. Cuando escuché con detenimiento la letra imaginé que se la cantaba a tu enamorada. Bueno no somos amigas, pero de vista si nos conocemos. Ella es una sobrada y no me saluda pese a que en alguna ocasión me la presentó su prima que es mi amiga. A mí nunca me cayó bien tu enamorada o novia o casi esposa. Antes de conocerte, la conocí a ella y siempre me ha caido mal, no sé por qué. Su mirada, su trato, no lo sé. Quizá soy prejuiciosa porque no la he tratado y ya me cae mal, pero bueno eso es lo que he sentido. Cuando te conocí, no sabía que estabas con ella.

Sin embargo, es verdad, yo no soy una loba; y, tranquilamente podría decirle: "¿Qué tiene de malo que me lo prestes una noche y que me lleve a pasear en su coche?". Bueno nunca me llevas a pasear, pero muchas veces me has llevado a casa o me has recogido en tu auto y antes también en tu camioneta. No hemos ido nunca ni al cine ni al teatro pero hemos llegado a la conclusión de que tenemos gustos muy similares en esos temas.

Y continúo con la letra de la canción y me pregunto también, ¿qué tiene de malo si sólo como amigos andamos?, bueno nunca nos exhibimos pues nuestros encuentros por lo general son en tu casa o en contadas ocasiones en hoteles muy caletas. Pero ni nos besamos, sólo la pasamos bien y seguimos siendo patas.

En realidad nunca me has comprado nada. Hemos bailado una sola vez pero sí hemos ido a un lugar que nos gusta para tomar unos traguitos y escuchar buena música mientras conversamos, es más fue allí donde nos conocimos. ¿Qué tiene de malo que quieras abrazarme y acariciarme el cabello?... me encanta cuando admiras mi cabello rizado y hasta me pides la receta que utilizo para cuidarlo.

Gracias a Dios aún no eres su marido y yo no pretendo ser su amiga confiable. De modo que en vista que nada de eso ocurre: YO NO SOY UNA LOBA, no pienso comerte, no voy a desfilar tus carnes ni le mandaré tus huesos. No pienso robarte, no voy a devorarte así que ella no debe preocuparse.

Aunque siempre pienso que no quiero tener una relación contigo y como amigos me siento súper bien igual me pongo a pensar cómo es que eres con ella. ¿Disfrutas el sexo con ella?, ¿Por qué siempre tu afán de tener algo conmigo?, ¿Por qué la pasamos tan bien juntos?, ¿y ella?... ¿por qué no prefieres pasar ese tiempo con ella si en realidad es ella tu enamorada?. Nunca la mencionas, no hablas de ella, yo pienso que la quieres, solo una vez los he visto juntos y de la mano pero no sé qué tal se llevan. Sin embargo, una vez una amiga me contó que los vio juntos haciendo compras, y a leguas se notaba que no se llevaban nada bien, me dijo que tú eras seco con ella. Por el contrario yo siempre te cuento cómo me va con mi "Amorcito", o lo mal que me siento cuando estamos distanciados, aunque tú bien sabes que él y yo aún no hemos regresado, pero tú nunca tocas el tema respecto a ella. Así que no sé qué tal se llevan, a veces cuando te lo he preguntado, te has limitado a responder que si la quieres. Yo no sé. Bueno a lo mejor te ocurre lo que me pasa a mí, la quieres pero disfrutas más el sexo conmigo. Para serte sincera, cuando lo hago contigo es placer total, cuando lo hago con él, es amor, siento una felicidad diferente, es más completo pese a que no necesariamente sienta placer netamente sexual, me siento feliz entre sus brazos, disfruto sus besos suaves o apasionados, él me sube a las nubes con tan solo tenerme abrazadita. Yo la única diferencia de peso que encuentro entre tú y él, es que contigo jamás peleo, quizá también sea porque entre tú y yo no existe ningún vínculo sentimental de por medio...¿o si?

Es extraño saber que tienes sexo con ella y conmigo; y, espero que con nadie más. Claro, tampoco estoy en el derecho de exigirte. Una vez me sentí super rara cuando se cayó algo al costado de tu cama, a lado de la pared y encontré dos envases de condones, uno era el que habíamos usado minutos antes pero ¿el otro?, me paltié y te pregunté, obviamente no podía estar en el plan de reclamarte pero igual entre risas te hice notar que habían dos empaques aunque sólo habíamos usado uno. Te reiste también y me agradeciste por haber encontrado los empaques. Te pedí que me explicaras por qué te reias y por qué me agradecías. Y allí me contaste que tu enamorada era la que hacía el aseo de tu habitación y que hubiese sido terrible si ella encontraba esas dos pistas. Seguramente uno habías usado con ella, pero ¿dos?. O quien sabe ni siquiera lo habías usado con ella. Me pareció super extraño y hasta cierto punto patético que tu enamorada haga labores de empleada en tu casa, específicamente en tu dormitorio. Yo no sé, pero sinceramente no me veo así de asendosa y aunque esté muy enamorada de mi "Amorcito", nunca he tenido ni siquiera la idea de alguna vez pasar un plumero para limpiar si es que hubiera polvo en su escritorio. En fin, cada loco con su tema, el hecho es que quiero que quede claro que yo no pienso robarte y YO NO SOY UNA LOBA...¡NO!.

Una sorpresa y la pérdida de su última castidad

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Hasta esa noche me habías jurado que jamás lo habías hecho con alguien por la parte prohibida, yo tenía mis serias dudas por el historial que te manejas y la mentalidad tan desinhibida que tienes respecto al sexo. Pero como no había prueba que pudiese acreditar tu juramento, tenías el beneficio de la duda, es decir, no pensaba que me mentías pero tampoco estaba cien por ciento segura de que fueses casto en esa poco común pose. Sé que para muchos (hablo de hombres y mujeres) les parece una cosa extremadamente atrevida, inclusive creo que es algo que no cualquier mujer decide experimentar. A lo mejor es el sueño dorado de muchos hombres, pero el que no siempre logran realizar. Para nosotras es un tema muy delicado, poco experimentado y escasamente hablado. En este sentido no soy quien ha practicado de todo pero si soy de las personas que aman experimentar y descubrir lo nuevo para aumentar el goce propio y de su pareja.

Yo ya lo había vivido hace unos años con mi primer enamorado, luego de buen tiempo de relación en unas dos o tres ocasiones y después de muchos anales (hablo de años) hace cuatro días lo experimenté también con mi "Amorcito". Me sentía una "pendeibis" al estar a punto de ofrecerte tal menú para esa noche, sobre todo por el corto y reciente tiempo de haberlo hecho también con él. Lo sé, sigo teniendo el status de promiscua, dos en menos de una semana. Bueno no me arrepiento, aunque esa noche me moría de la risa por ese pequeño detalle. Mis imaginarios cachitos de diablilla se asomaban sobre mi frente mientras te tenía en frente mío a punto de hacerte debutar por ese nuevo lugar. Estaba segura que no rechazarías la oferta. Y así fue, no lo hiciste.

Pocos días antes habías experimentado tremendo placer gracias al Halls y cuando creías que esa fue la máxima expresión de placer, estabas a punto de conocer ese otro mundo, totalmente nuevo para ti. Parecías un niño pequeño emocionado con su nuevo juguete aunque al mismo tiempo vi tu cara de curiosidad mezclada con temor. Suena gracioso pero en serio tenías temor, luego me dijiste que tenías miedo de causarme dolor. Imagino que en realidad fue algo más que eso. Yo sentía que tenía al toro por las astas, era la primera vez que sentía eso contigo. Bueno la segunda, pues esa vez que tuvimos la sesión con el Halls también sentí que yo era quien llevaba el control de la situación.

Esta vez también habíamos bebido whisky, tú fumaste algo de tu ganya y yo di solo una pitada, no sentí nada. Aunque según tú, el efecto de solo inhalar el humo que tú exhalabas, hacía que yo me hornee pues yo me reía de todo, bueno ambos nos reíamos mucho. Por lo tanto, en medio de ese ambiente me sentí muy relajada, no tuve miedo al dolor y me entregué a ti. Tú por tu parte, luego me confesaste que por un momento creíste que yo estaba jugando contigo, que buscaba seguramente solo emocionarte y que luego te diría que mejor no lo hagamos por allí. Sorpresa la tuya cuando supiste que estaba ocurriendo. El erudito doctor en este tipo de artes y placeres, estaba a punto de, por primera vez, experimentar el sexo anal. Tuviste miedo al inicio, pero no cabe duda de que fue riquísimo. Una vez que logramos acomodarnos, la pasamos súper bien. Ambos lo disfrutamos, fue placer total. La música estaba divina como siempre. Sabía que la estabas pasando bien porque se te escuchaba muy bien. Realmente duramos mucho y tú estabas en la gloria. Jamás te había visto tan satisfecho. Estabas feliz. Yo por mi parte también me sentía súper.

Luego de esa agradable faena, que tenía la peculiar característica de haber sido la causante de tu debut por ese lado, nos pusimos a charlar. Y así ocurre, el tiempo trascurre y no nos interesa casi nunca, salvo cuando en determinado instante recuerdo que debo regresar a mi casa, por lo general eso sucede cuando tengo sueño y ya tengo ganas de acomodarme para dormir en tu cama, pero sé que no es mi lugar así que en ese preciso momento es cuando te pido que me llames un taxi para irme.

Mientras tanto estuvimos conversando de todo un poco. Y en medio de las aventuras que me contabas, mencionaste a una ex enamorada tuya con quien estuviste cuando eras un adolescente. No presté importancia al nombre y te escuché como quien escucha una experiencia más. Hasta que nuevamente mencionaste el nombre y me preguntaste: "¿La conoces?", estaba a punto de responder en automático un "No" pero algo me hizo regresar a la Tierra y te pedí que repitieras el nombre. Efectivamente la conocía, claro que la conocía, era la hermana mayor de una amiga mía. Bueno no había de qué extrañarse era tu contemporánea. Pero actualmente tú con tu cara de niño te seguías viendo muy criatura a lado de ella. Ella ya está casada, tiene sus hijitos y se la ve toda una Madre. Y tú aún pareces un chiquillo, aunque no lo eres. No tenía la más mínima idea de que el Meteorito estaba a punto de estallar contra la Tierra. Y entonces se fue acercando, me dijiste que conocías también a mi amiga, la misma que había sido mi compañera del cole, una de mis mejores amigas. ¿Tan chiquito podía ser el mundo?, bueno hasta ese momento no había nada de extraordinario, solo que coincidentemente eras el compañero de promo del hermano mayor de mi hasta ahora mejor amiga y a la vez eras el ex de la hermana de quien fue una de mis mejores amigas en la secundaria. ¡Semejante enredo! Pero eso no era todo...Tuviste la nula caballerosidad para decirme que habías tenido también relaciones con mi amiga, yo me quedé fría, sentí que estaba en lo que podría ser el limbo, el Meteorito acaba de estrellarse contra la Tierra. Yo no salía del shock ni de mi asombro, mientras me contabas que la habías conocido prácticamente desde que nació. Yo intentaba seguirte en la conversación como aparentando naturalidad y que me interesaba lo que contabas pero no dejaba de pensar que también habías "tirado" con ella. Estaba molesta, creo que en el fondo tenía celos. Me diste los detalles, primero fuiste enamorado por tres años con la hermana de ella. Que cuando mi amiga era una bebe tú jugabas mucho con ella y que cuando terminaste con su hermana te causó mucha pena alejarte de mi amiga que para ese entonces era una adorable niña de cuatro años. Los años pasaron, cada quien siguió con sus asuntos, hasta que por cosas del destino, volvieron a verse, ella ya era casi una quinceañera, estaba muy bonita. La miraste con ojos de hombre, atrás quedó el encantador adolescente que jugaba con la niña. Yo en ese instante del relato, tenía sentimientos encontrados, por un lado quería ponerte un esparadrapo en la boca para que te detengas con tu historia, pero al mismo tiempo quería saber qué más había ocurrido. Intentaba también hacer memoria cuando me dijiste que estuviste en la fiesta de Quince Años que se celebró en su casa. Fue una fiesta simple, todos vestidos de sport, naturalmente los invitados eran chicos y chicas, creo que hubo luces sicodélicas y el ambiente estuvo oscuro. Era demasiada información para mi cerebro, ya han pasado más de 12 años y no lograba recordar exactamente la fiesta pero estaba y estoy segura que estuve allí, un evento más donde estuvimos juntos pero no nos conocimos antes. Dices que ella estuvo feliz de verte, y tú también de verla a ella. Y que en determinado momento de la fiesta le dijiste que te sentías aburrido, que era mejor que ustedes dos vayan a otro lugar. Ella aceptó. La verdad no sé en qué momento, imagino que cuando todas muy lindas señoritas de sus casas, nos retiramos a nuestros hogares antes de las ocho de la noche. Le propusiste ir a tomar, supuestamente ella no tomaba pero la convenciste, obviamente tu objetivo final era "tirártela" pero te disfrazaste de corderito...Tremendo Lobo. Ella se emborrachó, eso es lo que me cuentas. Y luego fueron a un hotel, fue su primera vez, me lo contaste como tu logro. Yo quería vomitar...¿Mi amante había tenido relaciones también con una amiga mía?...¡Santo Dios!, fue inevitable preguntarte si acaso no te habías acostado con alguien más de mi promoción y reímos. Pero para mí no era gracioso, yo aparentaba estar muy fresh con tu narración, pero la verdad era que por dentro echaba chispas. Mi sonrisa era la más hipócrita que pude tener, tú no la notaste. Tu relato continuó, describiste sus enormes ojos verdes y tu sonrisa de oreja a oreja no podía impedir que demuestres el inmenso cariño y placer con el que recordabas esa noche. Y no pude más. Me sacudí del estallido Meteorito - Tierra y te dije: "No es necesario que me des detalles. ¿Así eres normalmente?...Espero algún día no resultes contando lo que hacemos tú y yo porque sería muy poco caballero de tu parte". Ese comentario muy a mi estilo fue suficiente para que te dieras cuenta que estabas siendo infidente y por fin terminaste el relato. Fue entonces que con toda la seriedad del mundo juraste que jamás lo harías y que si bien es cierto con ella pasaste un momento muy bonito, nada se compara a todo lo que estabas viviendo conmigo y nuestros inumerables encuentros "fuera de serie". Sólo agregaste que hasta ahora ella y tú son muy buenos amigos, que a veces inclusive te llama pese a que está viviendo en otra ciudad. Yo no podía creerlo, ¿la santurrona, la que rezaba, la que hablaba de Dios todo el tiempo, la que decía que tal o cual cosa era pecado, la que no podía escuchar ni una mala palabra y menos pronunciarla, había tirado a los quince años y luego pudo seguir aparentando que era la santa, pura, virgen y casta????...Entonces a mí me debieron beatificar hace mucho tiempo. Y más cólera me daba porque en ese entonces éramos amigas, muy amigas. Yo fui quien la animó a aceptar a su primer enamorado, fue toda una ceremonia que la señorita le dé su primer beso al muchacho. Me sentí traicionada ¿cómo no me pudo contar que ya no era virgen, que lo había hecho?...después saqué bien mis cuentas, hice memoria y para cuarto de secundaria ya no éramos amigas tan cercanas, eso me alivió en algo la traición pero no dejaba de fastidiarme que también lo hayas hecho con ella.

Tu relato fue suficiente Matapasiones, te pedí que ahora si llamaras un taxi. Y así concluía una noche donde fui la culpable del robo de tu última castidad y una vez más la vida me enseñaba que en esta vida todo es posible y nadie sabe lo de nadie. Bueno al fin de cuentas eso es lo rico de la vida, poder vivir, hacer mil cosas, pensar un millón más y pese a eso poder venderle al mundo la imagen que queremos que vean de nosotros. Nadie tiene por qué ser nuestro colchón, no es necesario desnudar el alma ante el mundo entero, cada quien hace o piensa según lo que le plazca, de modo que ella estaba en su derecho. Y yo esa noche estaba en todo mi derecho de quitarte tu última castidad.

Peligrosa aceptación, mi primera vez

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Me invitaste para vernos por la noche en tu casa. ¿Una vez más? Bueno acepté, luego mientras transcurrían las horas me estaba desanimando. Cuando volviste a llamar te dije que mejor otro día. Eso no se puede hacer contigo, eres persistente en todo y para insistir sin caer pesado, eres excelente. Era un jueves y me dijiste que no podía hacerte eso, pues temprano ya te había dicho si y no podías a estas alturas cambiar todo tu itinerario pues inclusive te habías tomado la molestia de cancelar un examen a tus alumnos y se los postergaste para el día siguiente. No sé si era cierto o no pero me convenciste. Bueno ya qué importaba, la pasaba siempre bien contigo.

Mi "amorcito" llegó a verme para pagar el consumo de su celular. No nos habíamos visto desde la última discusión hace casi una semana. Días anteriores, vía telefónica le había prometido que mi actitud con él iba a cambiar, así que era momento de demostrar con actos el lindo discurso. Llegó cuando recién había salido de la ducha y estaba vistiéndome. Escogí una blusa roja con un escote muy provocativo, normalmente no la uso porque justamente tiene ese detalle o me coloco una prenda debajo para disimular. Sin embargo, para esa noche estaría perfecta y si tú me verías más tarde con ese atuendo mucho mejor. Todo estaba bien hasta que le contestó a su amiga, intuí quién fue pero no se lo dije. En realidad es una chica que tiene enamorado pero siempre lo busca o lo llama, en el fondo quiere algo con él. Por lo que él respondía, entendí que se verían en el centro comercial. Cuando le pregunté qué haría allá, su respuesta fue evasiva y lo confirmé, estaba segura que se vería con ella. Lo conozco tanto que sé que cuando va a hacer algo que no tiene por qué ocultar, me dice todo con puntos y comas. Sin embargo, cuando se trata de verse con alguna de sus amiguitas, evita dar mayor información, como ocultando. Me dio cólera, no sé si irían al cine o algo así. Luego pensé que yo era el colmo, me estaba enfadando porque él que aún era mi amigo saldría con una chica mientras yo me estaba alistando para ser tuya en unas horas. Así soy de egoísta con él.

Bueno, mi rostro cambió, estaba evidentemente enojada. Me peiné delante de él, aún con el cabello mojado. Vio una vez más, mi proceso de cambio, desde estar con la cara lavada, recién salida de la ducha hasta el maquillaje casi profesional. Mientras le daba color a mis párpados, él me indicó que el color estaba muy intenso. Eso me fastidió y le dije: "Yo me pinto como quiero y así me gusta, además tú no eres el que me va a ver esta noche". Con ese comentario le hice saber que yo también tenía planes para verme con alguien. Fue fácil notar que tampoco le gustó. Así no vale, él también quiere practicar la Ley del Embudo, obviamente, lo ancho para él de ese modo sí puede salir con sus amigas y yo no puedo salir con nadie. ¡Qué tal gracia! Se quedó en silencio un momento, mientras craneaba lo que le había dicho. Y respondió: "Yo te lo digo para que te veas más linda, porque me gusta que te veas bien". Luego me increpó que otra vez estábamos discutiendo y que no entendía mi actitud. Entonces dije sonriendo con sarcasmo: "Tienes toda la razón, mil disculpas. Mira, las cosas para mí están muy claras. Tú y yo no estamos, no somos pareja, por lo tanto cada quien puede salir con quien le plazca, el día y la hora que desee. Entonces tú anda al centro comercial a hacer no sé qué cosa con tu amiga, y yo saldré con la persona que he quedado". Alguna vez él me dijo que no le gustaría saber que yo tengo relaciones con otra persona. Sin embargo, estaba claro que él si las tenía, inclusive a veces me lo había contado y no sólo con una aunque no sé cada qué tiempo. Le hice saber que así como alguna vez me dijo eso, entonces seguramente no le gustaría saber qué es lo que realmente hacía yo. Y con ironía le pregunté si acaso quería que le cuente lo que hago y con quién. Y volví a lanzar la flecha, creo que esta vez le llegó al corazón o a su ego masculino. Estaba casi confirmándole que efectivamente yo estaba teniendo algo con alguien, no necesariamente algo sentimental pero sí íntimo ¿Tenía derecho a molestarse?... Seguíamos teniendo el status de amigos y hacía más de siete meses que nosotros no teníamos intimidad. Sus ojos me miraron con tristeza, yo preferí no dejarme llevar por el sentimentalismo.

Él me estaba esperando para ir juntos, íbamos casi por la misma ruta. Su amiga lo llamaba desesperada. Yo me demoraba a propósito en alistarme. Él me esperaba con paciencia. Se enredó mi cadena, la arregló, hizo el intento de ponérmela, yo la cogí y me la puse sola. Al notar mi esmero en alistarme él tuvo celos. Me coloqué el saco y cubrí el atrevido escote con una chalina roja pues hacía frío. Me sentí especialmente guapa esa noche o así querían verme mis ojos en el espejo. Con ese atuendo nadie imaginaría que por dentro llevaba puesta esa blusa y el hilo dental fucsia. Mientras yo retocaba mis uñas me llamó mi tía, iría a recogerme en su auto para ir a ver a una clienta. Le pedí disculpas a él por la espera inoficiosa. Comprendió sin reclamarme nada. No obstante, se fue notablemente fastidiado pues una vez más habíamos discutido por tonterías, peor que enamorados. Me fastidió que se despidiera casi por cumplir con un leve beso en la mejilla y agregó: "No te preocupes, yo cierro las puertas sino te vas a malograr las uñas recién pintadas" y se fue.

Más tarde, mientras le hablaba a mi clienta, tú llamaste varias veces. Yo intentaba hacer rápido mi trabajo para llegar temprano a verte. Llamaste haciéndome saber que se te había pinchado una llanta; demorarías en llegar a tu casa un poquito más de lo previsto. Yo no tenía problemas con tu demora, pues aún no me desocupaba. Volviste a llamar y no paraste hasta asegurarte que por fin estaba camino a tu casa. Pero, antes de tomar el taxi compré galletas para saciar mi hambre. No había cenado. Cuando vi los halls los compré con la intención de más tarde usarlos para lograr tu mayor placer.

El ingreso, el saludo y llegar hasta tu habitación fue como siempre: con el miedo de ser descubierta por tus padres. Ya todo era muy familiar; tu habitación ordenada, la luz tenue casi romántica, tu casual pijama, la tranquilidad del ambiente, tu música A-1, el grande espejo frente a tu cama, donde puedo verme todo el tiempo mientras hablamos y estoy apoyada en una almohada contra la pared o con un uso más erótico cuando sirve de afrodisiaco disfrutando mirarnos allí al hacerlo. Me sentía fresca por el reciente baño. Tenía frío pero estaba contenta, relajada. Siempre sé que contigo nunca me enojo, sólo reímos, tenemos amenas conversaciones y en el peor de los casos me pongo algo feeling nada más, pero nunca hay discusiones. Sacaste un whisky etiqueta negra con una simpática presentación en una caja de cuero. De pronto recibí una llamada, era jueves de modo que debía casi obligada que atender a mi clienta. Eran casi las diez de la noche y no podía dejarlo para el día siguiente. Tu lap top tenía internet pero no el programa que yo necesitaba para hacer mi trabajo. Entonces decidí llamar a mi mejor amigo que vive en otra ciudad para pedirle que me ayude. Él jamás dice no puedo, es muy servicial. Todo ese trámite me demoró más de media hora, tú fuiste paciente o al menos eso aparentaste.

Luego cuando por fin estuve disponible, empezamos a conversar y a reír como siempre. Fumamos un cigarrillo. También pusiste un par de sensuales canciones que yo te había pasado hace unas semanas por internet. Poco a poco me iba desvistiendo, me saqué el brasier para estar más cómoda y continué con la escotada blusa puesta. Esa es tu característica frase: "Ponte cómoda". Eso dices cuando quieres que me desvista. Me abrigué con la mantita que tienes sobre tu cama y seguíamos conversando. Lo hicimos, fue rico. Sigue siendo extraño entregarnos, contarnos nuestras cosas, no enamorarnos y seguir siendo amigos. Existe confianza, hay química, me encanta eso. Somos exactamente lo que significa el título de la película que alguna vez me recomendaste "Amigos con derechos".

Me contaste que esa mañana te habías visto con un amigo del colegio con quien no te veías hace muchos años. Me mostraste tu gran tesoro que este muchacho te regaló. Era hierba, marihuana, perdón así suena feo, lo siento. Es que no recuerdo el nombre que utilizas para referirte a ella. Creo que es cannabis. ¿Así suena más bonito verdad?, bueno a fin de cuentas es la misma vaina. Ambos somos adultos, no era la primera vez que fumabas delante de mí. Te daba risa y decías que mientras tú fumabas, yo me "horneaba". La primera vez si debo confesar que me sentí rara, no por el efecto sino rara de tener frente mío a alguien que estaba consumiendo algún tipo de estupefaciente, esa cosita que en mi entorno se relaciona sólo con la gente mala o a la que tiene "problemas". He sido muy prejuiciosa, lo sé. Pero ya era la no sé qué vez que fumabas cuando estabas conmigo, era algo que no me gustaba. En primer lugar por el olor, y en segundo, porque esa planta te ponía lento y me aburría cuando eso ocurría. Sin embargo, igual había aprendido a tolerar y respetar tu decisión. Además que, al menos frente a mí, sólo dabas unas dos o tres pitadas. Recuerdo que la primera vez que lo hiciste me pediste permiso, digamos que si yo te decía que no lo hagas porque yo estaba allí, no lo hubieses hecho. Entonces tu cannabis y yo ya nos habíamos familiarizado hace mucho tiempo aunque aún yo no lo pasaba, digamos que lo miraba feo, como cuando alguien que no conoces ni has tratado mucho no te cae muy bien.
Te veías muy curioso con tu pequeña pipa que no recuerdo si tiene un nombre especial. Es bonita y la guardas junto con tu hierba de una manera muy prudente para que nadie te la encuentre. Alguna vez me contaste que a tu enamorada no le gusta que fumes delante de ella y no sé si piensa que no lo haces o si tiene conocimiento de que lo haces cuando ella no está. Por otro lado, estaba el tema de tu apariencia social, si la gente sabe que un médico fuma marihuana no pensará que lo hace por una cuestión netamente medicinal, que le reza, que la respeta. La gente pensará "Ese médico es un drogadicto". Yo estaba segura que no lo eras. Creo que no sólo le tienes respeto a tu cannabis, además le tienes mucho aprecio. Te transporta, te libera, te relaja, te ayuda. A decir verdad era la primera vez que conocía a alguien sobresaliente que la fumaba y no lo veía con el ojo y dedo acusador para decirle "Drogadicto", no me dabas pena. Al contrario, en realidad te admiraba, no porque fumaras sino porque tienes muchas aristas positivas además me caes bien, eres mi pata.

Repentinamente te pedí que me invitaras. Me animé porque esta vez tu cannabis no apestaba. Era de "la buena" como dirían algunos. Me miraste con asombro y con una sonrisa cómplice, me preguntaste si estaba segura, te dije que sí. Sólo quería saber qué se siente. Como dicen la curiosidad mató al gato. Y esta gatita quería experimentar, tenía algo de miedo, pero al mismo tiempo quería saber de qué se trataba esa cosa que nuestros padres, los adultos y los profesores toda la vida nos dicen que no se debe ni siquiera intentar probar. Y lo hice. Aspiré de tu pipa o como se llame. Me indicabas que lo haga muy fuerte, intenté hacerlo, no sé si lo hice bien. No sentí nada, no había sabor feo, no olía mal. Hubo un pequeño ardor, casi imperceptible en la nariz, boca y garganta, como una cosquillita rica. Exhalé prácticamente nada. Insisto no sé si lo hice bien o no, sólo sé que la probé. Tenías curiosidad por saber lo que sentía, yo no sabía con palabras cómo describírtelo y de repente nunca tenga las palabras adecuadas para expresar exactamente lo que ocurrió en mi cuerpo. Es que tengo un no tan preciso recuerdo pues para ese momento estaba cansada y ya habíamos tomado varios vasos de whisky. Volví a fumar, el tema es que al poco rato me sentía lenta, muuuyyy lenta.

Quise sacarme el sabor extraño pero no feo de la boca y cogí el muy bien visto después de esa noche "Halls". Fue entonces que con el caramelito fresco en mi boca te pregunté si deseabas que te haga sexo oral. Ya en otras ocasiones me habías explicado que no es saludable hacerlo sin condón. Inclusive en alguna ocasión intentaste que lo hagamos a tu modo pero yo no soportaba el sabor de jebe ni el lubricante. No me gustaba. De modo que preferíamos no hacerlo porque a mí no me gustaba con ese plástico y tú aducías que sin condón se pueden trasmitir muchas enfermedades, era como hacerlo sin protección por la vía común. Pero esa noche estuve iluminada. Y para beneplácito de ambos, el Halls fue nuestro aliado. No sé si a otras mujeres les ocurre pero a mí me resulta muy excitante hacerlo, me siento extasiada cuando sé que puedo lograr que mi compañero tenga placer. Nunca lo he hecho por obligación. Siempre lo he disfrutado. Y el tema del Halls no era una brillante idea mía. En realidad hace muchos años lo escuché como consejo de Alessandra Rampolla, mi maestra. Entonces las gracias van para ella pero el mérito también es mío, al arriesgarme a hacerlo y al hacer un buen trabajo. Es que tampoco es fácil, una debe tener cuidado para no causar malestar con el inocente caramelito y a la vez no tragárselo. Hace muchísimo tiempo se lo hice a mi enamorado, le encantó pero no sé por qué nunca volví a hacerlo. Yo no tengo falo ni deseo tenerlo y nunca sabré lo que se siente pero la teoría dice que, en circunstancias como esa, éste se encuentra a una temperatura más alta de lo normal y al sentir el contacto de la frescura o frialdad del bendito Halls, además de los movimientos de la lengua y boca, el placer es inevitable. Y esa fue la explicación que esa noche te di, bueno claro luego de comprobar in situ tu reacción positiva al respecto. Estaba contenta de que te sientas bien. No salías de tu asombro cuando te conté que realmente compré esa barrita de Halls a propósito, es decir, debo confesar que efectivamente mi actuar fue con total alevosía. Luego lo hicimos como siempre, pero esos dos nuevos factores alteraron el producto, pero para bien. Tú calificaste nuestro encuentro como el mejor de todos, luego agregaste que fue la vez que habías experimentado mayor placer. Agradezco tu apreciación con esta humilde servidora.

Las risas continuaron, el placer flotaba todo el momento en el ambiente. Sin embargo, como todo lo que empieza tiene que acabar, ya era una hora avanzada y yo debía regresar a casa. Esa era una de las partes que menos me agradaban. Estar abrigadita, pasándola bien o cansada si quieres, pero al fin de cuentas sintiéndome bien, inclusive con ganas de dormir pero cada vez luego de un encuentro de esa naturaleza, mientras tú te quedabas cómodo en tu casa, yo tenía que regresar a mis santos aposentos. Siempre te decía que no era justo porque yo tenía que vestirme, coger mis cosas, salir con el corazón en la mano y el miedo de que me vea alguien más, sentir el frío de la noche, subir al taxi, llegar a casa sigilosamente, subir las gradas, ponerme la pijama, sacarme los lentes de contacto, limpiarme el maquillaje y recién meterme a mi cama; preciso momento en el que te llamaba para avisarte que ya estaba en casa o momento justo en que tú llamabas para preguntar si todo estaba en orden. Odiaba y odio todo ese proceso. Lamentablemente la única forma para que tú padezcas lo que yo, sería que vengas a mi casa y eso sí que lo veo realmente imposible. Sería como una película de suspenso, creo que simplemente no podría ni siquiera hacerlo, me paralizaría con el solo hecho de imaginar que mis padres podrían escucharnos o verte y morir en el intento.

En fin, en el trayecto a mi casa, me seguí sintiendo lenta. Tú le llamas a eso, estar relajada, yo me sentía lenta, tonta hasta para sacar el dinero de mi billetera al momento de pagarle al taxista, haciendo el mejor esfuerzo para poner atención y utilizar todos mis sentidos. Fue extraño, nunca me había sentido así, no me sentía mal, sólo que todo lo que yo hacía era muy lento, y tuve esa sensación todo el tiempo, hasta que logré quedarme dormida. Aunque antes de eso pude mirarme en el espejo, mi rostro se veía extraño, mis ojos estaban ligeramente rojos, mis pupilas estaban diferentes. Sin embargo, no era la típica expresión de una persona que ha ingerido bebidas alcohólicas.

Al despertar al día siguiente, me sentí extrañamente fresca. Estaba contenta, tenía mucha energía. No tenía resaca y me sentía muy bien; no sé si era por el sexo, el whisky, tu cannabis o todos juntos pero me sentía bien. Me había despertado temprano porque tenía algunos asuntos laborales pendientes. Te llamé para preguntarte cómo estabas y creo que en realidad recién te levantabas, te habías quedado dormido. Luego pudimos hablar con más paciencia, me hiciste saber que te sentías muy bien. También te creí porque yo me sentía fabulosa, entonces ¿por qué tú no?. Con esto no quiero decir que la marihuana me dio felicidad, sólo sé que la probé y al siguiente día tuve una reacción distinta a la normal pero positiva. Tampoco pretendo fumarla o que sea parte de mi día a día. Simplemente te explico lo que me ocurrió, lo que sentí. Y luego de experimentar puedo afirmar que tuve una grata experiencia con tu afamada Ganya, no la considero mi amiga, pero fue agradable conocerla.

De contrabando en una casa de familia

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Te había ofrecido prestarte el último libro que compré la semana anterior "El monje que vendió su Ferrari". Era un libro de superación espiritual y estabas interesadísimo en leerlo. Esa mañana me llamaste para saludarme y quedamos que en cualquier hora de la mañana, cuando me desocupe, iría a dejarte el libro en tu nueva oficina. Me llamaste varias veces antes de que pudiese desocuparme, hasta que decidí ir a verte. Estaba subiendo las escaleras y pude ver tu auto estacionado con una de las puertas abiertas, un señor estaba conversando contigo, luego supe que era tu amigo traumatólogo que te estaba examinando. Te llamé y me dijiste que me acerque a tu auto. Mientras bajaba el hombre se despidió de ti. Me invitaste a subir por la puerta del copiloto. Tus lunas polarizadas y el cobertor del parabrisas daban un toque de escondite. No estaba muy presentable porque había caminado mucho durante la mañana y me había vestido de forma muy sencilla. Tú en cambio te veías muy simpático con esa camisa blanca con rayas celestes y jean. Nos saludamos con muy buen ánimo, te entregué el libro y me hiciste escuchar el CD de Orlando Belis, te dije que me agradaba su estilo, tenía un parecido al de Arjona. No podías creer que ya conocía su música. Estabas fascinado con tu nuevo disco y la verdad a mí también me gustaba.

Me contaste que estabas en tu auto porque tenías una contractura en el cuello y habías preferido descansar allí. Me pediste que te haga masajes, yo me reí y te dije que no sabía cómo, me insististe y empecé por el lado derecho de tu cuello. Seguíamos conversando y me dijiste que de verdad estaban siendo efectivos, te sentías más aliviado, increíblemente el dolor estaba desapareciendo. Propusiste que pasemos a la parte trasera para estar más cómodos. Era alrededor del mediodía y hacía un calor insoportable pese a que prendiste el aire acondicionado. Rápidamente te quitaste la camisa y el bivirí. Me sugeriste que me pusiera más cómoda, eso implicaba sacarme la chompa y quedarme sólo en brasier. No acepté y seguí haciéndote los masajes mientras conversábamos, nos reíamos y escuchábamos la música. Te dije que esas canciones eran lindas pero no iban acorde con el ambiente. Lo ideal era escucharlas compartiendo un rico vino en algún lugar tranquilo. El calor se intensificaba, teníamos las ventanas cerradas. Me insistías que me sacara la chompa y lo hice, así estuvimos más cómodos, ambos sólo en jeans. Seguíamos conversando de diversos temas y con toda la naturalidad del mundo empezaste a manipular mi seno derecho, al inicio te detuve. Luego te confesé que era extraño pero no tenía gran sensibilidad en esa zona, cosa rara porque normalmente pienso que la gran mayoría de mujeres si la tienen. Realmente soy más sensible si me besan el cuello, pero no te lo dije. Estabas dispuesto a hacerlo pero yo no quise. Querías ir a traer condones, sin embargo, yo te detuve. Repentinamente hiciste una extraña propuesta, estabas casi seguro que en breves momentos llovería y dijiste: "Si llueve antes de la una lo hacemos", yo me reí y acepté tu graciosa propuesta pues con ese intenso sol habían raras probabilidades de que ocurra aunque el clima en nuestra ciudad es muy impredecible. Al rato mientras conversábamos, mi mano y tu pene estaban jugando. Nos sentíamos sofocados, utilizamos papel para secar el sudor de nuestros rostros. Rogabas que llueva y yo me reía porque me pedías que te ayude a concentrarte para que llueva de una vez. La gente seguía pasando cerca al auto sin que puedan vernos y fue inevitable recordar aquella vez en tu camioneta que también tenía lunas polarizadas. Te llamaron al cel, creo que tenías que hacer algo en tu oficina, nos vestimos rapidísimo, me pediste que te espere, ofreciste llevarme a casa y saliste. Dejé la puerta entreabierta para que ingrese el aire.

Al salir del hospital preferí quedarme sentada en ese asiento, no quería que alguien nos vea salir juntos. Te reías porque decías que parecías mi chofer. Fuimos a un grifo pues necesitabas poner gasolina, bajaste para dejar en la maletera tu bivirí y pagar con tarjeta porque estabas sin efectivo. Te observé con detenimiento, esos lentes de sol te daban un toque muy atractivo, te veías sexy y exitoso con ese atuendo casual. Camino a mi casa, me dijiste que si llovía te estacionarías y me harías el amor y así condujiste esperando que llueva para cumplir la promesa, me invitaste ir en la noche a tu casa luego de las clases que dictabas en la universidad. Lo pensé un momento y finalmente acepté.

Al poco tiempo que estuve almorzando empezó a llover y me reí recordando lo que me habías pedido si llovía. Por la tarde me llamaste para confirmar nuestro encuentro nocturno. Así que en la noche me alisté, llamaste cuando estaba casi por solicitar mi taxi. Tú irías por el vino mientras yo iba a tu casa. Terminamos de hablar, pedí servicio de taxi y llamó mi amor como si presintiera algo, hablándome con voz de bebe me preguntó que si tenía alguna película, le pregunté para qué y me pidió que vaya a su casa para verla juntos. No le mencioné que tenía planes para salir. Sólo le dije que ya eran las nueve de la noche y era muy tarde para ir, además no era muy prudente porque la noche anterior él había tomado y había generado malestar en su casa. Y, como nunca insistió, porque tenía ganas de verme, su hermana había preparado canchita y que en todo caso podía ir a ver la película a mi casa. Yo no lo podía creer, ¡cuántas veces hubiese querido que haga eso! pero tenía que esmerarse y hacerlo justo cuando había quedado contigo. Le puse más excusas y me dijo que terminaría de cenar y luego me llamaría para ver qué hacíamos. Por un momento me sentí culpable, estuve a punto de cancelar tu invitación, moría por pasarla con él. Sin embargo, recordé las enemilveces que yo estuve en su lugar y casualmente recordé el artículo 9º del Código Femenino que señala: Si el hombre que tropezó decide regresar, repita siempre: "Saque número y espere al final de la fila". Entonces llegué a la conclusión de que después de todas las que él me había hecho, esa noche él tenía que volver a sacar ticket y esperar en la cola su turno.

En mi casa indiqué que tenía una reunión, todos me vieron salir muy guapa. Finalmente llegué a tu casa. Tenía que ingresar por el portón de la cochera cual si fuese mercancía de contrabando porque vivías en la misma casa con tus padres y aunque tu dormitorio era prácticamente independiente de la casa, no era nada prudente arriesgarme a que me vean pues primero tenía que pasar por la cocina. Es increíble que me atreviera a ingresar de esa manera. No era la primera vez que hacíamos eso, pero hace mucho que no iba a tu casa. Cuando estuve dentro de tu dormitorio me sentí segura. Tu espacio tenía una magia exquisita, me encantaba que tuvieras el detalle de colocar inciensos, esa noche pusiste pachuli y jazmín. Pese a todo, la pulcritud y el orden de tu habitación hablan muy bien de ti. La luz tenue de tu lámpara y la vela le daban un toque sensual al lugar. Mientras afuera hacías la mezcla del sahumerio y el palo santo me prestaste un libro que explicaba el origen de la masonería, yo estaba encantada, siempre me ha dado curiosidad por saber más al respecto y qué mejor esa manera para saciarla. La música de Belis nos acompañaba, el vino blanco estaba delicioso, no seré una enóloga pero me encanta el buen vino, compartimos esa pasión. El ambiente estaba perfecto, además tú siempre eres un caballero.

Te llamó la mamá de tu hijita, era tu ex y no sólo eso, hace un tiempo supe que era tu ex esposa, es decir, estabas divorciado y pese a que me habían contado ni bien nos conocimos no sé por qué no lo tuve presente antes. Esa información se me borró inexplicablemente de la mente. Lo cierto es que tú ni siquiera lo mencionaste. Recién supe que tú tenías a cargo a tu hijita de lunes a viernes y ella sólo los fines de semana. Eso se me hizo raro pues en una sociedad como la nuestra lo "normal" es lo contrario. Le hiciste saber que la bebe ya estaba durmiendo, por lo que hablaste entendí que tu ex trabajaba fuera de la ciudad, daba la impresión de que se trataban con respeto manteniendo de alguna manera la amistad. Cuando colgaste, ni yo te pregunté al respecto ni tú diste explicación, tampoco tenías por qué hacerlo; así que continuamos como si nada hubiese interrumpido nuestra conversación. Esa noche preferí no preguntarte nada de tu enamorada tampoco.

Te había llevado impresas dos de las historias que he escrito en este blog para ti. Sé que te encanta leer, es una de tus pasiones y no veías la hora de saber de qué se trataban. Me pediste que te lea la primera, así lo hice y nos divertimos mucho recordando esa nuestra primera vez allá en el estacionamiento del hospital. Te emocionabas al escucharme y no salías de tu asombro, pues sin querer te habías convertido en uno de los protagonistas de mis historias. Me confesaste que ese hecho le daba un plus a tu autoestima y hasta te excitaba saber que habías sido motivo de inspiración para mí. Fuiste realmente muy cortés con tu crítica respecto a mi narrativa y te lo agradecí. Yo misma me emocionaba al leer y con mucho entusiasmo le daba énfasis a mi tono de voz cada vez que era necesario. Fue muy divertido. Y la verdad es que estoy encontrando un espacio donde me siento libre, he encontrado en la escritura mi forma de liberación además que es una forma de recapitular lo que hice, ver mis errores, analizar todo en su conjunto para redescubrir mis debilidades, defectos, fortalezas y virtudes para mejorar como persona.

Al rato una cliente me llamó, era tarde pero igual la atendí. Mientras atendía esa llamada, mi amor llamó. No entró su llamada pero me dejó un mensaje de voz que decía: "Alista tus maletas porque nos vamos de viaje, me gané la Tinka, llámame urgente". Me reí con su ocurrencia pues dos días antes lo acompañé a comprar un ticket de lotería, su propuesta era que si ganaba nos iríamos de vacaciones a España. Él para ver jugar al Real Madrid y yo para ir de shopping, previamente pagaría todas mis deudas con la condición de que no vuelva a meterme en problemas de esa naturaleza. Ese es él y también con sus ideas locas me ha conquistado. Decidí no llamarlo y seguir en lo que estábamos. ¿Era una especie de venganza?, me pregunté cuántas veces él había hecho eso conmigo, ¿Cuántas veces pudo contestarme estando desnudo a lado de alguna "amiga de turno"?, ¿Cuántas veces dijo no puedo verte, porque en realidad sabía que tendría una noche de placer con otra persona?, preferí no buscar respuestas, era mejor no embarrar mi mente con tanta porquería.
Poco a poco nos fuimos poniendo cómodos, eso implicaba, sacarnos algunas prendas y seguir conversando, me pediste que me dejara puesta la blusa negra de tela casi trasparente, te excitaba verme así por lo tanto me saqué sólo el brasier negro. Al rato me abrazaste, estabas sentado y me jalaste suavemente mientras me acariciabas. Colocaste aceite sobre mi piel mientras hacías pequeños masajes. Te encantó el diminuto hilo dental que apenas me cubría adelante, era la primera vez que lo usaba y estaba segura que te gustaría porque se desenganchaba de ambos costados. Antes de quitármelo me pediste que dé una vueltita y te complací. En breve estábamos nuevamente haciéndolo. Esta vez no habías fumado nada más que un cigarrillo. Tu erección no duró como en otras ocasiones pero de todos modos fue suficiente como para disfrutarlo.

Luego seguimos conversando, el vino estaba riquísimo. Nos contamos algunas cosas de nosotros mismos. Nos dimos cuenta que teníamos muchos conocidos en común, hasta llegamos a la conclusión de que teníamos familiares en común por mi abuela paterna, lo más probable era que seamos familia y como esta ciudad es un zapato, resultó que habías sido compañero de promoción del cole con el hermano de mi mejor amiga. Conocías a su esposa, a su suegro, tenías una gran amistad con ellos, descubrimos que habíamos estado en el matrimonio de ellos hace unos seis años aproximadamente, pero naturalmente no recordábamos habernos visto. No salías de tu asombro porque mencionaste que cuando mi mejor amiga recién nació tú la habías cargado (ella era mi contemporánea). Eso significaba que nuestra diferencia de edad era bastante más de lo que había imaginado. Llegué a la conclusión de que no tenías treinta y dos. No entiendo por qué evitaste decirme exactamente tu edad, eso a mí no me daba miedo. Aunque para serte sincera, si bien es cierto tienes cara de niño, las patas de gallo que tienes alrededor de los ojos delataban tu verdadera edad, sólo que yo no tuve interés de saberla con exactitud. ¿Es acaso esa la forma que los hombres tienen para acercarse a chicas que tienen menos edad?, me pregunté si tuviste temor de decirme realmente cuántos tenías, pensaste que me alejaría de ti o que me darías miedo...si supieras que normalmente he tenido parejas que me llevaban más de diez años.

Eran casi las once y media de la noche y mi amor llamó, siempre me sentía incómoda cuando le contestaba delante tuyo. Lo saludé con naturalidad, como le hablo cuando estoy sola, a diferencia de él que cuando está con alguna de sus "amiguitas" su trato es diferente y ese tonto error siempre lo delata. Me pidió que vea los resultados de la Tinka, le dije que no podía en ese instante pero que lo haría más tarde o al día siguiente, él tenías ganas de conversar conmigo y yo quería cortar porque era inoportuno delante tuyo. Después de un rato de reírme con las ocurrencias de él, la batería de mi cel se estaba descargando así que le dije que por ese motivo tendría que colgar, haciéndose el gracioso me dijo: "Oye muchachita malcriada no me cuelgues ah, mira que me enojo". Igual le corté sintiéndome un poco mal. ¿Dónde quedó la de siempre, la que se desvive por él, la que puede dejar todo por conversar aunque sea de tonterías?... No lo sé.

Seguimos conversando de nosotros, me contaste que estabas tomando clases de guitarra con Belis y que estabas fascinado. Te conté que yo estaba muy interesada en iniciar clases de dibujo y pintura, cuando era niña eran mi pasión, pero tontamente muchas veces los humanos solemos dejar de lado nuestras sanas pasiones por el día a día. Te confesé que también me encantaba el teatro, que por muchos años caractericé el personaje de una claun, no lo podías creer. Me rogaste que hiciera un poquito de imitación, pero me moría de roche contigo, hacía más de diez años que no lo hacía, y aunque era muy graciosa mi interpretación, tontamente temí caer en ridículo. Tú por tu parte me confesaste que podías imitar al cantante Rafael con la mariconada y todo, lo hiciste y no paramos de reír por buen rato. Realmente te salió muy bien. Pero ni así me convenciste a enseñarte mi lado histriónico.

Volviendo a la seriedad, me llenaste de halagos. No quiero pecar de pretensiosa pero creo que en tu afán de ensalzarme tenías razón en todos los adjetivos calificativos que usaste para referirte de mi persona. Estoy tratando de aprender a aceptar que los demás digan en voz alta mis virtudes, aunque todavía me cuesta. Muchas veces he sentido que no era merecedora de tantos halagos o prefería asumir que eran exageraciones. Sin embargo, tus adjetivos fueron diferentes, supiste escoger las palabras adecuadas, sentí que decías cosas nuevas que no había escuchado antes. Hasta me dijiste "siento que eres una mujer espectacular, completa, una persona limpia, con muy buen aura, tienes dharma más que karma". Me asombró tu apreciación, más aun sabiendo que el karma explica los dramas humanos como la reacción a las acciones buenas o malas realizadas en el pasado. Atinaste además a decir que me encontrabas misteriosa, no es por nada, pero creo que si lo soy. Entre creer que el lobo feroz intentaba endulzar a caperucita con calificativos tan agradables, preferí creer que realmente me estabas conociendo, y esa era yo. Esto no significa que me olvide que tengo defectos como cualquier ser humano y en ocasiones soy hasta insoportable, pero sabía que no estabas equivocado, sé que soy una buena persona. Sólo atiné a agradecerte por tu generosa evaluación.

El vino seguía desapareciendo de la botella mientras se alojaba en nuestros organismos. Quisiste que nuevamente lo hagamos, yo no tenía ganas. Te excitaste demasiado y por primera vez, después de tantos encuentros, no permití que me penetraras, por lo que eyaculaste con el condón puesto. Tú no te enojaste, eres muy comprensivo, yo me sentía rara, no era el trago, el ambiente estaba divino, tu compañía era extraordinaria, pero yo quería a mi amor, quería realmente hacer el amor, no tenía ganas de solo sexo. Lo notaste, me preguntaste qué tenía, primero respondí con un tímido "No sé", luego te dije: "creo que me friqueó la llamada de él". Era obvio, tú lo habías notado también.

Empezamos a disfrutar de la música reggae. Me acerqué, te abracé muy fuerte, tú me correspondiste. Intenté besarte pero me recordaste que yo tenía la idea de que en esa "seudo relación" no eran posibles los besos porque tenían para mí un significado más íntimo. ¿Cómo se puede pensar que un beso en la boca es más íntimo que el coito? Bueno esa era una idea mía porque sentía que sólo tenía ganas de besar a mi amor, era una conexión especial que no quería tener con nadie más. Hubo un momento que te convertiste en un chico tímido, yo fui muy directa y audaz, con tu actuar me demostraste que tienes un lado débil, parecías atemorizado, no parecías ser tú, me diste risa. Los seres humanos somos realmente complejos.

Pusiste la canción de Belis que habla de una morena, lo hiciste a propósito. Sentí que el alcohol se me había subido a la cabeza, no estaba ebria pero ya no estaba normal. Recordé que no había cenado y seguramente ese fue el motivo por el cual estaba así. Era ya muy tarde, ambos al día siguiente teníamos que trabajar. Tú querías que volvamos a intentarlo, yo no tenía ganas. Lo volviste a hacer, y digo que sólo tú porque yo me mantuve acostada, sin moverme, sin inmutarme ante tu esfuerzo fallido por excitarme. No dejaba de pensar en él. Quería irme a casa, me estaba sintiendo mal por haberte preferido esa noche. No podías creer que yo tuviera esa actitud casi inerte, creo que creíste que estaba fingiendo, que era parte de un acto histriónico. Sin embargo, no se trataba de teatro, eran mis sentimientos que estaban saliendo a flote ayudados por el alcohol.

Mientras me vestí y te pusiste tu bata, llamaste un taxi. Me dio risa lo que sueles hacer en situaciones similares, solicitaste la unidad para la casa de tu vecino diste el nombre de otra familia. Nos reímos, te las sabes todas. Metí mi brasier en la cartera porque tenía pereza de ponérmelo, además tenía sueño. Era la primera vez que llegaría a casa sin esa prenda puesta. El tramo de tu habitación a la puerta, siempre se hace larguísimo, pese a que no lo es. Es que siempre existe la probabilidad de ser descubierta por tus padres y entro en pánico de imaginarme esa vergonzosa situación. Más aun sabiendo que tu madre es una mujer tan católica, me imagino que de esas que se golpean el pecho, verme allí en esas circunstancias serían como ver al mismísimo diablo. Nos despedimos como se despiden los buenos amigos con un beso en la mejilla, me pediste que te llamara tan luego llegue a casa. Yo mientras subía al taxi, marcaba el número de mi amor. Él estaba adormitado cuando me contestó, y ya no me importó que se entere que esa noche había preferido salir a hacer cualquier otra cosa fuera de casa, antes que verme con él. Era una especie de venganza sin haberla planeado, pero en realidad no era mi intención hacerlo sentir mal, sólo quería hablar con él. En ese momento también supo que había tomado vino. No preguntó con quién, ni me reclamó ni se enojó y se despidió enviándome un besito mientras yo me acostaba en mi cama. Te hice saber que estaba en casa sana y salva, prometiste leer la otra historia que te dejé y nos deseamos buenas noches. Una vez más la niña "buena" había hecho algo "malo", lo rico era que no me sentía mal por eso, pero sí tenía un sinsabor, era el error de haber deseado hacerlo con él y no contigo.

¿Juego o inicio de romance?

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Había trabajado todo el día. No habíamos hablado desde el miércoles, día en que acordamos que sería la última vez que haríamos cositas de amigos cariñosos. Llegué a casa tarde y en menos de cinco minutos tuve que alistarme porque tenía un compromiso familiar. Me cambié de atuendo, me miré al espejo, estaba arreglada pero no tuve tiempo para gran sofisticación.

Era el cumpleaños de mi primita, estaba cenando y llamaste. Me emocioné pero te contesté a la cuarta timbrada. Me saludaste, yo fui atenta contigo como siempre, me preguntaste que hacía y te conté que estaba con mi familia. Me invitaste a salir al lugar donde nos habíamos conocido hacía ya nueves meses y me sorprendió tu invitación. Tú adujiste que la última vez que nos vimos yo me quejaba de que nunca nos veíamos en lugares públicos como amigos y por ese motivo querías invitarme a tomar un par de tragos, estar tranquilos pero pasarla bien. Puse algo de resistencia pero finalmente me convenciste. Naturalmente yo estaba contenta de que me hicieras tal invitación porque ese lugar tiene un encanto especial y cada vez que voy realmente lo disfruto. Te dije que en una hora podía desocuparme y darte el encuentro. Tú me insististe que fuese lo más pronto porque tenías ya sueñito. Fuiste a dejar tu auto nuevo en el estacionamiento del hospital y llegaste al local en taxi, no sé si realmente por ser conciente de que no se debe manejar luego de tomar o si preferías pasar por desapercibido para que nadie vaya con el chisme a tu enamorada.

Llamabas varias veces pidiéndome que por favor ya vaya. Yo llegué una hora y media después porque quise esperar a cantar el "Happy Birthday". Al entrar al pequeño local no te vi, pensé que te habías ido, pero como el dueño del local y los músicos me conocen, me atendieron muy amables desde que ingresé, me saludaron y el mozo tomó mi pedido, una copa de vino tinto. Estaba por llamarte pero vi que en una mesa había un pisco sour a la mitad, entonces asumí que eras su dueño y estabas en el servicio higiénico de caballeros. Y así fue, al poco rato saliste, tu rostro cambió de expresión y me saludaste con un super abrazo y un inocente beso en la mejilla como se saluda a la amiga que uno aprecia mucho y no ha visto en mucho tiempo, yo hice lo mismo. ¡Par de cínicos!, dos días atrás habíamos hecho el amor en un lugar inapropiado y en ese instante estábamos dándonos de gente decente.

Me invitaste a pasar a la mesa donde estabas solo y el mozo trajo mi vino. Te reiste pensando que no lo había pedido y que ya conocían mis gustos por ser una asidua clienta. La música estaba riquísima como siempre en ese lugar. Hicimos algunos pedidos musicales, cantamos juntos, te agradó escucharme cantar, conversamos mucho, nos reímos juntos y con el dueño del local, que a la vez tocaba la guitarra. Me miraste fijamente y me dijiste "Eres una mujer espectacular, realmente disfruto tu compañía en cualquier lugar". Luego agregaste, "Estás muy atractiva esta noche, bueno siempre se te ve muy bien pero esta noche más todavía". Yo sonreí tímidamente, me estabas intimidando pero no quise hacerlo notar y solo atiné a decirte gracias con una gran sonrisa y como diabilla en mi mente decía "Y esto que no me he arreglado como para salir contigo". Tú también te veías muy bien, pero no te dije nada.

Disfrutábamos cada instante, actuando de la mejor manera para que nadie sospeche en lo más mínimo lo que había entre nosotros. Muchas veces me quedabas mirando mientras yo cantaba o simplemente parecía perderme en el vacío mientras admiraba la destreza y encantadora voz del guitarrista. Te encantó que tuviera puesto un pantalón tan ceñido, que está de moda, las famosas "leggins", observabas mis muslos con ojos de deseo, yo delicadamente los cubría con la chompa larga que llevaba puesta. Cuando menos lo esperaba pusiste sutilmente tu mano sobre mi rodilla, te quité la mano sin hacer mucho aspaviento y sonreiste como un diabillo.

Era extraño estar en ese lugar donde tenía los mejores; y, a la vez, más melancólicos recuerdos con mi amor. Semanas antes había concurrido a ese lugar con él y ahora eras tú. ¡Qué irónico!. Me encantaba escuchar tu llamativa explicación de cómo curar a los pacientes pues desde tu punto de vista toda enfermedad tiene su origen en problemas personales, que al solucionarlos, esto hace que la enfermedad desaparezca, como por arte de magia. En la práctica tu consulta consistía en escuchar a los pacientes hablar de lo que les afligía y eso te había dado muy buenos resultados porque al poco tiempo casi siempre regresaban a contarte que ya estaban mucho mejor.

Conversábamos con el dueño del local de diferentes temas y aunque era viernes, ya no habían más clientes que nosotros. Me pedí otra copa de vino, tú tomaste una menta porque te fastidiaba la garganta y ya eran la una de la mañana. Habíamos pasado dos horas super agradables y decidimos retirarnos. Terminé mi trago y me dijiste: "Vamos amor"... esa última palabrita me causó escalofríos. Te miré asustada pensando que alguien pudo haberte escuchado pero no te dije nada, tú te acercaste a pagar la cuenta, nos despedimos de los anfitriones y salimos.

Llamé a mi hermana para saber en qué local estaba con mis primos, pues luego de la cena habían salido a celebrar el cumple. Me preguntaste si podíamos ir a otro lugar y te dije que no, te recordé que dos días atrás habíamos quedado en ser sólo amigos y dejar en el pasado el tácito calificativo de "cariñosos". En el fondo esperaba que insistas un poco más (lo siento, mi alma de pendeivis afloraba). Cuando llegamos a la puerta del local me pediste que por favor no baje y vayamos mejor a un hotel, no fue muy difícil convencerme, pero te advertí que tenía que ser un lugar bonito y no demorar mucho porque tenía que darle el encuentro a mis primos. En poco tiempo estábamos camino a un minimarket. Te esperé en el taxi, tú compraste 3 cervezas personales, luego supe que también fuiste por los condones. Mientras te esperaba mi ex me llamó, hablé un poquito y fui cortante. Llamé a un amigo para saber cómo seguía con un asunto personal.

En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos ingresando a la caleta cochera de uno de esos hotelitos diseñados para las parejas o gente como nosotros que buscaba un refugio para estar solos donde nadie podía encontrarnos. Yo había pasado infinidad de veces por ese lugar, de día o de noche, pero jamás había imaginado que era un hotel. Me agradó desde el ingreso y se notaba un lugar bonito. Antes de bajar me volviste a llamar "Amor" y me tratabas como si de veras estuviéramos, te pregunté por qué me llamabas así y respondiste "Porque me gusta hacerlo, ¿Qué tiene de malo?". En ese momento debí percatarme que ya estábamos pasando el límite del juego y ese algo más que no sé cómo llamarlo.

Ingresamos a nuestra habitación, me gustó la iluminación y el ambiente en general. Y cómo me moría de frío, sólo me saqué las botas y me metí en la cama. Dejaste colgado tu saco, abriste la primera cerveza, me serviste y te sentaste a mi lado. Pusimos alerta al despertador por si nos quedábamos dormidos, pero apagué uno de mis celulares porque la batería se estaba terminando. La consigna era tomar las cervecitas y dormir abrazaditos (la idea era linda pero la tentación era más). Mientras charlábamos y tomábamos me dijiste: "Muchas veces me pregunto por qué tuviste que llegar tan tarde a mi vida y yo a la tuya". Me extrañé con tu comentario y te pedí que seas más claro, pero al mismo tiempo tenía temor de escuchar lo que venía. Me hiciste saber que te hubiese encantado conocerme mucho tiempo atrás, antes de conocer a la mamá de tu hijita y antes de conocer a "la chica con la que estabas ahora", así la llamabas nunca te referías a ella de modo agradable, a diferencia mía que cuando hablaba de él, ponía cara de boba. Insiste que era una mujer especial y muy inteligente, que no era cuestión de solo tener sexo sino que en todo este tiempo que nos conocíamos, habías encontrado en mí, cualidades que no habían reunido las personas con las que estuviste. Que encima de todo eso te sentías siempre muy agusto con mi compañía y nuestras conversaciones por la confianza que me tenías. Agregaste "Además (como quien dice "y de remate"), tú estás enamorada del patita de ojitos verdes, que por cierto me cae muy bien. Me dijiste "No tienes idea, cúanto me preocupas, cuando te llamo a preguntar cómo estás es porque realmente quiero saber si estás bien. No tienes idea cuántas veces tengo ganas de llamarte y no lo hago por la hora, porque debes estar descansando o porque no quiero hacerte daño. No sabes cuántas veces tengo el celular en la mano, con el dedo sobre la tecla para seleccionar tu nombre y no lo hago, y estoy en ese plan varias veces y finalmente decido no llamarte". Insistías en lo complicado que era que tú estés con alguien en una relación larga, y yo esté enamorada de alguien con quien no teníamos aún una relación. Me hiciste saber lo mal que te hacía sentir cuando te decía que eras un pendejo por serle infiel a tu enamorada. Me asustó tu sinceridad y si bien es cierto una tiene metido en la cabeza que en casos así ustedes los hombres nos dicen lo que queremos escuchar, te sentí sincero. Sentía en tus palabras y tu mirada esa tristeza por estar en esa situación tan compleja. Y por primera vez sentí miedo porque ya no estaba frente al hombre que tiene claro que es todo sólo un pasatiempo, estaba frente al hombre que me estaba abriendo su corazón y allí dentro había una parte que tenía lugar para mi nombre.

Al rato me hiciste masajes, dejaste encendida la luz de las lámparas, en la tele ubicaste un canal de música romántica y una vez más lo estábamos haciendo, pero esta vez algo no estaba bien, algo estaba fuera de lo normal, ¿dónde quedó la picardía, la travesura, la complicidad, el par de frescos?. Dejó de ser sexo y pasó a ser algo más profundo. Me preocupaba sentir lo que estaba sintiendo con el corazón pero me entregué en cuerpo y alma, sentía que tú hacías lo mismo. ¿Cómo se puede estar enamorada y sentir todo eso con otra persona?, ¿Acaso se puede o es más bien que yo estaba confundida y no estaba enamorada de él?. No importaba, ese momento fue realmente especial. Terminamos luego de una hora, fue delicioso, era una experiencia totalmente distinta a las enemil veces que lo habíamos hecho (en serio ya perdí la cuenta de cuántas veces lo hicimos). Nuestras energías se juntaron, tus jadeos y mis gemidos sonaban muy bien casi al unísono. Estábamos felices, era una sensación increible y al terminar, luego de una hora, nos abrazamos, apoyé mi rostro sobre tu pecho y te di tiernos besitos como jamás lo había hecho contigo, tú me abrazaste con ternura. Nuestra actitud de veras nos preocupó más adelante porque sabíamos que algo ya no estaba bien.

Seguimos conversando y me contaste que un mes atrás mi amiga, la prima hermana de tu enamorada, los había invitado a almorzar, y en la conversación tocaron el tema de las personas que se dedican a otro rubro distinto al de su carrera por la que fueron a la universidad. Me contaste que ella me puso como ejemplo diciendo que yo era una persona muy especial, su amiga, su super pata y que me iba muy bien en lo que hacía, en resumen una mujer exitosa. Tú tuviste que disimular como si no me conocieras, pero te habías quedado frío y preferiste estar mudo, mientras escuchabas lo lindo que mi amiga se expresaba de mí, claro sin saber que era la tipa con la que el enamorado de su prima le ponía los cuernos. Por si fuera poco, la madre de tu enamorada se unió a la conversación donde exponían mis mejores atributos de Mujer Especial, porque tan luego la señora escuchó mi nombre (yo ni sabía que me conocía), agregó que yo era una linda chica y que le daba mucho gusto que me estuviese yendo bien. No hubiera querido estar en tu lugar, pero esto es alguito del costo a pagar cuando se hacen cosas como las que hacemos.

Bueno, ya eran las tres de la mañana, teníamos que volver a nuestra realidad, nos vestimos mientras seguíamos conversando, solicitaste un taxi. Y no éramos más que un par de amigos que tienen un encuentro furtivo cada vez que pueden, con la diferencia de que esta vez sabíamos que ya había dejado de ser un juego, que habíamos pasado la línea y los sentimientos se estaban involucrando más de la cuenta. Sin embargo, al día siguiente tú seguirías siendo el enamorado casi perfecto y yo la mujer encantadora que vive para su "amor". Nos despedimos como amigos en la puerta del local donde estaban mis primos.

La mañana siguiente, cuando desperté, por primera vez estuviste tú en mis pensamientos y no él. Seguía extasiada con la tierna y romántica experiencia de la noche anterior y te envié el mensaje que decía: "¿Alguna vez te has sentido mal por sentirte recontra bien por algo que has hecho?...Así me siento hoy"

Hoy es la última vez

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Me llamaste en la mañana para saber cómo estaba y una vez más, como niño caprichoso que quiere su chupetín, me pediste que vaya a visitarte. Yo no quería porque estaba con el ánimo por los suelos y ya no me gustaba la idea de tener sexo contigo cada vez que nos veíamos. Y una vez más te dije que si me desocupaba temprano pasaría a verte. Tú en el fondo sabías que eso significaba un "de todos modos voy". Y tienes un no sé qué, y más allá de los "rapiditos" no entiendo qué es lo que hace que nunca te pueda decir "No más". Lo que empezó como un juego que tenía bajo control, se me está yendo de las manos y de veras me preocupaba.

No nos habíamos visto en varias semanas. Las últimas comunicaciones fueron sólo por teléfono y me animé a visitarte aunque estaba bajoneada porque con "mi amor" no nos hablábamos hacía cuatro días. Me arreglé y para variar, cambié todo el itinerario que tenía programado para esa mañana. Me volviste a llamar más tarde y te aseguré que estaba a pocas cuadras. Llegué a verte esta vez a tu oficina. Nos saludamos, cerraste la puerta y con esa sonrisa tan linda que te caracteriza me hiciste saber que te sentías feliz de volverme a ver. Me contaste lo que habías hecho los últimos días y te preocupaste por saber qué me pasaba. Ya nos conocíamos casi nueve meses y te habías dado cuenta que en ese momento anímicamente no estaba bien. Te conté que era por lo mismo: problemas con el pata que me movía el piso. Quitaste mi cartera que estaba sobre mis piernas, intentaste empezar con lo mismo de siempre y te detuve, te dije firmemente que esta vez no pasaría nada. Te sorprendiste pero insististe. Te hice saber que me mortificaba que no pudiéramos ser sólo buenos amigos, que ya estaba cansada de ser tu amiga cariñosa y que sólo quería ser tu amiga. En serio, luego de tanta pendejaba, había aprendido a valorar tu amistad y quería que podamos alguna vez salir o vernos sin estar pensando que pose haríamos en esa ocasión. Respetaste mi decisión pero al verme tensa me hiciste unos masajes en la espalda, mientras yo seguía sentada en la silla. La conversación se tornó menos tensa, me contaste la infinidad de cosas que tenías pendiente y preferí ya retirarme para no quitarte tiempo, me pediste que por favor me quedara, toda tu agenda repleta podía esperar.

Buscabas mi boca de diferentes maneras pero no lograbas robarme ni un solo beso, seguías siendo cariñoso y me dijiste que me acostara en la camilla para desestresarme con unos masajes porque me notabas mal. Me resistí al inicio haciéndote saber una vez más que no quería que vuelva a pasar y aceptaste, dijiste que sólo serían masajes. Me acosté boca abajo y me ayudó mucho tu técnica, mis huesos sonaron fuerte pero no me causaste dolor. Al rato el masajista estaba sobre la paciente, te repetí que no quería que pase nada y que era mejor que ya me vaya, te bajaste para seguir con los masajes pero tu "profesionalismo" no duró ni cinco minutos más. Finalmente asentí y te advertí que pasaría una vez más pero enérgicamente te dije: "Hoy es la última vez".

En menos de lo que cualquiera podría imaginarse, ya estábamos haciéndolo una vez más. Habías puesto mi música favorita pero se entremezclaba con el clásico sonido de la rutina de un hospital. Para variar, la pasamos super bien, resultamos ser más elásticos de lo que parecemos, fue muy simpático. Realmente contigo hay tanta naturalidad y confianza que siempre es satisfactorio hacer el amor, en cualquier lugar y a cualquier hora.

Al terminar te empezaste a reír de la situación recordando que estábamos en un lugar poco convencional para hacerlo y que éramos un par de locos, que nadie imaginaría que allí adentro estuviésemos haciendo todo lo que habíamos hecho. Yo me fui vistiendo mientras te escuchaba y tú hacías lo mismo. Te presté mi espejito para que te arreglaras el cabello, me apliqué el labial con el delineador de ojos y ya estaba presentable. Nos quedamos sentados en la camilla conversando y riendo. Me dijiste "Esta vez fue más que espectacular, creo que por el mismo hecho de saber que será la última vez". Pero creo que en el fondo ambos sabíamos que no tenía sazón de ser la última.

Al rato me pediste que por favor me quedara unos minutos más, fuiste por dos aguas minerales y a tu regreso me recomendaste tomar unas vitaminas para sentirme con mejor ánimo y me diste unas muestras que tenías. Tuviste la paciencia de explicarme el contenido de ambas marcas y los efectos positivos que causarían en mi organismo. Luego me mostraste el borrador del libro que estabas escribiendo. Me enseñabas cada texto con tanta ilusión y entusiasmo que me los contagiaste. Me contaste que tenías también otro libro por publicar pero estabas buscando otra entidad para que lo financie. Te di algunas ideas, mis opiniones de la estructura del libro y caí en cuenta que en menos de diez minutos habíamos pasado de tener sexo a analizar tu futuro libro, era encantador hacer eso contigo. Me dije en silencio ¡Cuánto daría por vivir esto con "mi amor"!. Sin embargo, mi amor estaba lejísimos de hacer algo similar, con él los temas de conversación y sus preocupaciones eran distintas.

La hora ya había avanzado, casi era la hora de almuerzo. Tú tenías mucho que hacer y yo no había hecho nada de lo mío. Abriste la puerta y con el sabor de "Hoy fue la última vez", nos despedimos como muy buenos amigos.

Me sentí la más pendeja de las pendejas

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¿Creiste que hacer el amor contigo en un lugar público a la luz del día fue lo que me hizo sentir eso?...No.

Me habías llamado desde temprano como solías hacerlo algunos días. Me habías pedido más de una vez insistentemente que vaya a visitarte, pues ya sabías que cada vez que iba terminábamos haciéndolo en el consultorio. Yo no tenía ganas de verte y preferí hacer mis cosas pese a tu insistencia.

Más tarde una clienta me pidió encontrarnos en el centro para coordinar unos asuntos así que quedamos en vernos en la heladería más tradicional de la ciudad. Aunque por cierto a mí no me llamaban la atención sus heladitos. Estuvimos paradas en la puerta, yo dando la espalda a la calle, mirando hacia la heladería, estaba super fresh conversando con mi clienta mientras la veía comer su helado amarillo en una tarde preciosa de sol. Y ocurrió lo que algún día ocurriría. Entrabas tú de la mano de tu señorita enamorada, me quedé de verdad helada. Tú no me viste, yo no te logré ver el rostro, sólo reconocí tu espalda y tu cabello, estabas con pantalón formal y camisa. Ella estaba también con traje formal, rubia por su propio dinero. Entonces si antes tenía idea de quién era, esa tarde confirmaba mi sospecha. Y yo allí parada sintiéndome la más pendeja de las pendejas. La que no tenía valor alguno a lado de la "firme". Fue horrenda esa sensación. Le pedí a mi clienta que fuéramos a unos metros para sentarnos en una banca porque en serio me estaba sintiendo mal, ¿qué digo mal?...remal. no quería ni siquiera tener que pasar por la vergonzosa situación de vernos cara a cara y aparentar que no nos conocíamos o saludarnos como unos perfectos cínicos como simples conocidos. Pero felizmente ni siquiera me di cuenta cuando salieron. Esperé un buen rato y cuando estuve segura de que se habían ido y no nos chocaríamos, le dije a mi clienta que ya nos fuéramos.

Caminamos un par de cuadras, yo tenía que ir a unas cuadras cercanas y volví a sentir esa cosa fea que acababa de disipar, pude ver la escena nauseabunda para mi, cuando tú tan lindo y caballero dejábas a tu señorita enamorada en su centro de labores luego de haberle invitado su heladito en la hora de refrigerio. No tenía otra alternativa, tenía que seguir caminando por esa vereda, ella ya había ingresado a su trabajo y tu acelerabas para avanzar, yo quería hacerte saber que yo estaba allí. Así que crucé a la otra vereda y lo más seguro es que me hayas visto porque pasé delante de tu camioneta. Sin embargo, cuando luego hablamos dijiste que no me habías visto ni en la heladería ni en ese momento. No te creí, yo sólo sabía que no podía quejarme, yo tenía el papel de "la otra" y ella tenía todo el derecho de disfrutar un helado contigo. Y yo obviamente no tenía derecho alguno de hacerte escena de celos ni nada similar. Era una situación que nunca había vivido y me sentí atroz.

Sobrepasando los límites permisibles

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No nos habíamos vuelto a ver desde que nos conocimos. Habíamos hablado varias veces por celular y me habías pedido que vaya a visitarte en tu trabajo como que conversábamos un poco más. Y por más que sabía que eras un pendejo, mi diablillo interior me empujó a ir. Fui muy guapa. Cuando entré a tu consultorio en el Hospital te pregunté si tenías que atender a más pacientes y me dijiste que no porque ya habías acabado con los de ese día. Fuiste muy cortés conmigo y nuestras sonrisas con pinceladas de diablura saltaban a la vista. Me dijiste con asombro "Eras más morena de lo que parecías esa noche" y yo te dije: "Y tú eras más pecoso" y soltamos la risa. Para serte sincera la ropa casual con la que te conocí te hacía ver mucho mejor que el terno que llevabas puesto esa mañana.
Habían pasado varias semanas, casi un mes desde que nos conocimos y estábamos allí disfrutando de la química que era notoria entre nosotros. Me encantaba poder conversar contigo de cosas triviales como de cosas con más importancia. Me recordaste que seguías asombrado de que yo no ejerciera mi profesión y que hubiera encontrado mi vocación en algo totalmente distinto, no podías creer, no recuerdo bien qué dijiste pero la idea era que no podías creer que una chica tan inteligente como yo estuviera trabajando en un tema como ese. Yo volví a darte mis razones y tuviste que aceptar que era increíble la forma como defendía mi trabajo y volviste a decirme que era maravilloso cómo me brillaban los ojos cuando hablaba de mi nuevo trabajo, creo que por eso y por la forma de cómo lo defendía, pudiste darte cuenta que simplemente estaba enamorada de mi trabajo y que eso te parecía estupendo.
De rato en rato alguien te buscaba, tocaban la puerta, sonaban nuestros celulares, atendíamos con total naturalidad y cuando volvíamos a tener tiempo para nosotros, volvías a acercarte y nos empezábamos a besar. Antes de aceptar el primer beso de ese día te toqué el tema de tu enamorada y tú no quisiste dar mayor importancia ni explicación respecto al tema. Como te insistí dijiste que tenían algunos problemas (clásica respuesta del infiel), que entre ustedes las cosas no estaban bien y que ella era muy celosa. Te dije que por tu comportamiento era entendible que ella tuviera reacciones de esa naturaleza porque un santo no eras. Me preguntaste si yo tenía a alguien en mi vida y en pocas palabras describí la situación en la que estaba (o sea en nada) y terminaste diciéndome: "Se nota que estás bien enamorada de ese pata" creo que así como por mi trabajo, también me brillaban los ojos cuando habla de él". Era inevitable nunca podía negar que moría por ese hombre, mi amor.
Era alrededor del mediodía, afuera el sol estaba en todo su esplendor, y el ajetreo de un hospital se hacía presente con todo lo que se escuchaba en el pasadizo y del otro lado de la ventana. Pero había una explícita atracción y el mutuo coqueteo no se hacía esperar. La desventaja era que tú si tenías enamorada y yo estaba enamorada de un pobre idiota que decía amarme pero no quería hacerme daño porque tenía que resolver sus conflictos existenciales para algún día estar en condiciones de ofrecerme una relación estable, o sea, otro pendejo.
Te acercabas demasiado. Yo, con cierto esfuerzo, logré sacar al frente mi parte decente pero no duró mucho. Tú sabías que con tu insistencia podías lograr algo similar a lo de la otra noche. Nos besamos, fue riquísimo, siguieron las caricias, la cosa estaba demasiado calentona para ser la segunda vez de vernos. Y yo me debatía una vez más entre el ser y el deber ser. Finalmente me dejé llevar por el ser pero claramente pudiste notar que no podía estar tranquila sabiendo que tenías enamorada, eso me hacía sentir como la mala de la película. Aunque definitivamente la cabeza caliente pudo más que la prudencia y la decencia, mientras avanzábamos sin importarnos nada.
Lograbas despertar mi parte más apasionada y menos conocida. En realidad siempre tuve la "fama" de ser la chica virgen, inclusive hasta cuando estuve en mi anterior trabajo. Yo sinceramente me reía mucho cuando escuchaba esos comentarios porque si bien es cierto cuando la gente hablaba de sexo jamás di mi opinión haciéndome la santurrona o puse cara de ¡Es demasiado para mis oídos!, tampoco he sido demasiado explícita para hablar respecto a mi intimidad y sólo mi entorno más cercano sabía que yo para el sexo no tenía tapujos y que no tenía problema alguno en experimentar cosas nuevas. ¿Pero un consultorio de hospital público?. Tú alucinabas que estabas haciéndome hacer lo más loco en la intimidad y muy orgulloso de lo que hacías me preguntaste si alguna vez lo había hecho en un consultorio, yo te dije que no, luego de recordar ciertos lugares extraños. Te echaste a reír porque esos segundos daban la impresión que lo había hecho con demasiadas personas en muchos lugares y necesitaba que refrescarme la memoria. Sin embargo, eso no era cierto. Te pregunté en qué lugares extraños lo habías hecho y no recuerdo qué me dijiste. Tú me hiciste la misma pregunta y te dije que en un bus interprovincial, y te sentiste me miraste asombrado como diciéndome cuán avezada podía ser como para atreverme a hacerlo en un lugar con tanta gente alrededor. Tú querías traer un condón y te dije que no porque ya me iba y no quería que pasemos a mayores, ya el jueguito, las caricias y los besos habían sido demasiado por ese día. Me dijiste que si tanto miedo tenía que lo hagamos en el consultorio, podíamos ir a tu camioneta que estaba estacionada afuera. Insististe que no demorarías nada y saliste sin importarte mi inicial negativa porque en realidad al final acepté tu propuesta.
Me quedé allí sentada, vestida, observando el pequeño consultorio con paredes de ese color verde horrendo que tienen los hospitales, no tenía nada de extraordinario ese lugar, sólo un escritorio de metal color plomo, un estante chiquito, una camilla, un biombo que separaba el ambiente del lavamanos, una puerta que daba afuera y otra que se conectaba con un espacio pequeño donde los médicos tenían sus lockers. Este ambiente, a su vez, tenía conexión con otro consultorio al otro lado. Y claro, la enorme ventana con vidrio tipo catedral que permite ver las siluetas de la gente que caminaba allá afuera y que supuestamente no permitía que vean lo que ocurría adentro.
Regresaste y al encontrarme allí sentada, era obvio que tu delivery de condones no era en vano. Tácitamente había aceptado la locura de salir de ese lugar, que para mi criterio era inseguro. El personal en cualquier momento podía ingresar y la sola idea de ser vista como la mujerzuela que está empiernándose con el doctor que tiene enamorada, era para mí, terrorífica.
Salimos juntos, muy decentes, en realidad la adrenalina que mi organismo secretaba era alucinante. Tú con tu apariencia de ser un médico joven, simpático pero correcto y yo una chica seria. Subimos, con total naturalidad, a la que sería testigo de nuestro primer encuentro sexual, al más atrevido que he tenido a decir verdad. Tus lunas polarizadas y el cobertor del parabrisas le daban el toque preciso a ese momento de entrega mezclado con pendejada. ¡Hello! estábamos en el estacionamiento del hospital central de la ciudad, a medio día, con un sol infernal dispuestos a hacerlo y sin más preámbulo nos desvestimos, tú reclinaste ambos asientos, el calor era insoportable, pero insisto, la calentura era más fuerte que cualquier cosa y la magia de tratarnos como si nos conociésemos hace tiempo era riquísima. Esa sensación de poder ser vistos es increíble, la disfrutamos demasiado. Definitivamente eso era lo que hacía más excitante nuestro primer encuentro íntimo, hasta que te empezaste a estresar, era la hora de almuerzo y todo el personal de las oficinas administrativas salían como manada en busca de su presa, todos salían casi corriendo para marcar tarjeta e ir a sus casas, y tú encima mío, ambos desnudos y no había cuándo dejasen de pasar. Nosotros podíamos ver todo con mucha claridad, pero desde afuera ellos no nos veían, pero igual la sensación era rarísima. Te estresaste tanto que se te fue la erección, What??? ... ¿Acaso eso le estaba pasando al hombre seductor en su primer encuentro, en el que se supone la regla de oro es jamás empezar con algo así? Yo creo que tú morías de vergüenza conmigo, yo quería reírme pero actué con mucha naturalidad para no hacerte sentir peor de lo que ya estabas. Justificaste tu "problema" con la incomodidad de esa falsa impresión, que daban las lunas polarizadas, de poder ser descubiertos u observados por toda la gente que pasaba. Bueno para ser sincera yo también tenía mis miedos pero al menos no conocía a nadie, tú conocías casi a todos. Tuve que ayudarte un poco manualmente y el muerto revivió. Lo que vino después fue casi como llegar a la gloria. Sólo bajábamos la velocidad cuando sentíamos que el carro se movía al ritmo de nuestros movimientos. La dama decente ya no era tan decente en esas circunstancias y no me importaba. Disfruté todo absolutamente todo, pese a que era incómoda la posición, el lugar poco convencional y el extremo sudor de nuestros cuerpos. Afuera el silencio y el vacío nos acompañaban. Era la hora de almuerzo.
Al terminar nos reímos de tremenda payasada que para ambos era nueva. Tú si lo habías hecho en esa camioneta pero jamás algo similar. Nos fuimos vistiendo, tú tenías que recoger a tu hijita del jardín y yo tenía que ir a ver a una de mis clientes. Pero no había forma de estar siquiera algo parecido a lo que estuvimos cuando nos saludamos esa mañana. Me arreglé lo más que pude, nos despedimos, bajé del carro con la sensación de que todo el que me veía podía sospechar. El maquillaje había sido corrido por el sudor, mi cabello estaba una desgracia y los lentes de sol eran mis únicos aliados para ocultar mi expresión. Los primeros pasos que di fueron con cierto temor, los demás fueron con toda la sinvergüencería del mundo, total ya lo había hecho ¿y qué?, la pasé super, fue delicioso. Esta vez sí que había roto todos mis esquemas, la chica linda, de familia decente, que estudió en el colegio católico, acababa de hacer lo que una dama nunca debe hacer.

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