El título profesional tuvo la culpa

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Era un día especial, en realidad más para mi familia que para mí. La verdad es que me sentí más emocionada cuando recibí el Bachillerato. Esta vez quise recibir el título por mesa de partes pero era necesario darle el gusto a mis padres así que tenía que asistir a la Ceremonia de Colación. Por cosas de la vida, mi madre estuvo de viaje, pero fue algo que se escapó de mis manos, yo intenté cumplirles el gustito. Tú estabas contento por mí y mi decisión.

Por la mañana fui a comprar algunas cosas que faltaban en casa. Me animé a comprar un Pisco para preparar un coctel de durazno si es que luego de la ceremonia la familia o amistades iban a saludar. Mi mejor amigo vino desde otra ciudad sólo para estar presente en la ceremonia. Fue un gesto inolvidable. Tú estuviste celoso, no cabía en tu cabeza que un amigo venga desde tan lejos haciendo un viaje tan largo por vía terrestre para asistir a mi ceremonia y regresarse ese mismo día.

Estuve desde el comienzo con mi amigo, mi hermana y mi papi. La ceremonia me aburría. Estaba más pendiente de atender a mis clientas que llamaban sin cesar, sin embargo, no podía contestarles porque estaba en la dichosa ceremonia. Mis tíos, primas y amigas llegaban, tú nada. Yo miraba el cel, casi con ganas de perder la esperanza de que llegaras esa noche. Todo estaba en orden hasta que en una de las tantas veces que volteaba a buscarte, logré verla. ¡Nooooo!...¿Ella?. Perfecto era MI ceremonia de colación y una de las espectadoras tenía que ser TU dama de compañía que por cierto me detestaba. Sí, mi peor pesadilla estaba allí, sentada a 4 filas más atrás que yo. Entonces mi neurosis salió a la luz, la vi hablando por cel. Te llamé y tu cel estaba ocupado, ¿cabía la posibilidad de que ella te dijera que estaba allí entonces por ese motivo tú no irías?????. Me dejé casi resbalar en el asiento, como queriendo ya salir de ese lugar. Para mi mala suerte era la última, es decir, primero tenía que esperar a los trescientos sesenta y tantos para que me llamen. Iba a recibir mi título, sí ese cartoncito con el que soñé desde que tengo uso de razón, pero en ese momento ya ni ganas tenía al imaginar que tú no estarías allí conmigo, me sentí mal. Quería que todo acabe pronto y salir del recinto. Cuando la desesperanza y la tristeza me mataban, llamaste. Ya estabas saliendo del trabajo. Yo volví a ser feliz. A los pocos minutos me dijiste que estabas afuera pero había tanta gente que no dejaban que ingrese nadie más, pero insistirías hasta que te permitiesen hacerlo.

Y después de más de dos horas, era mi turno. Mi familia y mis mejores amigos estaban allí, y dentro de la audiencia también estaba mi pesadilla. Imaginé que aún estarías en la enorme puerta de ingreso intentando entrar. Ni modo, a la salida te podría ver. Así que caminé hacia el estrado, lo hice lento y con precaución porque los tacos que llevaba puestos eran demasiado delgaditos pero todos luego entre risas me dijeron que yo juraba que era pasarela porque caminé alucinándome modelo. Al regresar a mi sitio, fue inevitable soltar una sonrisota llena de felicidad cuando leí tu mensaje. Habías logrado entrar y te instalaste en el segundo piso. Luego me confesaste que cuando viste que iba a recibir mi título, te emocionaste tanto que sentiste que tu corazón latió muy acelerado. Te sentías orgulloso porque lo había logrado.

Al salir, recibí los abrazos y felicitaciones de todos los seres que me quieren, quienes estuvieron presentes para presenciar ese momento importante de mi desarrollo personal. Fue riquísimo estar entre tus brazos cuando te acercaste a felicitarme. En medio del tumulto apareció mi pesadilla. ¡Genial! ¿Era acaso ese el lugar más oportuno para encontrarnos los tres? Semanas antes ella había dicho que yo andaba atrás tuyo. Con tu presencia en mi ceremonia, le demostraba que tú eras el interesado en mí. Fue interesante la figura, mi amiga que también la conocía, la saludó a propósito a lo lejos para que vea que estábamos allí. Tú la saludaste a las justas. Te la sabes todas. Yo la ignoré.

Fuimos a cenar y luego te invité para que hagamos un pequeño brindis en mi casa con mi amiga. Al día siguiente ustedes tenían que trabajar de modo que sería algo muy breve. Plan den diez y media de la noche fuimos a despedir en la agencia a mi amigo. Después mi amiga nos pidió que la acompañemos a otra agencia pues tenía que comprar unos pasajes. No recuerdo por qué pero empezamos a discutir. Encendiste un cigarrillo y te advirtieron que debías fumar fuera del local. Mientras tanto recibí una llamada del chico que estaba interesado en mí, con quien hace unas semanas estábamos saliendo, del que estuviste celoso en una fiesta a la que fuimos. Se ofreció recogerme de la agencia y aunque al inicio rechacé su oferta, fue muy insistente y llegó en su camioneta. Cuando te dije que él iría a recogernos, lo primero que me dejaste claro era que no pretendiera hacer que tú subas adelante junto con él. Yo me reí y te dije que no te preocupes, no lo haría. Además me dijiste que primero irías a tu casa. Lo pensé por un momento y era mejor así, de ese modo no tenía que invitarlo a él a celebrar junto con nosotros. Entonces él nos recogió, tú subiste atrás con mi amiga. Era evidente que él tenía intenciones de estar conmigo y quería hacer méritos. Me echó flores todo el camino, yo aproveché para reír mucho y aparentar que la pasaba muy bien con él. En realidad sólo quería darte celos.

Te dejamos en tu casa. Él nos dejó a mí y a mi amiga en la mía. Nosotras empezamos a tomar una botella que tenía coctel de leche. Cuando llegaste te ofrecí cerveza pero me dijiste que no porque te fastidiaba la garganta. Como sólo éramos tres y me dio pereza, ya no hice ningún coctel como inicialmente había pensado, entonces saqué el criminal pisco. Sí, ese que nos mató, el culpable de todo lo que se desató esa noche. Los minutos avanzaban, mi papá subió a dormir, mi hermana también y nos quedamos nosotros tres conversando y escuchando música. Mi amiga y yo tomábamos el coctel y contigo tomé el pisco puro. Esa mezcla me subió rapidísimo a la cabeza. Yo no acostumbro tomar y cuando lo hago tengo precaución. Sin embargo, esa noche había un motivo importante para celebrar, me sentía segura en mi casa y además estaba con ustedes dos. Mi amiga también se picó y empezó a contarnos algunos problemas que tenía con su pareja en el ámbito sexual. Ella se desfogó contando su malestar. Nosotros le aconsejamos e intentamos hablar con la mayor naturalidad del mundo pero igual era extraño. La verdad era que ya no estábamos y sólo habíamos intimado un par de veces. ¡Pero qué bien habíamos disfrutado esas dos veces!.

Me puse un par de pantuflas para estar más cómoda y por más que tenía frío, a propósito decidí quedarme con la falda puesta. A ti te encantaba cuando yo usaba falda. Crucé las piernas muy delicadamente, las subí encogidas sobre el mueble, poniendo un cojín encima, como quien no quiere la cosa y aparentando que lo hacía de forma casual. En realidad mi objetivo era provocarte, quería que me vuelvas a ver con ojos de deseo. Tú no te inmutabas. Seguías conversando, dándole consejos a mi amiga. Cuando pasaba por tu lado para ir a cambiar la música te tocaba el hombro o el rostro mientras seguíamos hablando. Hasta me atreví a darte un beso en la mejilla delante de ella. Mi amiga ya estaba picada pero tenía que irse para despertarse temprano a trabajar, así que pidió su taxi. Pensé que te irías junto con ella pues tú también tenías que trabajar, pero no lo hiciste.

Ella salió y nosotros nos quedamos tomando el pisco. Estaba puro, no lo mezclamos y se sentía fuerte. Nos fuimos acercando y fue ineludible besarnos. Fue delicioso, hace mucho tiempo que no sentía tus labios. Besas muy bien. Siguieron las caricias. Bueno no era raro, estábamos con trago, habíamos hablado de sexo las últimas dos horas, repasando la teoría, de modo que no era nada extraño estar allí con ganas de hacerlo. La única testigo de nuestra entrega era mi pobre gatita que nos veía detrás de la mampara, así que cerré las cortinas. Tenías el rostro caliente, nuestras respiraciones se agitaban cada vez más. Tu caballerosidad se quedó a un lado para dar pase al hombre audaz que llevas dentro. Los dos estábamos locos, nos deseábamos pero era la sala de mi casa y mi papá con mi hermana estaban en el segundo piso... ¿y qué? A ninguno de los dos le importó eso. Nos dejamos llevar, era más fuerte el deseo, la pasión y la entrega mutua que el respeto por la casa de familia, de MI familia. Un momento, ambos teníamos súper claro que la regla de oro en un encuentro íntimo era protegernos para no quedar embarazados. Te reclamé por no tener condones, tu justificación siempre era que no tenías una vida sexual activa por lo tanto no tenías por qué tenerlos (ese cuento no me lo tragué pero igual escuché tu defensa) ¿Entonces, lo dejamos de hacer?...La solución que sugerí: hacerlo por el único lugar por donde una no puede quedar embarazada. Apagué la luz. Para ti esa forma sería tu primera vez, para mí no. Aceptaste de inmediato, claro por un momento creíste que serías el primero con quien experimentaría eso pero supiste que no era así cuando te dije: "Espera, espera, déjame tomar valor porque si no duele mucho". Volteé y tomé de golpe un shot de pisco, teniéndote todo el momento atrás mío, ambos de rodillas sobre el mueble para dos personas. Lo que vino luego fue una experiencia maravillosa, y si bien es cierto antes ya lo había hecho, nada se comparaba a hacerlo contigo. Me entregué por completo, era placer con amor. ¡Lo máximo!. Te sentía feliz. Por tu respiración, la intensidad de tus caricias y tus besos supe que también lo estabas disfrutando. Pero el sonido de algo en el segundo piso no nos paralizó, sí, no nos paralizó porque ninguno atinó a separarse, o cubrirse. Fuimos los más sinvergüenzas. Sólo bajamos la velocidad de nuestros movimientos, volteamos a ver si alguien bajaba y cuando estuvimos seguros de que no era nadie, seguimos en lo nuestro. Me diste dos o tres orgasmos deliciosos. Puedo asegurar que fue la vez que más excitados estuvimos, no sé si era el exceso de alcohol o la adrenalina de hacerlo en mi sala con el temor de ser descubiertos o ambas cosas pero fue extraordinario.

Al terminar, me vestí y te llené de besos, mientras estabas sentado. Tú me correspondiste hasta que me detuve. Algo estaba mal, ¿Qué estaba pasando?. Ayyy no, no podía ser posible: iba a regresar todo lo que había cenado. Y ocurrió antes de que pudiera atinar a moverme e ir al baño que estaba a cinco metros. Por unos segundos casi muero de vergüenza contigo. Luego borré cassette. Por primera vez en mi vida borraba cassette y peor aún jamás había llegado a ese extremo. Luego me contaste que me ayudaste a limpiarme. Y mientras ibas a traer más papel, yo intenté ir a la cocina para tomar alguna infusión. Estaba en condiciones tan lamentables que rompí la taza y el plato. Mientras tú limpiabas el mueble, yo hacía mis averías en la cocina. Luego de eso intentamos hacerlo nuevamente pero me volvió a pasar lo mismo. ¡Qué afán el mío de ser tan Matapasiones! Tú también estabas mareado pero no tanto como yo. Dices que mientras ibas a traer papel para seguir limpiando me pediste que no me mueva. Sin embargo, en mi intento por "demostrarte" que estaba bien intenté caminar, mis piernas se enredaron y caí al piso. Eso te creí porque al día siguiente mis rodillas estaban moradas y me dolían. Definitivamente yo estaba peor de lo que alguna vez pudiste imaginar, así que me llevaste casi cargada a mi habitación que estaba en el segundo piso, a lado del dormitorio de mis padres. Me cuentas que cerré mi puerta con fuerza y se escuchó el estruendoso sonido de mi campana colgante tubular china. Estoy segura que poco faltó para que te orinaras de miedo pensando que mi papá podía ingresar en cualquier momento y encontrarte allí. También me cuentas que te pedí que te quedes y tú lo único que querías era asegurarte que me acueste a dormir e irte a tu casa. Está bien, fuiste osado en la sala pero tampoco querías abusar de tu buena suerte y arriesgarte a ser hombre muerto. Yo de verdad he borrado todo esto de mi memoria, sólo recuerdo vagamente ciertas partes que me cuentas. Y mientras yo me desvestía, te pedí que te quedaras conmigo esa noche. Tú prácticamente me suplicabas que ya me acueste para dormir, pero yo insistente, quedé totalmente desnuda y en mi borrachera te aseguraba que nadie se daría cuenta. Creo que a ti se te pasó la borrachera de tan sólo imaginar que mi papá te podía descubrir allí. Y lo único que atinaste a hacer fue llamar por cel a mi hermanita menor para que vaya a ayudarte. Todo suena tan cómico, pero así fue. Lograste meterme en mi cama pero yo insistía que tú también entres. Hasta que ella llegó y viéndome en ese estado, tú dices que los roles se cambiaron, ella pasó a ser la hermana enojada e indignada que le exigía con autoridad a la hermana mayor que "se comporte" mientras yo te seguía pidiendo que te quedes. Sólo ella pudo calmarme llamándome la atención. Cuando salieron vomité por tercera vez.

Bajaste a acomodar todo el desastre que hice. Así es, tuviste la paciencia de acomodar todo y no sólo eso, hasta limpiaste mis "gracias". Ella me dice: "Oye hermana no es por nada, pero ni yo que soy tu hermana hubiese limpiado todo lo que hiciste, mientras él lo hacía a mí me daba asco, se nota que te quiere". Y no te fuiste hasta dejar todo en orden, incluso te llevaste la bolsa con todo lo que habías limpiado para que no queden indicios de lo ocurrido. No querías que mi papá se dé cuenta de lo que yo había hecho. Te fuiste cerca de las cinco de la mañana.

Me desperté a las diez de la mañana porque mi hermana me llamó al cel. La cabeza me estallaba. Jamás había experimentado un dolor de cabeza tan intenso. En realidad me dolía todo el cuerpo y esa horrible sensación me duró casi todo el día. Pero bien dicen que después del gusto viene la pena. Mi hermana se burlaba de mí mientras yo insistía diciendo que yo no había vomitado. La verdad era que no recordaba nada y bastó voltear a ver el piso al costado izquierdo de mi cama y levemente vinieron ciertas escenas a mi memoria. Alcé la frasada y estaba completamente desnuda. La primera reacción que tuve fue ponerme la pijama que había dejado a lado de mi almohada. Te llamé, obviamente no habías ido a trabajar y te reíste mucho cuando te dije que había borrado cassette. Mientras morías de la risa, me contaste paso a paso todo lo que había hecho y dicho. Primero yo quería morir de vergüenza, luego pensé que ya con eso me habías conocido definitivamente en todos los ámbitos. Fue una experiencia inolvidable, salvo por la parte que perdí la memoria. De esa manera, escribíamos una página más de nuestra historia. Además habíamos hecho realidad una parte de nuestra canción "Yo no sé mañana" y desde ese momento en adelante cada vez que la escuchamos sabemos que no habremos pasado "De un café al sofá" pero sí del pisco al sofá. Dejamos la botella en dos dedos y esa fue la prueba del delito. Mi papá creyó que la habíamos tomado junto con mi amiga. Jamás imaginó ni imaginará que su hijita recién titulada, sí la flamante abogada había hecho tremenda gracia mientras él dormía plácidamente en su habitación.

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