De contrabando en una casa de familia

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Te había ofrecido prestarte el último libro que compré la semana anterior "El monje que vendió su Ferrari". Era un libro de superación espiritual y estabas interesadísimo en leerlo. Esa mañana me llamaste para saludarme y quedamos que en cualquier hora de la mañana, cuando me desocupe, iría a dejarte el libro en tu nueva oficina. Me llamaste varias veces antes de que pudiese desocuparme, hasta que decidí ir a verte. Estaba subiendo las escaleras y pude ver tu auto estacionado con una de las puertas abiertas, un señor estaba conversando contigo, luego supe que era tu amigo traumatólogo que te estaba examinando. Te llamé y me dijiste que me acerque a tu auto. Mientras bajaba el hombre se despidió de ti. Me invitaste a subir por la puerta del copiloto. Tus lunas polarizadas y el cobertor del parabrisas daban un toque de escondite. No estaba muy presentable porque había caminado mucho durante la mañana y me había vestido de forma muy sencilla. Tú en cambio te veías muy simpático con esa camisa blanca con rayas celestes y jean. Nos saludamos con muy buen ánimo, te entregué el libro y me hiciste escuchar el CD de Orlando Belis, te dije que me agradaba su estilo, tenía un parecido al de Arjona. No podías creer que ya conocía su música. Estabas fascinado con tu nuevo disco y la verdad a mí también me gustaba.

Me contaste que estabas en tu auto porque tenías una contractura en el cuello y habías preferido descansar allí. Me pediste que te haga masajes, yo me reí y te dije que no sabía cómo, me insististe y empecé por el lado derecho de tu cuello. Seguíamos conversando y me dijiste que de verdad estaban siendo efectivos, te sentías más aliviado, increíblemente el dolor estaba desapareciendo. Propusiste que pasemos a la parte trasera para estar más cómodos. Era alrededor del mediodía y hacía un calor insoportable pese a que prendiste el aire acondicionado. Rápidamente te quitaste la camisa y el bivirí. Me sugeriste que me pusiera más cómoda, eso implicaba sacarme la chompa y quedarme sólo en brasier. No acepté y seguí haciéndote los masajes mientras conversábamos, nos reíamos y escuchábamos la música. Te dije que esas canciones eran lindas pero no iban acorde con el ambiente. Lo ideal era escucharlas compartiendo un rico vino en algún lugar tranquilo. El calor se intensificaba, teníamos las ventanas cerradas. Me insistías que me sacara la chompa y lo hice, así estuvimos más cómodos, ambos sólo en jeans. Seguíamos conversando de diversos temas y con toda la naturalidad del mundo empezaste a manipular mi seno derecho, al inicio te detuve. Luego te confesé que era extraño pero no tenía gran sensibilidad en esa zona, cosa rara porque normalmente pienso que la gran mayoría de mujeres si la tienen. Realmente soy más sensible si me besan el cuello, pero no te lo dije. Estabas dispuesto a hacerlo pero yo no quise. Querías ir a traer condones, sin embargo, yo te detuve. Repentinamente hiciste una extraña propuesta, estabas casi seguro que en breves momentos llovería y dijiste: "Si llueve antes de la una lo hacemos", yo me reí y acepté tu graciosa propuesta pues con ese intenso sol habían raras probabilidades de que ocurra aunque el clima en nuestra ciudad es muy impredecible. Al rato mientras conversábamos, mi mano y tu pene estaban jugando. Nos sentíamos sofocados, utilizamos papel para secar el sudor de nuestros rostros. Rogabas que llueva y yo me reía porque me pedías que te ayude a concentrarte para que llueva de una vez. La gente seguía pasando cerca al auto sin que puedan vernos y fue inevitable recordar aquella vez en tu camioneta que también tenía lunas polarizadas. Te llamaron al cel, creo que tenías que hacer algo en tu oficina, nos vestimos rapidísimo, me pediste que te espere, ofreciste llevarme a casa y saliste. Dejé la puerta entreabierta para que ingrese el aire.

Al salir del hospital preferí quedarme sentada en ese asiento, no quería que alguien nos vea salir juntos. Te reías porque decías que parecías mi chofer. Fuimos a un grifo pues necesitabas poner gasolina, bajaste para dejar en la maletera tu bivirí y pagar con tarjeta porque estabas sin efectivo. Te observé con detenimiento, esos lentes de sol te daban un toque muy atractivo, te veías sexy y exitoso con ese atuendo casual. Camino a mi casa, me dijiste que si llovía te estacionarías y me harías el amor y así condujiste esperando que llueva para cumplir la promesa, me invitaste ir en la noche a tu casa luego de las clases que dictabas en la universidad. Lo pensé un momento y finalmente acepté.

Al poco tiempo que estuve almorzando empezó a llover y me reí recordando lo que me habías pedido si llovía. Por la tarde me llamaste para confirmar nuestro encuentro nocturno. Así que en la noche me alisté, llamaste cuando estaba casi por solicitar mi taxi. Tú irías por el vino mientras yo iba a tu casa. Terminamos de hablar, pedí servicio de taxi y llamó mi amor como si presintiera algo, hablándome con voz de bebe me preguntó que si tenía alguna película, le pregunté para qué y me pidió que vaya a su casa para verla juntos. No le mencioné que tenía planes para salir. Sólo le dije que ya eran las nueve de la noche y era muy tarde para ir, además no era muy prudente porque la noche anterior él había tomado y había generado malestar en su casa. Y, como nunca insistió, porque tenía ganas de verme, su hermana había preparado canchita y que en todo caso podía ir a ver la película a mi casa. Yo no lo podía creer, ¡cuántas veces hubiese querido que haga eso! pero tenía que esmerarse y hacerlo justo cuando había quedado contigo. Le puse más excusas y me dijo que terminaría de cenar y luego me llamaría para ver qué hacíamos. Por un momento me sentí culpable, estuve a punto de cancelar tu invitación, moría por pasarla con él. Sin embargo, recordé las enemilveces que yo estuve en su lugar y casualmente recordé el artículo 9º del Código Femenino que señala: Si el hombre que tropezó decide regresar, repita siempre: "Saque número y espere al final de la fila". Entonces llegué a la conclusión de que después de todas las que él me había hecho, esa noche él tenía que volver a sacar ticket y esperar en la cola su turno.

En mi casa indiqué que tenía una reunión, todos me vieron salir muy guapa. Finalmente llegué a tu casa. Tenía que ingresar por el portón de la cochera cual si fuese mercancía de contrabando porque vivías en la misma casa con tus padres y aunque tu dormitorio era prácticamente independiente de la casa, no era nada prudente arriesgarme a que me vean pues primero tenía que pasar por la cocina. Es increíble que me atreviera a ingresar de esa manera. No era la primera vez que hacíamos eso, pero hace mucho que no iba a tu casa. Cuando estuve dentro de tu dormitorio me sentí segura. Tu espacio tenía una magia exquisita, me encantaba que tuvieras el detalle de colocar inciensos, esa noche pusiste pachuli y jazmín. Pese a todo, la pulcritud y el orden de tu habitación hablan muy bien de ti. La luz tenue de tu lámpara y la vela le daban un toque sensual al lugar. Mientras afuera hacías la mezcla del sahumerio y el palo santo me prestaste un libro que explicaba el origen de la masonería, yo estaba encantada, siempre me ha dado curiosidad por saber más al respecto y qué mejor esa manera para saciarla. La música de Belis nos acompañaba, el vino blanco estaba delicioso, no seré una enóloga pero me encanta el buen vino, compartimos esa pasión. El ambiente estaba perfecto, además tú siempre eres un caballero.

Te llamó la mamá de tu hijita, era tu ex y no sólo eso, hace un tiempo supe que era tu ex esposa, es decir, estabas divorciado y pese a que me habían contado ni bien nos conocimos no sé por qué no lo tuve presente antes. Esa información se me borró inexplicablemente de la mente. Lo cierto es que tú ni siquiera lo mencionaste. Recién supe que tú tenías a cargo a tu hijita de lunes a viernes y ella sólo los fines de semana. Eso se me hizo raro pues en una sociedad como la nuestra lo "normal" es lo contrario. Le hiciste saber que la bebe ya estaba durmiendo, por lo que hablaste entendí que tu ex trabajaba fuera de la ciudad, daba la impresión de que se trataban con respeto manteniendo de alguna manera la amistad. Cuando colgaste, ni yo te pregunté al respecto ni tú diste explicación, tampoco tenías por qué hacerlo; así que continuamos como si nada hubiese interrumpido nuestra conversación. Esa noche preferí no preguntarte nada de tu enamorada tampoco.

Te había llevado impresas dos de las historias que he escrito en este blog para ti. Sé que te encanta leer, es una de tus pasiones y no veías la hora de saber de qué se trataban. Me pediste que te lea la primera, así lo hice y nos divertimos mucho recordando esa nuestra primera vez allá en el estacionamiento del hospital. Te emocionabas al escucharme y no salías de tu asombro, pues sin querer te habías convertido en uno de los protagonistas de mis historias. Me confesaste que ese hecho le daba un plus a tu autoestima y hasta te excitaba saber que habías sido motivo de inspiración para mí. Fuiste realmente muy cortés con tu crítica respecto a mi narrativa y te lo agradecí. Yo misma me emocionaba al leer y con mucho entusiasmo le daba énfasis a mi tono de voz cada vez que era necesario. Fue muy divertido. Y la verdad es que estoy encontrando un espacio donde me siento libre, he encontrado en la escritura mi forma de liberación además que es una forma de recapitular lo que hice, ver mis errores, analizar todo en su conjunto para redescubrir mis debilidades, defectos, fortalezas y virtudes para mejorar como persona.

Al rato una cliente me llamó, era tarde pero igual la atendí. Mientras atendía esa llamada, mi amor llamó. No entró su llamada pero me dejó un mensaje de voz que decía: "Alista tus maletas porque nos vamos de viaje, me gané la Tinka, llámame urgente". Me reí con su ocurrencia pues dos días antes lo acompañé a comprar un ticket de lotería, su propuesta era que si ganaba nos iríamos de vacaciones a España. Él para ver jugar al Real Madrid y yo para ir de shopping, previamente pagaría todas mis deudas con la condición de que no vuelva a meterme en problemas de esa naturaleza. Ese es él y también con sus ideas locas me ha conquistado. Decidí no llamarlo y seguir en lo que estábamos. ¿Era una especie de venganza?, me pregunté cuántas veces él había hecho eso conmigo, ¿Cuántas veces pudo contestarme estando desnudo a lado de alguna "amiga de turno"?, ¿Cuántas veces dijo no puedo verte, porque en realidad sabía que tendría una noche de placer con otra persona?, preferí no buscar respuestas, era mejor no embarrar mi mente con tanta porquería.
Poco a poco nos fuimos poniendo cómodos, eso implicaba, sacarnos algunas prendas y seguir conversando, me pediste que me dejara puesta la blusa negra de tela casi trasparente, te excitaba verme así por lo tanto me saqué sólo el brasier negro. Al rato me abrazaste, estabas sentado y me jalaste suavemente mientras me acariciabas. Colocaste aceite sobre mi piel mientras hacías pequeños masajes. Te encantó el diminuto hilo dental que apenas me cubría adelante, era la primera vez que lo usaba y estaba segura que te gustaría porque se desenganchaba de ambos costados. Antes de quitármelo me pediste que dé una vueltita y te complací. En breve estábamos nuevamente haciéndolo. Esta vez no habías fumado nada más que un cigarrillo. Tu erección no duró como en otras ocasiones pero de todos modos fue suficiente como para disfrutarlo.

Luego seguimos conversando, el vino estaba riquísimo. Nos contamos algunas cosas de nosotros mismos. Nos dimos cuenta que teníamos muchos conocidos en común, hasta llegamos a la conclusión de que teníamos familiares en común por mi abuela paterna, lo más probable era que seamos familia y como esta ciudad es un zapato, resultó que habías sido compañero de promoción del cole con el hermano de mi mejor amiga. Conocías a su esposa, a su suegro, tenías una gran amistad con ellos, descubrimos que habíamos estado en el matrimonio de ellos hace unos seis años aproximadamente, pero naturalmente no recordábamos habernos visto. No salías de tu asombro porque mencionaste que cuando mi mejor amiga recién nació tú la habías cargado (ella era mi contemporánea). Eso significaba que nuestra diferencia de edad era bastante más de lo que había imaginado. Llegué a la conclusión de que no tenías treinta y dos. No entiendo por qué evitaste decirme exactamente tu edad, eso a mí no me daba miedo. Aunque para serte sincera, si bien es cierto tienes cara de niño, las patas de gallo que tienes alrededor de los ojos delataban tu verdadera edad, sólo que yo no tuve interés de saberla con exactitud. ¿Es acaso esa la forma que los hombres tienen para acercarse a chicas que tienen menos edad?, me pregunté si tuviste temor de decirme realmente cuántos tenías, pensaste que me alejaría de ti o que me darías miedo...si supieras que normalmente he tenido parejas que me llevaban más de diez años.

Eran casi las once y media de la noche y mi amor llamó, siempre me sentía incómoda cuando le contestaba delante tuyo. Lo saludé con naturalidad, como le hablo cuando estoy sola, a diferencia de él que cuando está con alguna de sus "amiguitas" su trato es diferente y ese tonto error siempre lo delata. Me pidió que vea los resultados de la Tinka, le dije que no podía en ese instante pero que lo haría más tarde o al día siguiente, él tenías ganas de conversar conmigo y yo quería cortar porque era inoportuno delante tuyo. Después de un rato de reírme con las ocurrencias de él, la batería de mi cel se estaba descargando así que le dije que por ese motivo tendría que colgar, haciéndose el gracioso me dijo: "Oye muchachita malcriada no me cuelgues ah, mira que me enojo". Igual le corté sintiéndome un poco mal. ¿Dónde quedó la de siempre, la que se desvive por él, la que puede dejar todo por conversar aunque sea de tonterías?... No lo sé.

Seguimos conversando de nosotros, me contaste que estabas tomando clases de guitarra con Belis y que estabas fascinado. Te conté que yo estaba muy interesada en iniciar clases de dibujo y pintura, cuando era niña eran mi pasión, pero tontamente muchas veces los humanos solemos dejar de lado nuestras sanas pasiones por el día a día. Te confesé que también me encantaba el teatro, que por muchos años caractericé el personaje de una claun, no lo podías creer. Me rogaste que hiciera un poquito de imitación, pero me moría de roche contigo, hacía más de diez años que no lo hacía, y aunque era muy graciosa mi interpretación, tontamente temí caer en ridículo. Tú por tu parte me confesaste que podías imitar al cantante Rafael con la mariconada y todo, lo hiciste y no paramos de reír por buen rato. Realmente te salió muy bien. Pero ni así me convenciste a enseñarte mi lado histriónico.

Volviendo a la seriedad, me llenaste de halagos. No quiero pecar de pretensiosa pero creo que en tu afán de ensalzarme tenías razón en todos los adjetivos calificativos que usaste para referirte de mi persona. Estoy tratando de aprender a aceptar que los demás digan en voz alta mis virtudes, aunque todavía me cuesta. Muchas veces he sentido que no era merecedora de tantos halagos o prefería asumir que eran exageraciones. Sin embargo, tus adjetivos fueron diferentes, supiste escoger las palabras adecuadas, sentí que decías cosas nuevas que no había escuchado antes. Hasta me dijiste "siento que eres una mujer espectacular, completa, una persona limpia, con muy buen aura, tienes dharma más que karma". Me asombró tu apreciación, más aun sabiendo que el karma explica los dramas humanos como la reacción a las acciones buenas o malas realizadas en el pasado. Atinaste además a decir que me encontrabas misteriosa, no es por nada, pero creo que si lo soy. Entre creer que el lobo feroz intentaba endulzar a caperucita con calificativos tan agradables, preferí creer que realmente me estabas conociendo, y esa era yo. Esto no significa que me olvide que tengo defectos como cualquier ser humano y en ocasiones soy hasta insoportable, pero sabía que no estabas equivocado, sé que soy una buena persona. Sólo atiné a agradecerte por tu generosa evaluación.

El vino seguía desapareciendo de la botella mientras se alojaba en nuestros organismos. Quisiste que nuevamente lo hagamos, yo no tenía ganas. Te excitaste demasiado y por primera vez, después de tantos encuentros, no permití que me penetraras, por lo que eyaculaste con el condón puesto. Tú no te enojaste, eres muy comprensivo, yo me sentía rara, no era el trago, el ambiente estaba divino, tu compañía era extraordinaria, pero yo quería a mi amor, quería realmente hacer el amor, no tenía ganas de solo sexo. Lo notaste, me preguntaste qué tenía, primero respondí con un tímido "No sé", luego te dije: "creo que me friqueó la llamada de él". Era obvio, tú lo habías notado también.

Empezamos a disfrutar de la música reggae. Me acerqué, te abracé muy fuerte, tú me correspondiste. Intenté besarte pero me recordaste que yo tenía la idea de que en esa "seudo relación" no eran posibles los besos porque tenían para mí un significado más íntimo. ¿Cómo se puede pensar que un beso en la boca es más íntimo que el coito? Bueno esa era una idea mía porque sentía que sólo tenía ganas de besar a mi amor, era una conexión especial que no quería tener con nadie más. Hubo un momento que te convertiste en un chico tímido, yo fui muy directa y audaz, con tu actuar me demostraste que tienes un lado débil, parecías atemorizado, no parecías ser tú, me diste risa. Los seres humanos somos realmente complejos.

Pusiste la canción de Belis que habla de una morena, lo hiciste a propósito. Sentí que el alcohol se me había subido a la cabeza, no estaba ebria pero ya no estaba normal. Recordé que no había cenado y seguramente ese fue el motivo por el cual estaba así. Era ya muy tarde, ambos al día siguiente teníamos que trabajar. Tú querías que volvamos a intentarlo, yo no tenía ganas. Lo volviste a hacer, y digo que sólo tú porque yo me mantuve acostada, sin moverme, sin inmutarme ante tu esfuerzo fallido por excitarme. No dejaba de pensar en él. Quería irme a casa, me estaba sintiendo mal por haberte preferido esa noche. No podías creer que yo tuviera esa actitud casi inerte, creo que creíste que estaba fingiendo, que era parte de un acto histriónico. Sin embargo, no se trataba de teatro, eran mis sentimientos que estaban saliendo a flote ayudados por el alcohol.

Mientras me vestí y te pusiste tu bata, llamaste un taxi. Me dio risa lo que sueles hacer en situaciones similares, solicitaste la unidad para la casa de tu vecino diste el nombre de otra familia. Nos reímos, te las sabes todas. Metí mi brasier en la cartera porque tenía pereza de ponérmelo, además tenía sueño. Era la primera vez que llegaría a casa sin esa prenda puesta. El tramo de tu habitación a la puerta, siempre se hace larguísimo, pese a que no lo es. Es que siempre existe la probabilidad de ser descubierta por tus padres y entro en pánico de imaginarme esa vergonzosa situación. Más aun sabiendo que tu madre es una mujer tan católica, me imagino que de esas que se golpean el pecho, verme allí en esas circunstancias serían como ver al mismísimo diablo. Nos despedimos como se despiden los buenos amigos con un beso en la mejilla, me pediste que te llamara tan luego llegue a casa. Yo mientras subía al taxi, marcaba el número de mi amor. Él estaba adormitado cuando me contestó, y ya no me importó que se entere que esa noche había preferido salir a hacer cualquier otra cosa fuera de casa, antes que verme con él. Era una especie de venganza sin haberla planeado, pero en realidad no era mi intención hacerlo sentir mal, sólo quería hablar con él. En ese momento también supo que había tomado vino. No preguntó con quién, ni me reclamó ni se enojó y se despidió enviándome un besito mientras yo me acostaba en mi cama. Te hice saber que estaba en casa sana y salva, prometiste leer la otra historia que te dejé y nos deseamos buenas noches. Una vez más la niña "buena" había hecho algo "malo", lo rico era que no me sentía mal por eso, pero sí tenía un sinsabor, era el error de haber deseado hacerlo con él y no contigo.

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