Fue una tarde de sol radiante en uno de los hoteles más conocidos de la ciudad. Asistí a un evento relacionado a mi carrera sin saber que te conocería. Días antes había escuchado tu voz mediante el teléfono pues eras amigo de mi jefa. En realidad no tenía ningún interés por conocerte ni siquiera por curiosidad. Ella tenía un peculiar estilo, ciertamente era un tanto exagerada y se había empeñado en ser nuestro cupido. Por un lado, ella consideraba que eras un muchacho muy lindo y reconocido académicamente, yo por mi parte también tenía mis méritos, de modo que según su opinión lo ideal era que nos conociéramos y fuésemos pareja.
Este recuerdo es el que tengo de cuándo fue que te conocí, era un viernes de algún día de setiembre, yo llegué al evento con mi jefa y fue ella quien nos presentó muy emocionada. Recuerdo claramente que no me presentó precisamente por mi nombre, sino como una "Belleza Americana" que tenías que conocer (esa fue la misma forma cómo se había referido a mi por teléfono unos días antes cuando llamaste). Yo pensé que ella estaba chiflada así que sólo me quedó reír y tragarme su bochornosa presentación. Tú me saludaste algo nervioso pero con una gran sonrisa que me causó extrañeza. Me diste la impresión de ser un muchacho tímido pero respetuoso y me caíste bien. Físicamente no eras nada atractivo pero tu amable trato me dio una muy buena impresión de ti, podría atreverme a afirmar que con lo poco que te traté sentí que estábamos conectados. Luego del evento a alguien se le ocurrió que vayamos a comer pollo a la brasa en un conocido restaurante de la ciudad. Conversamos y reímos bastante. Me sorprendió que te fijes en el detalle del diseño que tenía en mis uñas. No obstante, como era tarde me despedí de todos para irme a casa. Tú saliste atrás mío para embarcarme en el taxi aunque tu real intención era acompañarme. Rechacé de forma diplomática tu caballerosidad pero decidí ir sola a casa así que quedamos separados por la ventana del vehículo con un "adiós" de por medio con las manos. Me quedé preocupada analizando todos tus movimientos, creí que yo te gustaba. Y esta idea se afianzó más en mi cabecita cuando al segundo día nos volvimos a ver en la clausura del seminario. Esa mañana estábamos vestidos de forma más casual, nos encontramos al ingreso y nos sentamos juntos, era agradable conversar contigo, me hiciste reír y allí supe que tenías alguna alergia al frío que te producía estornudo.
Es curioso, pero luego de mucho tiempo me confesaste que esa mañana del evento en el hotel no fue la primera vez que nos vimos. Sinceramente mi cerebro está bloqueado y no tiene otro recuerdo, pero según tú, antes ya me habías visto en el trabajo así que indagaste para averiguar quién era yo, la chica nueva. Te dijeron que estaba haciendo prácticas con tu amiga que era mi jefa así que una mañana fuiste a preguntar por ella, aun sabiendo que en realidad no estaba, pues tu objetivo era verme y entablar conversación. Yo estaba sola en la oficina, preguntaste por mi jefa, te indiqué que no estaba y me preguntaste quien era yo, cual era mi nombre y cruzamos algunas palabras. En serio, yo no recuerdo ese primer encuentro, pero me lo has descrito de forma tan detallada que seguro sí ocurrió.
La siguiente vez que nos vimos fue en la fiesta de gala que organicé con un grupo de amigos por un evento académico. Hubo un momento que necesité sencillo para dar vuelto y cuadrar cuentas de la venta de las bebidas y tú fuiste muy amable conmigo, me cambiaste el billete que tenía y me cautivó el gesto que tuviste con un niño de la calle cuando se acercó para vender golosinas. Luego me sacaste a bailar, me presentaste con tus amigos magistrados, la pasamos muy bien y sentí que me estabas empezando a gustar.
Por ese entonces yo me encontraba agotada en una relación de cinco años bastante enfermiza, que en un 90% estaba repleta de celos, discusiones, reclamos, malos momentos, llantos, insultos, era realmente desgastante. Él era mi primer enamorado y se me complicaba terminar definitivamente la relación a distancia. Tú empezaste a buscarme, llamarme, invitarme a salir y yo me sentía muy cómoda con tu compañía. Parecías ser un tipo no solo muy caballero sino también agradable. Tuvimos mucha apertura para iniciar una amistad y un día me pediste que te recomendara a alguien como tu practicante que sea responsable, honesta e inteligente como yo, esa parte me causó gracia, por la forma tan linda que tuviste para ensalzarme con esos adjetivos. Así que no dudé en recomendarte a mi mejor amiga, que era mi compañera en la universidad. Ella de plano me dijo que no, yo le rogué que aceptara, de ese modo ella estaría cerca de ti y podría tener otra forma de conocerte. Así que una noche quedamos en vernos en el café bar que ella tenía, fue nuestra primera cita, en la cual me pediste que deje de tratarte de usted y te tuteara. En realidad eras más de diez años mayor que yo pero eras una autoridad joven para nuestro entorno.
A medida que te trataba y te conocía más, me gustabas más, tu caballerosidad me endulzaba, tu sapiencia me obnubilaba, tu sencillez me sorprendía y la comodidad que sentía cuando estaba a tu lado, eran incomparables con aquella relación que aún mantenía con mi enamorado. De pronto las salidas empezaron a ser más frecuentes, casi todos los días, y pese a que tenías una agenda sumamente apretada con un horario bastante difícil, te dabas el tiempo suficiente para llamarme muchas veces al día, para acudir a nuestras citas casi diarias en ese café bar que fue el lugar perfecto para iniciar una linda y nueva etapa en mi vida. Y casi sin darme cuenta entraste a mis pensamientos de una forma arrolladora, me emocionaba verte, me encantaba reír de todo y de nada contigo, y no veía la hora de verte, empezaba a darme pena despedirme de ti cuando terminaba el día y podía pasar horas de horas en el celular con tus largas llamadas al celular, no tenías reparo en el gasto que eso podía producirte.
De modo que fue muy fácil dejar de sufrir por mi enamorado de ese entonces, y después de haber vivido solo para él durante esos largos cinco años, empezaba a sentir algo distinto y me gustaba mucho tener un motivo diario para sonreír. Fue así que una noche mientras él me llamaba al celular yo hice un típico gesto de desagrado que hacía sólo cuando él llamaba, le contestaba de mala gana o simplemente apagaba el equipo, luego le decía que se me bajaba la batería, él seguramente empezó a sospechar pues no era común que eso ocurriera. Ante esto mi amiga me dijo "No entiendo por qué sigues con alguien a quien no quieres, si se supone que cuando una está enamorada te emociona recibir alguna llamada de la persona que amas pero tú siempre te fastidias cuando él lo hace". Esa llamada de atención fue la que me hizo poner sobre el tapete lo que estaba haciendo, me preguntaba si ya era hora de culminar con esa relación que no me traía nada positivo, a lado de alguien que no tenía mayor expectativa de mejora personal. Y era inevitable comparar, él no era gran cosa, tú lo tenías casi todo. Siempre lo digo y siempre lo diré, es obvio que tu físico no fue lo que me sedujo, fue tu trato. A medida que te conocía o escuchaba de ti, te admiraba más y me gustaba poder pasar tiempo contigo.
Era bastante notorio que tú pretendías algo más que una simple amistad. Yo nunca te dije que tenía enamorado de lejos, mis amigos tampoco me delataron. Tú no eras de aquí sino de una lejana ciudad, vivías solo así que no conocía nada de tu pasado, sólo esperaba que fueras soltero como me habías dicho. Las salidas se hicieron más continuas, en realidad nos veíamos de lunes a sábado. Ambos empezamos a involucrarnos en las actividades del otro. Esto ocasionó que las especulaciones empiecen, la gente veían a dos personas solteras y solas que salían juntas.
Por otro lado mi mejor amiga y mi "amorcito", que para ese entonces aún era mi mejor amigo, me aconsejaron que termine la relación con el otro muchacho, esa relación ya no tenía razón de ser y yo era feliz a tu lado, había vuelto a saber lo que era sonreír de la nada, cuando en realidad sabes que no hay manera de cambiar de humor de forma negativa si existe alguien que se ha vuelto en el centro de atención de tu vida. Y luego de analizar todo me di cuenta que lo otro era costumbre, una relación que ya estaba demasiado desgastada y no me hacía nada bien. Fue la única vez que sentí que un clavo saca a otro clavo, sobre todo cuando este último ya está oxidado.
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