¿Creiste que hacer el amor contigo en un lugar público a la luz del día fue lo que me hizo sentir eso?...No.
Me habías llamado desde temprano como solías hacerlo algunos días. Me habías pedido más de una vez insistentemente que vaya a visitarte, pues ya sabías que cada vez que iba terminábamos haciéndolo en el consultorio. Yo no tenía ganas de verte y preferí hacer mis cosas pese a tu insistencia.
Más tarde una clienta me pidió encontrarnos en el centro para coordinar unos asuntos así que quedamos en vernos en la heladería más tradicional de la ciudad. Aunque por cierto a mí no me llamaban la atención sus heladitos. Estuvimos paradas en la puerta, yo dando la espalda a la calle, mirando hacia la heladería, estaba super fresh conversando con mi clienta mientras la veía comer su helado amarillo en una tarde preciosa de sol. Y ocurrió lo que algún día ocurriría. Entrabas tú de la mano de tu señorita enamorada, me quedé de verdad helada. Tú no me viste, yo no te logré ver el rostro, sólo reconocí tu espalda y tu cabello, estabas con pantalón formal y camisa. Ella estaba también con traje formal, rubia por su propio dinero. Entonces si antes tenía idea de quién era, esa tarde confirmaba mi sospecha. Y yo allí parada sintiéndome la más pendeja de las pendejas. La que no tenía valor alguno a lado de la "firme". Fue horrenda esa sensación. Le pedí a mi clienta que fuéramos a unos metros para sentarnos en una banca porque en serio me estaba sintiendo mal, ¿qué digo mal?...remal. no quería ni siquiera tener que pasar por la vergonzosa situación de vernos cara a cara y aparentar que no nos conocíamos o saludarnos como unos perfectos cínicos como simples conocidos. Pero felizmente ni siquiera me di cuenta cuando salieron. Esperé un buen rato y cuando estuve segura de que se habían ido y no nos chocaríamos, le dije a mi clienta que ya nos fuéramos.
Caminamos un par de cuadras, yo tenía que ir a unas cuadras cercanas y volví a sentir esa cosa fea que acababa de disipar, pude ver la escena nauseabunda para mi, cuando tú tan lindo y caballero dejábas a tu señorita enamorada en su centro de labores luego de haberle invitado su heladito en la hora de refrigerio. No tenía otra alternativa, tenía que seguir caminando por esa vereda, ella ya había ingresado a su trabajo y tu acelerabas para avanzar, yo quería hacerte saber que yo estaba allí. Así que crucé a la otra vereda y lo más seguro es que me hayas visto porque pasé delante de tu camioneta. Sin embargo, cuando luego hablamos dijiste que no me habías visto ni en la heladería ni en ese momento. No te creí, yo sólo sabía que no podía quejarme, yo tenía el papel de "la otra" y ella tenía todo el derecho de disfrutar un helado contigo. Y yo obviamente no tenía derecho alguno de hacerte escena de celos ni nada similar. Era una situación que nunca había vivido y me sentí atroz.
Leave a comment