Era el Día de la Madre, si mi madre lo supiera ya hubiese tenido un infarto pero antes me hubiese mandado a fusilar. ¿Dónde quedaron los valores?, ¿la moral?, ¿la buena reputación?, ¿el buen nombre?, ¿la chica de familia?...Ya recuerdo esa noche los planché y los guardé en la habitación donde guardamos todos los cachibaches que no utilizamos o lo hacemos muy rara vez.
Sin embargo, previamente por la tarde me llamaste; yo estaba en la florería comprando unos arreglos florales para mi abuela, otro por encargo de parte de mi prima para mi tía (su madre) y rosas sueltas que quise entregar a cada una de mis tías. Mi mami estaba en otra ciudad pues había viajado unos días para estar con mi hermana. Era el primer año que no pasaba con mi madre ese significativo día. Y con todo el respeto que se merecen quienes no tienen mami, para mí y para mi hermana que estaba aquí conmigo, era un día normal. En realidad era un día tranquilo, no teníamos el stress de hacer mil malabares para encontrar un regalo que sea de su completo agrado, no teníamos que hacer el desayuno especial con bombos y platillos ni tuvimos que escuchar sus gritos o llamadas de atención. Hasta cierto punto debo admitir que nos sentíamos culpables al sentirnos aliviadas por no tenerla en casa. Inclusive nos pusimos a pensar que éramos un par de ratas porque si mi papi hubiese sido el ausente en el Día del Padre, de seguro que hubíesemos estado muy tristes por no tenerlo en casa. Pero en fin, mi madre era nuestra querida Menopausica de la vida real. Y bueno, mientras escogía las bellas rosas, tú llamaste. Querías que por favor te ayude a convencer a tu mami para salir a almorzar a la calle pues estaba depre, estresada, enojada contigo y algo enferma. Decías que si yo se lo pedía no iba a negarse. Es decir, querías utilizarme. Sin embargo, como era por una noble causa, iba a permitir que me utilices. Aunque cuando entendí que lo que me pedías era que también vaya con ustedes, con el dolor de mi corazón tuve que decirte que no. Tú entendiste, yo tenía que ir a almorzar con mi familia. Toda la vida mi familia (abuela, papis, hermanas, tíos y primos) hemos compartido todos los momentos especiales juntos, de modo que era imposible complacerte esta vez. No podía dejar a mi familia, aunque no estuviera mi querida Menopausica, para ir a almorzar contigo y tu madre aunque los quiera. Siempre me cuesta decirte no, prácticamente casi nunca lo hago, pero en esta ocasión no era posible.
Como te había prometido visitar a tu mami por la tarde, quise cumplirlo. Así que al regresar a casa, luego de almuerzo, le dije a mi papi que a las seis iría a saludarla. Él creo que cree, nuevamente, que somos enamorados. Y es que cualquiera se confunde con nuestro extraño comportamiento, actuamos como si estuviésemos pero en verdad no estamos. Mi papi respondió que yo me había ido a visitar a "mi suegra" cuando le preguntaron por qué no estaba con ellos para tomar el lonche en familia. Cuando te avisé que iría me dijiste que ella estaba descansando y que además no estaba de buen ánimo como para visitarla. Yo insistí y aunque estaba muy ajustada con mis gastos, creí que valía la pena llevarle un arreglo de rosas rosadas con un presente. Ella me contestó el teléfono muy amable, es que mi ex suegra (y quien sabe futura) me quiere de modo que no era capaz de decirme "No vengas".
Cuando llegué, te sorprendió mi detalle y a ella aún más. Previamente, en la cocina, te pregunté qué tipo de aretes le gustaban, me dijiste que le encantaban las perlas, así que saqué la cajita envuelta en papel de regalo. La otra, que no tenía perlas, la dejé guardada, es que así soy yo de precavida. Con ese par de cositas los tenía a ella y a ti en el bolsillo. Mi querida suegra estaba muy ansiosa, nerviosa y disgustada. Al día siguiente tenía que dar un examen psicotécnico para ver si aprobaba una de las etapas del proceso de evaluación y mantenía su trabajo, el mismo que tenía hace nueve años. Su situación era complicada, de eso dependía su futuro próximo y los competidores estaban al acecho. Es una mujer preparada, sin embargo, le aterrorizaba el solo hecho de pensar que podía de la noche a la mañana quedarse sin trabajo, más aun porque la situación económica en tu casa no era estable. Estando allí, ella empezó a quejarse de ti y de tu hermana mayor. Sentía que no había tenido un merecido Día de la Madre, se sentía triste. Según ella sólo tu hermana menor había tenido cierta consideración con ella, sin embargo, tú no le habías dado ni un abrazo por su día, por el contrario le dolía que hubieses preferido ir a pasar toda la mañana con tu padre. Entonces creí que de algún modo esas rosas y el presente tuvieron un efecto más que positivo. Y es que la verdad muchas veces el dinero no compra la felicidad pero hay detalles que nos pueden dar un aliciente o al menos robarnos una sonrisa. Creo que eso logré hacer con tu mami y me sentí bien. Al rato me tenías en la sala de tu casa ayudándola a resolver exámenes de razonamiento verbal y matemático para que se sienta algo más tranquila y confiada. No lo había hecho ni con mis hermanas cuando se preparaban para sus exámenes de admisión, sin embargo, allí estaba yo haciendo todo eso, pero ¿sabes?...lo hice con mucho gusto realmente. Tu hermana mayor había salido todo el día con el enamorado, tu otra hermana en ese momento se despidió porque acompañaría a su enamorado a la agencia pues ya viajaba y nosotros nos quedamos acompañándola. Le agradecí a Dios el poder estar allí conversando con ella al menos intentando darle ánimos. Quizá no hice mucho pero me sentí útil. Hubo un rato que pudimos hablar muy bajito sin que nadie nos escuche y nos reimos muy fuerte porque entre juegos me dijiste que nos faltaba "bautizar" el mueble grande.
Mientras tu mami y yo revisábamos los demás ejercicios, tú nos preparabas el lonche. Fuiste a comprar pan y el hot dog con huevo revuelto te quedaron delis. Cuando tuviste la mesa puesta, nos llamaste para tomar cafecito juntos. Llamé a mi papá para avisarle que ya no iría a casa de mi abuela. Él comprendió. La noche avanzaba, las horas pasaban, tu hermana llegó y yo ya tenía que irme. Decidiste acompañarme y me despedí de ellas. Tú le prometiste a tu mami no demorar pues mi casa queda muy cerca de la tuya.
En el camino me cojí de tu brazo, caminamos lento y nos reimos mucho. Era un día especial, un paréntesis después de tanta discusión de días anteriores. Es extraño, ahora los días felices y sin pelear ya son raros, están como que en proceso de extinción; por otro lado, los días llenos de reclamos, celos, enojos tontos, gritos míos, etc. ya eran casi cotidianos. Lo anormal se estaba volviendo normal, pero ese día era anormal, es decir, todo estaba color de rosa. Habíamos firmado la paz. Al cerrar tu puerta no sé por qué te palmeteé el trasero y me dijiste de una forma muy cómica, que no te lo toque porque estabas sin calzoncillo (sólo te habías colocado un jean para llevarme a casa) y nos reimos muchísimo. Luego de un par de cuadras nos encontramos con tu hermana, pensé que podía acompañarnos hasta mi casa para que no regreses solo. Sin embargo, tu reacción fue regresar y dejarla en tu casa y volver a caminar hacia la mía. Yo feliz de pasar más tiempo a tu lado y si era a solas mejor.
Llegamos a mi casa. Pensé que te despedirías pero me dijiste que entrarías un ratito. Adoro verte jugar con nuestro "hijito", el perrito que me obsequiaste hace un par de meses. Saludaste a mi papi muy cordialmente. Entonces el tiempo empezó a correr y tú esa vez no tenías apuro. Decías que tenías que irte pero seguías buscando pretextos para seguir allí (algo más que raro en ti y los últimos quince meses) Estando en la sala, vimos algunos datos en la lap top que tu mami necesitaba. Nos volvimos a reir insinuando que ese mueble de dos ya estaba "bautizado" pero faltaba el grande. La verdad era que hace meses que no teníamos ningún contacto íntimo ni remotamente algo similar. Pero esa noche no sé si eran las feronomas que nuestros organismos secretaban de forma alborotada o nuestro lenguaje corporal estaban sincronizado, el hecho es que me excitaba cada vez que te sentía cerca.
Al rato mi papá subió a dormir y nosotros seguíamos tonteando. Me contaste que tenías dolor en el cuello porque estabas tenso y me ofrecí a hacerte masajes. Juro que mi real intención era hacerte masajes para relajarte, sin imaginar que esto sería el inicio de una noche loca sin copas. Entonces te coloqué una colonia relajante que tengo, te hice los masajes en el cuello y la cabeza. Era fácil notar que te sentías muy cómodo. Yo contenta de tenerte entre mis brazos y ayudándote. Entonces te pedí que mejor fuésemos al mueble grande para que te acuestes, así podría hacerte los masajes en la espalda de forma más confortable. Tú accediste sin peros. A mí me parecía extraño. Yo estaba feliz pero me extrañaba tu actitud. Ya no estaba ante mis ojos el hombre que parece la Gatita Penélope que se corre de Pepe le Pew cuando éste quiere besarla creyendo que es una mofeta como él. Te gustaron mis masajes, luego empezamos a hablar de un cuadro mexicano que tengo en la sala, cuando me acerqué para asegurarme si se trataba de pintura en tela o papel, hiciste un comentario respecto a lo bien que se veía mi trasero con ese jean y desde el ángulo que lo estabas viendo porque seguías acostado en el mueble. Yo me sonrojé pero no se me notó porque soy morena. Sin embargo, no sabía como reaccionar pese a que ya había pasado todo lo que ha pasado entre nosotros. Claro hace mucho que no pasaba nada.
No obstante soy humana, soy mujer, tú eres hombre y yo te deseo, y este anhelo había intentando muchas veces ocultarse para evitar malos momentos ante tus negativas. Sin embargo, nada de eso me importó. Estabas acostado en mi mueble, yo a tu lado en una silla cual masajista profesional y no pude más. Subí sobre ti, te besé, me correspondiste, nos abrazamos, nos besamos con pasión. No sé cuánto tiempo habíamos jugado a la abstinencia (bueno entre nosotros obviamente). Es inevitable, nos deseamos demasiado y cuando me miras de la forma como lo haces, me alborotas, en serio. De forma más atrevida estábamos teniendo mayor contacto. Parecía algo nuevo entre nosotros pues las pocas veces que habíamos hecho el amor había sido luego de muchas copas y además era más excitante aun por el hecho de estar en la sala con la luz encendida. Mi hermana menor y mi papi dormían en el segundo nivel. Mientras tanto, nosotros estábamos descontrolados. No sé en dónde guardaste al tipo caballero que jamás se sobrepasa conmigo, creo que en la misma habitación donde estaban los cachivalches y mis valores. Tocaste mi trasero, pero no sobre el jean ni mi truza y eso fue una señal más que clara de que estábamos dispuestos a entregarnos. Sólo faltaba como canción de fondo la de Ana Gabriel "Simplemente Amigos"...nos estábamos amando sin control y teníamos ganas de seguir amándonos, sin embargo, todo el tiempo teníamos que seguir actuando como simplemente amigos. Me besaste muchas beses, nos dijimos mutuamente que nos amábamos. Volví a sentirme en el paraíso con tus tan anhelados besos. No obstante, podían escucharnos así que te pedí que subieses el volumen a la televisión o pongas música. Luego te instalé sentado en el mueble y sin preguntártelo fui a sacar los Halls que me sobraron tres días antes, los que usé con mi "amigo con derechos", el médico. Me metí uno a la boca y si había funcionado tan bien con él, ¿por qué contigo podía ocurrir lo contrario?...Entonces actué, hice lo que tenía que hacer pero estoy segura que todo eso se complementó con mi jean rojo y las sexy botas negras que tenía puestas esa noche. Me estaba consagrando de recontrarufla, sólo unos días atrás había hecho prácticamente lo mismo con mi amigo el médico. ¿Eso me convierte en promiscua?...según la Organización Mundial de la Salud... sí pues define la promiscuidad como la práctica de relaciones o el hecho de tener más de dos parejas sexuales en menos de seis meses. Y entre tres días y seis meses hay una abismal diferencia. No es que me sienta orgullosa de mi status de promiscua, sólo que me causa risa y asombro haber llegado a este nivel. Te aseguro que ha sido a punta de sudor (broma cruel). Bueno pues, ya estábamos muy avanzados, yo sabía perfectamente que mi dupla Halls-Lengua estaba surtiendo efecto positivo. Hasta que me dijiste: "Quiero hacerte el amor", te dije que eso era lo que me estabas haciendo, pero tú insististe, en realidad querías penetrarme. y como soy la reina de las neuróticas, rápidamente relacioné Día de la Madre con no tener condón. No podía arriesgarme a hacerlo sin cuidarnos y luego quejarnos de las consecuencias, una criatura no es cosa de juego. Hacerla puede sonar divertido, pero el fondo del asunto es algo muy complejo. Luego de ese breve razonamiento, me negué. Me insististe, yo seguí firme en mi negativa. Sin condón no hay nada. Tú me decías que no sabías qué tenías pero tenías unas ganas locas de hacerme el amor. Me paré, tú me abrazaste, yo me volví a negar hasta que me pediste hacerlo por atrás. La única vez que lo habíamos hecho era aquella vez cuando recibí mi título, todo estaba casi igual: era el mismo mueble, la misma sala, los mismos sinverguenzas pero esta vez no apagamos la luz ni estábamos mareados. Eso me gustaba, luego no había opción a reclamo ni arrepentimientos. Además no teníamos preservativos, nuevamente te reclamé por la falta de logística, era una desconsideración al cliente. Rechacé tu oferta unas tres o cuatro veces hasta que te dije que sí. Rápidamente trajiste la crema que no habíamos usado para los masajes. Y nuevamente lo hicimos. Simplemente delicioso. Es que hacerlo con la persona que amas ya es magia, pero hacerlo bajo esas circunstancias ya era muy de película. Tuve que quitarte la correa para que no hagas tanta bulla. Me diste algunos orgasmos, fue súper. Tú por tu parte, lo disfrutabas demasiado. Yo era feliz, creo que tú también.
Después de esa mágica entrega "posterior", estuvimos buen rato conversando, abrazaditos, riendo, mirándonos con ojos brillosos. tú me acariciabas mi pequeña nariz, yo te besaba la mejilla. Tú me dabas un pico, yo te correspondía. Tú me besabas la frente, yo la mano. Tú me olías el cabello, yo estaba en las nubes. Hiciste un comentario que me otorgaba muchos méritos respecto al Halls y por poco te respondo "Ya me lo habían dicho". En mi mente decía: "Si supieras que son los Halls que me sobraron con el otro la otra noche". Te hice la misma explicación que al anterior muchacho y nada, tú estabas feliz de haberlo experimentado. Y como nada dura para siempre, supimos que ya era muy tarde y teníamos que despedirnos; no sin antes quedar en volvernos a entregar muy pronto pero en condiciones más adecuadas, como las que merecía por nuestros tantos largos meses de abstinencia. Antes de irte me abrazaste, me diste otro beso y sonriendo me dijiste que habían sido los mejores masajes de tu vida. Y así una vez más nos despedimos en la puerta pero esa noche no era una noche cualquiera, era una Noche Anormal.
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