Me acompañarías a un matrimonio. Para variar no llegaste a la misa. Dijiste que me darías el encuentro al término de la ceremonia. Probablemente es el temor que tienes de que se incendie la Catedral si es que ingresas. Yo estaba con un elegante vestido negro, habían cepillado mi cabello, tenía los labios rojos, maquillaje oscuro en los ojos y joyas doradas. Me sentía atractiva. No era la primera vez que me acompañabas a un matrimonio. Siempre íbamos como buenos amigos. Al salir de la ceremonia, vi a mi ex con su enamorada, él me miró con cara de tonto pese a que ya habían pasado unos tres años desde que cortamos. Ella tenía cara de pocos amigos conmigo, era entendible. Yo fui amable con ambos.
Mi mejor amiga tuvo un inconveniente con su enamorado porque su vestido tenía demasiado escote. ¡Hombres!. Ella para evitar que peleen consiguió que otra amiga, en su casa que estaba cerca, le prestara una aguja e hilo para coser las tiras del vestido, así el escote sería más sobrio. Mientras ocurría todo esto, tú me informabas por cel que ya estabas llegando. Cuando te vi subiendo, me ocurrió lo que me ocurría hace nueve años todas las veces que te veía: mi corazón se aceleraba, me salía una ligera sonrisa incontrolable, me emocionaba pero tenía que disimular, y ya con tanta práctica, era una experta ocultando sentimientos. Te veías guapo. Rara vez te veía así de formalito con tu terno oscuro. Para ti un polo y tu jean o una bermuda eran suficientes, yo detestaba tu estilo informal. Te sentías feliz con la comodidad que te podían dar esas prendas. Te presenté al enamorado de mi amiga, fuimos a comprar halls y cigarros mientras ella salía. Pese a que recién en ese momento lo habías conocido, pudiste observar que él estaba de mal humor.
Llegamos a la fiesta, nos sentamos con mis colegas. Y más de uno preguntaba si eras mi enamorado. Todo el tiempo pasaba eso. Yo me limitaba a responder que sólo éramos amigos, y tratando de justificar algo u ocultar la verdad agregaba que eras mi mejor amigo. Yo la estaba pasando súper bien a tu lado, así era siempre. No importaba el lugar, ni la gente que nos rodeaba, nosotros siempre la pasábamos bien, conversando y riendo todo el tiempo. Me gusta que aunque recién conozcas a las personas que te presento, tengas las cualidades de ser sociable, educado, conversador y caes bien con facilidad. Cuando nos sirvieron la cena, como siempre me diste prioridad y me cediste el plato que el mozo te dejó antes que a mí. Mientras comíamos me di cuenta que había un cabello largo entre el guiso de la deliciosa carne que estábamos cenando. Me dio asco, pero no quise ser escandalosa. Cuando te lo dije tú no lo pensaste ni un segundo, buscaste al mozo para pedirle que me cambiara el plato, yo te decía que no hagas tanto laberinto, finalmente podía dejar de cenar. Tú no estuviste tranquilo hasta que me trajeron otro plato. Y aunque te dije que eras un exagerado, me encantó tu detalle. Ese eras tú, el día que dejes de hacer cosas como esas, será que habrás perdido tu esencia.
Coincidimos en que esas canciones de Bocelli eran bellísimas. Me hiciste saber que cuando te cases quisieras tener fondo musical de él. Yo no te lo dije pero antes que lo mencionaras había pensado lo mismo. El baile empezó, no te negaste a bailar ninguna pieza que yo quería. A veces tomabas la iniciativa y tú eras el que me invitaba cogiéndome de la mano para ir a la pista de baile. Yo me divertía mucho contigo pese a que el baile no es tu fuerte. Mi respiración se cortaba cuando me cogías sutilmente de la cintura al regresar a nuestra mesa. Me sentía feliz. Me encantaba mirarte a los ojos cuando me hablabas, todo lo que podía ocurrir a nuestro alrededor era como si no existiera. Te ponía mucha atención aunque fueran tonterías las que a veces decías o historias que me habías contado innumerables veces y yo ya me las sabía de memoria. Igual nunca cortaba tus relatos y me reía o sorprendía como si fuese la primera vez que las escuchaba. Es que me encantaba cómo te emocionabas al contarlas.
Te paraste, te acercaste a mi oído y cogiéndome suavecito la cintura con una mano me hiciste saber que irías al baño. Me pregunté ¿qué necesidad hay para que me cojas de esa forma la cintura?, ¿eso hacían los amigos?. Opté por alejar esos pensamientos y no crearme falsas expectativas. Mientras tanto el enamorado de mi amiga, empezó a fastidiarme contigo. Yo le "aclaré" que éramos buenos amigos nada más. Y solté el mismo discurso que venía pronunciando casi de memoria desde hacía tantos años. Él siguió hasta que me molesté, le dije que deje de hablar tonterías. Cuando mi amiga regresó a la mesa nos preguntó de qué hablábamos y le hice saber que su enamorado estaba viendo cosas que no son. Él, esta vez con seriedad, me dijo: ¿Eres o te haces?. Yo sentí eso como una ofensa, me molesté más. Él prosiguió diciendo "¿Acaso no te has dado cuenta cómo te mira ese pata?". Yo fruncí el ceño y le pregunté que cómo. Él respondió: "Te mira con ojos de cordero degollado y tú a él igual". Yo por ti no podía dar fe, pero sentía como si me hallaran del mejor escondite en el juego de "Las Escondidas". ¡No puede ser!, ¿había sido tan obvia? todo eso pasaba por mi mente sin que yo atinara a responder. Lo único que pude hacer es actuar más molesta y decirle: "Ayyy por favor, yo con él, jamás, ni loca". Mi amiga lanzó su "maldición" diciendo: "Ayyy amiga, acabas de escupir al cielo y ten cuidado porque te puede caer". Me sentí como una criatura que había sido resondrada pero seguí disimulando aparentando fortaleza y ocultando mis reales sentimientos. ¿Qué estaba pasando?, no entendía qué hice mal esa noche para que otros se dieran cuenta de lo que sentía. Él recién esa noche te había conocido, pero era hombre, probablemente pudo ser más fácil para él descifrar tu lenguaje corporal, ¿pero cómo se dio cuenta de mí?. Si las amistades con quienes habíamos convivido tantos años no lo habían notado, por qué ahora todo era tan obvio. Me quedé muda, no tenía más argumentos para defenderme o hacerles creer lo contrario. ¿Cómo hacerlo si estaban ellos en lo cierto?, al menos por parte mía tenían razón. Ahora la gran incógnita era ¿Tú también estabas enamorado en silencio?
Cuando regresaste, yo no era la misma, era inevitable poner mis cinco sentidos sobre cada palabra y movimiento tuyos. No quería ilusionarme en vano. No quería creer algo así y luego llevarme el fiasco al saber que tú me veías con ojos de amigo. Era un miedo con el que había tenido que lidiar casi una década y aún no era capaz de enfrentarlo ni mirarlo con desdén. Pero esa era la primera vez que me cuestionaba tanto. Inconscientemente empecé a observar minuciosamente tus gestos o detalles. Luego de tanto bailar me dio sed, pero no quería tomar trago y en la mesa ya no había gaseosa, ya me había acabado toda el agua. Cuando te lo comenté, eso fue suficiente para que te levantes y fueras a la barra. Yo intenté detenerte pero igual te fuiste. Regresaste con un vaso grande de gaseosa Sprite, y con tu siempre cautivadora sonrisa te disculpaste diciendo: "No había agua pero te traje gaseosa". Tuve un impulso por besarte pero como siempre me contuve. Quizá para otros eso no era nada, pero ¿Cuántos hombres hacen algo similar sin que su pareja se lo pida?, yo no era tu pareja pero me encantó tu iniciativa. Luego mis amigas hicieron hincapié en tu detalle. Empecé a creer que no era un gesto cualquiera, no era casualidad.
Me sentí una neurótica, pero desde que el enamorado de mi amiga me dijo todo lo que me dijo, era inevitable ver con atención tu actuar. Lo que hasta hace unas horas veía yo que eran gestos de un amigo que me quiere, ahora tenían pinceladas de un posible hombre enamorado. No me quería hacer ilusiones falsas pero tampoco podía dejarlo pasar por alto. La noche avanzaba, tú tomabas, yo muy poco. Mi amiga se fue, su enamorado luego regresó, tú y yo nos quedamos bailando y disfrutando lo que quedaba de la fiesta. De pronto llegaron nuestro amigo, que era el pata que toda la universidad quiso estar conmigo, su hermano y su mejor amigo. No los veía hace tiempo y fue agradable acogerlos en nuestra mesa. Ese muchacho por muchos años abiertamente había gritado a los cuatro vientos que yo era la mujer ideal para casarse, estuvo muy interesado en mí y a ti te lo había dicho siempre. Pese a que sí había pasado algo entre él y yo, eso había sido hace mucho tiempo de modo que verlo allí no me complicaba. Esa noche sólo tenía cabeza para ti.
Mientras conversaban entre hombres, yo estaba aburrida. Inesperadamente un chico se acercó y me invitó a bailar. Yo ni corta ni perezosa acepté. Más temprano lo había saludado de lejos aunque hasta ese momento no recordaba dónde lo había visto pero se me hacía conocido. Me conversó bastante y antes de que termine la canción, mi mente se despejó y recordé que lo había conocido un par de meses atrás en el cumpleaños de unos amigos. Sin querer dije en voz alta: "Ya recordé de dónde te conozco". Él me recordaba perfectamente y yo no recordaba ni su nombre y hasta hace unos segundos no recordaba ni siquiera quién era. Este chico me coqueteaba abiertamente, a mí me empezó a caer mal, claro estaba algo tomado pero una siente cuando existe el famoso "click", yo no lo sentí. Me pidió mi número telefónico, yo no quise brindárselo. Él fue muy insistente. Casi al terminar de bailar la tercera canción, me preguntó a qué me dedicaba y que sólo esperaba que no sea abogada porque toda la noche había charlado con abogados y le caían mal. Yo no podía creer que alguien pueda ser tan desatinado, más aún si estaba en una boda donde los novios tenían esa profesión. Yo quería mandarlo a rodar, pero saqué una forzada sonrisa y le dije: "Soy abogada". Él no supo cómo disculparse. Yo no quería seguir escuchando sus necedades, era demasiado estúpido para mi gusto. Le agradecí por la pieza y mientras me regresaba a mi sitio, me preguntó mi número nuevamente, yo le dije: "Si tanto te interesa saber, consíguelo". Y sin darle mayor importancia, le di la espalda y llegué a nuestra mesa.
Con tanto que habías tomado, parecía que ni te habías dado cuenta que salí a bailar con otro. Al poco rato mi eterno afane universitario me invitó a bailar. Lo cierto era que cuando éramos compañeros y todavía pasaba algo entre él y yo, siempre bailábamos, coqueteábamos y eso no era para nadie secreto. Tuve ganas de volver a sentirme deseada, habían pasado algunos años pero él pese a que ya tenía enamorada, no dejaba de mirarme como siempre. Cuando me paré para salir a bailar con él, tú, que ya estabas mareado, te acercaste, me abrazaste fuerte y empezaste a llorar. Me dejaste desconcertada, me decías que me querías mucho y que era muy especial para ti. Que no querías que nadie me haga daño y que confiabas en que yo era una mujer inteligente que no dejaría que nadie se burle de mí. Me abrazabas fuerte y todos nos miraban, aunque sin poder escuchar lo que me decías al oído. Estábamos parados y por más que intentaba calmarte, tú seguías actuando de esa forma tan extraña. No entendía tu actuar. Cuando logré sacarte de mi encima igual salí a bailar con él.
Coqueteamos todo el rato, sí lo sé soy una bruja. Sin que tú lo sepas, este chico me propuso que vayamos a un hotel. Él tenía enamorada. Yo tenía la seguridad de que con él no iría ni a la esquina y me fastidió que me lo propusiera. En una de las vueltas que él me dio, pude observarte a unos metros de nosotros mirándonos. Te juro que tu expresión la tengo grabada en mi mente como si te estuviese viendo en este momento. Me partió el alma verte así. ¿Qué estaba haciendo?, tu carita me dijo que las sospechas de esa noche podían no necesariamente ser tontas o ligeras conclusiones mías. No había explicación para que te hayas apartado de los amigos de la mesa para pararte en frente nuestro y mirarnos al borde del llanto. Eso fue suficiente para ser distante con él hasta el día de hoy. Terminó la canción y te pedí que nos vayamos. Tú aceptaste sin dudar. Nos despedimos y salimos. No sé qué pudieron ver los demás, pero un par de meses después me contaste que ese chico te preguntó si teníamos algo. Creo que ya empezábamos a ser demasiado evidentes.
Cuando llegamos al centro del puente que teníamos que cruzar, me dijiste: "Qué bueno que seas una mujer tan inteligente, me da gusto que no seas como las tontas de mis hermanas". Yo no entendí tu comentario, lo único que pensé fue que sabías de las intenciones de ese chico que era nuestro amigo y estabas contento de que yo no aceptase irme con él. Creo que a eso se debió tu llanto mientras me abrazabas un momento antes de que bailara con él. Tenía tantas cosas en la cabeza que ya no sabía ni qué pensar. Hice que te detuvieras en el centro de ese puente y te miré a los ojos, los reflectores del local me ayudaban para verte con claridad. Te pregunté "¿Por qué dices eso?", tú no quisiste responder. Sólo insististe diciendo lo mismo y que querías que supiera que me querías muchísimo, que nunca lo olvide. A propósito me acerqué mirándote fijamente pero mataste todo diciendo que vayamos por un taxi.
Todo el camino me llevaste abrazada, con mi rostro en tu pecho. Al despedirnos quise poner a prueba lo que toda la noche había sospechado. Si me veías como amigo, reaccionarías como tal, sin embargo, mientras más me acercaba, te sentía como un gatito escurridizo. Estabas nervioso y eso siguió confirmando mi idea: Al parecer mi mejor amigo se había enamorado de su mejor amiga, quien a su vez, en silencio lo amaba. Me abrazaste muy fuerte, suspiramos al mismo tiempo. No quería que te vayas y aunque no me lo dijiste, sabía que tú tampoco querías apartarte de mí.
Al día siguiente el jefe máximo de la institución para la cual trabajaba, me fastidió contigo. Él, como muchos, tenía la seguridad de que entre nosotros pasaba algo. Por más que era un asunto personal, decidí "aclararle" que no pasaba nada, eras mi mejor amigo. Y mientras con una mentira, volvía a darle explicación a lo inexplicable, por primera vez, empecé a pensar que a lo mejor no era tan descabellado que tus sentimientos sean recíprocos. ¿Éstas acaso eran las primeras señales?
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