Lo sé, nacemos siendo mujeres, incluso dentro del vientre de nuestras madres ya somos mujeres. Pero hay un afán en decir que ya somos unas Mujercitas cuando cumplimos quince años y la tradición exige que se haga una presentación especial ante la sociedad. Particularmente no tuve esa fiesta, preferí viajar. Es decir, técnicamente mis padres aún no me han presentado y la sociedad no sabe quién soy. Algo similar ocurre cuando se pierde la virginidad, despertamos esa parte dormida de nuestra sexualidad, otros dicen que perdemos la inocencia, pero al fin de cuentas ya somos Mujeres. Es gracioso se habla de esto como si recién por tener sexo una se consagrara y se convirtiese en Mujer.
Yo más bien pienso que dar el paso de iniciar una vida sexual, no es algo que deba tomarse a la ligera. Lo ideal sería estar preparada, tanto física, psiquica como emocionalmente. Pero en esta sociedad en la que vivimos, es difícil tener todo eso. En mi caso, mi madre me hablaba algunas cosas de la sexualidad, creo que ella pensaba que estaba haciendo un buen trabajo, sin embargo yo no sentía confianza como para contarle mis cosas. Es más, ella siempre me hablaba de lo importante que era que una mujer llegue virgen al matrimonio y recién inicie su vida sexual con su esposo. Supuestamente ella lo había hecho así, ahora ya siendo grande creo que no es verdad. Tampoco quisiera saber cuándo, ni cómo ni con quiénes lo hizo. Y aunque no estoy segura de si yo sería capaz de tener el grado de confianza como para contarle a mis hijos lo que estoy viviendo, al menos sé que seré más directa y sincera respecto a estos temas. Para empezar, creo que aunque me cueste, por el amor de madre, compraría condones, los tendría en casa como se usan las toallas higiénicas, es decir, se las coge cuando se las necesita.
Yo estudié en un colegio particular de mujeres. Y aunque no era de monjas, parecía, era realmente muy católico. La directora y profesoras nos hablaban en los mismos términos. Hablar de sexo entre nosotras era un tabú. Si hablábamos algo con mis mejores amigas era una cosa muy sutil, muy suave. Terminé el cole a los dieciseis años creyendo que todas, o al menos, la gran mayoría de mis compañeras eran vírgenes. Tenía la firme convicción de llegar virgen hasta el matrimonio. Y sólo en caso muy remoto, tendría relaciones si estaba muy enamorada y segura de que me casaría con ese hombre. El tiempo, la experiencia ni la vida me dieron la razón.
La formación que tuve en casa no permitía que lleguen amigos hombres a verme o que entren a la sala. Enamorados no tuve, quería que todo ocurra dentro de las mejores condiciones, entonces ninguno era suficiente, siempre le encontraba defectos. Hasta que después de unos meses que terminé el cole, conocí a este chico. Era once años mayor que yo. Físicamente no era nada agraciado, tenía una facha muy coloquial, era extrovertido, le gustaba llamar la atención. Era casi un rebelde sin causa. Cuando lo conocí no me gustó para nada, le vi las fachas de pies a cabeza y dije en mi mente: "Jamás estaría con un tipo como él". Él empezó a molestarme y a mi me cayó super mal. Como no vivíamos en la misma ciudad, sino a nueve horas de distancia, nos hicimos amigos por el msn. Me decía cosas lindas, me halagaba mucho y me empezó a gustar pasar horas de horas chateando con él. Me emocionaba leer algún correo suyo y poco a poco me fue conquistando. Esta fue la primera vez que me cayó lo que escupí al cielo.
Y contra todo pronóstico iniciamos una relación de enamorados luego de ser amigos algo de cuatro meses. Yo estaba contenta. Y lo extrañaba muchísimo. Se dio la oportunidad de ir a un congreso de mi carrera en su ciudad. Convencí a mi mejor amiga para que viaje conmigo. No disponíamos de mucho dinero pero igual ella no me dejó ir sola. Cuando él supo que viajaba estuvo contento con la idea. Quedó en que pagaría el hotel donde nos quedaríamos con mi amiga, de ese modo yo no gastaría en eso. Yo estaba muy emocionada, sería mi primer enamorado aunque no mi primer beso. Cuando llegué, él me esperaba en la agencia con su amigo, el muy tonto me saludó con un beso en la mejilla como si fuésemos patas. En realidad su amigo, tampoco sabía que habíamos iniciado una relación. Me dio cólera. Al llegar al hotel, subimos adelante y mi amiga se quedó conversando con su amigo. Ya en la puerta, mientras la abría, volteó a darme un súper beso, muy apasionado, tosco a mi criterio. Me besó con mucha fuerza, yo estaba intentando hacer mi mejor trabajo como besadora. Luego estuvimos sobre la cama, no dejábamos de besarnos. No sé cuánto largo rato estuvimos así pero ya me dolían los labios. Definitivamente era muy tosco, me causaba daño con sus dientes. Ahora pienso que ese hombre estaba aguantado. Cuando mi amiga llegó le pedí que entrara ella primero a bañarse. Ella casi muere cuando se dio cuenta que había una cucaracha en el baño. En mi tontera no me había importado nada. En realidad el lugar era horrible, la habitación era fea, los colchones una desgracia, era un hotelucho de mala muerte. Y ese tonto que ya trabajaba no tuvo la decencia de llevarme a algo mejor y yo no tuve las agallas para exigirle que lo haga. Era recién una universitaria inexperta, salida recién del cole, él era un hombre que bordeaba los treinta.
Por la noche fuimos a casa de su amigo. Tomamos, comimos unos snacks. En ese momento su amigo se enteró que estábamos porque vio que nos besamos. Él se alegró. Su pata empezó a afanar a mi pobre amiga. Ella estaba allí sólo porque me quería y no iba a dejarme sola. Y soportar a un tipo tan meloso como él, no le fue fácil. Ese pata quería tener algo con ella sí o sí. Ella hacía mil malabares para que no le robe ni un solo beso. Era cómico verlos pero para ella no era nada gracioso obviamente. Luego apagamos la luz, ya casi a las cinco de la mañana cuando ellos dormían nosotros tuvimos unos apasionados besos, él me tocó el trasero y para mi eso fue demasiado atrevimiento, me incomodé. Sin embargo, seguí besándolo. Seguramente asumí que ese era el comportamiento de una Mujer, ya no era una niña. Las canciones de Ricardo Arjona habían sido nuestra música de fondo toda la noche. Ahora tengo vagos recuerdos de ese viaje, sólo recuerdo que los días siguientes recibir los atrevidos besos por parte de él, para mi era demasiado aventurero. Estoy segura que a esa edad muchas chicas ya han vivido mucho más pero yo en ese entonces me sentía así.
Después de unas semanas él quiso venir a verme pero era todo un fresco y no tuvo reparos en pedirme hospedaje en mi casa para no gastar en hotel. Yo toda una Candy acepté. Les dije a mis papás que este chico era mi amigo, ellos ya lo habían visto antes y les pedí permiso para que se quedara en casa pues era parte de la organización juvenil a la cual yo pertenecía y sabían que a veces hacíamos Operación Amigo para recibir a alguien en casa. Ellos no tenían la más remota idea que su retoño, su hijita adorada estaba planeando meter al enamorado a su casa ¡Pobres mis padres! no recuerdo cuántos días se quedó, creo que dos o tres. Él dormía en mi habitación y yo en otra con mi hermana. Recuerdo que al día siguiente mientras mis papás estaban en el primer piso para desayunar; yo me desperté, llevaba puesta una bata que me llegaba a las rodillas. Cuando fui a despertarlo para bajar a tomar desayuno, él me besó apasionadamente, me llevó entre besos al baño que estaba cerca, y no le importó levantarme la bata y tocarme el trasero. Yo le pedí que paremos porque me moría de miedo de que nos encuentren allí mis padres. Era curioso, yo estaba estudiando derecho y como toda estudiante de leyes sabía que una persona mayor de edad no debía tener relaciones sexuales con una menor, y sólo por ese ímpetu de respetar las leyes yo no permití que pase algo más. Sin embargo, una noche del día domingo nos quedamos en casa mientras mis papás salieron a visitar a mi abue. Estuvimos en mi dormitorio, él me besó con más intensidad, obviamente él sabía lo que hacía. Teníamos la luz apagada y me pidió que me desvistiera yo le dije que no quería que pase nada más, él me insistió hasta que accedí con la condición de que ambos nos quedaríamos al menos en ropa interior para que no pase nada más. La idea de tener relaciones y quedar embarazada me aterraba. Él aceptó, minutos más tarde como estábamos tan excitados, él prefirió ponerse un short para no mancharme, yo creí que ese era un gesto amable de su parte, ahora que lo pienso siento que fue demasiado lejos. En realidad este tipo no era nada caballero, no tenía mayor respeto hacia mí, pero qué más podía esperar de una persona como él. Al rato llegaron mis papás, lo supe por el sonido del auto, me acerqué a la ventana y efectivamente estaban abriendo el portón de la cochera. Nos vestimos más rápido que volando cual si hubiésemos visto algún espectro, no era para menos, si mis padres nos encontraban o sospechaban algo no quiero ni imaginar todo lo que hubiese podido ocurrir.
Meses después cumplí los ansiados dieciocho años, semanas antes yo le había pedido que viniera pero él no quería, ponía mil pretextos, principalmente económicos. Yo tontamente le creía. Recuerdo que en un impulso de esos que tenía por verlo a como dé lugar, le pedí que viniese y que si tenía problemas económicos yo le podía pagar los pasajes. En ese tiempo conseguir cincuenta soles era para mí todo un mundo, pero lo hice. Él aceptó cuando le dije que ya estaba preparada para hacerlo, al fin tenía mayoría de edad. Y éste ni corto ni perezoso no dudó en venir sabiendo que tendría sexo y pasajes pagados. Ahora que lo recuerdo me da rabia.
Naturalmente mi sueño de llegar vírgen al matrimonio ya estaba en su funeral, camino a ser enterrado junto con mis valores de dama católica. Pensé que estaba enamorada y que no sería tan grave hacerlo con quien quería tanto. Hasta ahora recuerdo esa tarde lluviosa y friolenta de un trece de noviembre del año dos mil dos. Llevaba puesto un jean azul marca Milk, un polo blanco de hilo que me encantaba, la casaca de mi promoción de colegio y mis zapatos negros. Entonces llegué al hostal que yo misma había buscado que sea cómodo para que él pudiera quedarse. Tenía miedo, pero había conseguido bastante información en internet, algunas personas allegadas a mí me habían contado de sus primeras experiencias sexuales y definitivamente el mayor miedo era quedar embarazada. Me hablaron del dolor y aunque me moría de nervios, allí estaba. El hostal no era la gran cosa, él estaba en el segundo piso en una habitación alfombrada. Cuando llegué, él se puso detrás de la puerta porque estaba desnudo, esa costumbre tenía, luego se metía a la cama para abrigarse, pero jamás se acostaba con pijama, a lo mucho con un polo. Pude ver su desorden, su ropa por toda la habitación denotaban descuido. No me gustaba eso de él.
En esa ocasión tuve mi primer encuentro real con un condón. Alguna vez había visto el empaque o a lo mucho en alguna clase de Ciencias Naturales cuando la profesora nos enseñó cúal era la forma correcta para que el hombre se coloque el condón. Entonces después de los besos y las caricias, llegó el momento. Yo estaba excitada pero al mismo tiempo el miedo estaba presente en todo mi ser. Él me preguntó si ya estaba lista, yo asentí afirmativamente. Entonces intentó ingresar, me dolió demasiado, no entendía cómo es que pretendía ingresar si yo sentía que allí abajo estaba muy estrecho. Insistió una vez más, yo volví a experimentar dolor. Una más, yo no podía, mis lágrimas caían pero de dolor, él se retiró y me dijo que si no se podía no había problema. Yo me sentí muy frustrada. Él me tuvo paciencia, me abrazó, me besó con ternura y me dijo que no me sintiera mal, que no había problema. Después de un rato lo volvimos a intentar pero esta vez sin condón, yo usaba píldoras anticonceptivas por un problema en los ovarios pero aún así estaba traumada de pensar que podía embarazarme. Entonces, una vez más dolor, más lágrimas, no veía para nada la parte divertida ni agradable. Él fue despacio, lento para evitar que el dolor sea muy intenso, hasta que al fin entró. Lo demás fue lo que ocurre comúnmente, con la diferencia de que mientras él lo disfrutaba, a mí me dolía, no entendía cómo a la gente le podía gustar tener relaciones si era tan aburrido y doloroso para la mujer. El sonido de la fuerte lluvia le daba un fondo musical muy triste a ese momento que debió ser especial. Entonces por fin él terminó y para mí finalizó el martirio. Fui al baño y vi sangre, fue poca pero allí estaba diciendome adiós mi virginidad. Me dio pena no sé por qué. Tuve sentimientos encontrados. Por un lado el hecho de haber hecho ya algo que hace una Mujer, al fin era Mujer de verdad; por otro la culpa de estar defraudando a mis padres. Más tarde me despedí de él y salí en plena lluvia camino a casa, las piernas me dolían, tenía la impresión de que estaban un poco más abiertas de lo normal, en realidad no las podía cerrar como normalmente hacía, tenía aún dolor en mi vagina y me invadió el miedo al pensar que por ese detalle todo mundo se podía dar cuenta de que ya no era virgen. Llegué a casa y me sentí súper mal, ya no era la misma que había salido unas horas antes, la culpa me azotaba. Vi a mis padres y quise llorar, recuerdo que me llamaron para cenar en familia como todas las noches. Aún recuerdo que habían preparado lomito saltado, uno de mis platos favoritos, pero yo no podía percibir placer al comer, me sentía una traidora con mi familia. No quería mirar a los ojos a mis padres porque pensaba que había hecho algo realmente malo y ellos no se merecían eso.
Semanas más tarde no recuerdo por qué motivo discutí con ese tipo, creo que hasta cortamos. Yo estaba destrozada. Me preguntaba para qué perdí la virginidad con un tipo como él, me sentí utilizada. Estaba sumada en la total tristeza y estaba dispuesta a contarle a mi madre lo ocurrido. Lamentablemente la relación con ella nunca fue de las mejores y yo ya sabía su punto de vista, así que intenté tantearla para saber hasta qué punto le podía contar lo ocurrido. Ella sin saber lo que me pasaba, seguía dando sus discursos de esperar hasta el matrimonio y todo ese rollo que yo ya conocía. Yo sólo lloraba, le pregunté si acaso una chica no podía tener relaciones con su enamorado por más que lo quisiera y estuviese enamorada Ella fue tajante y respondió negativamente. Su mente cerrada hizo que me sintiera más culpable aún y no paré de llorar. Ahora que lo pienso no sé si se dio cuenta o no quiso darse cuenta, lo cierto es que yo lloré con mucha tristeza y mi madre no pudo ser esa tarde mi amiga ni mi confidente. Estaba perdida, si le decía lo que había ocurrido era chica muerta. Así que decidí callarme y cargar con mi dolor, además yo era la que se había buscado todo eso en su afán de ser toda una Mujer.
Han pasado casi nueve años, es obvio que no soy la misma del ayer. Me da melancolía y tengo nostalgia cuando escribo este relato, no es para nada divertido. Probablemente sea una de las más tristes experiencias sexuales que he tenido, pero bueno una está aquí en este mundo para experimentar, equivocarse y aprender. No cabe la posibilidad de pretender creer que el pasado no existe. Si hay errores que se cometieron, pues ya ocurrieron. Ahora sólo tengo el presente, ni siquiera queda el futuro porque todo el tiempo lo único real es lo que ocurre, es decir, el presente. El pasado ya es parte de la historia. Y a veces dan ganas de arrepentirse de algunos exabruptos cometidos. Sin embargo, nada ocurre de casualidad, quizá metimos la pata pero de seguro que teníamos que hacerlo para aprender. Lo importante es evolucionar, está prohibido retroceder, venimos a este mundo para ser mejores personas y la vida es corta y eterna al mismo tiempo. Es corta porque sólo dura unos cuantos años siendo lo que ahora somos, pero es eterna porque después de ésta vendrá otra y antes que ésta estuvo otra.
Así que con un aire cargado de nostalgia, llego a la conclusión, así como se lo dije a una de mis lectoras seguidoras, que aún tenemos mucho por vivir y aprender, lo que ya vivimos es parte de la lección de la vida. Esperemos que pronto nuestro batracio evolucione a sapo y algún día a príncipie. Si no ocurre esa metamorfosis, esperamos conocer a otro que de frente tenga el status de príncipe. Mientras tanto seguiré viviendo con intensidad y agradeciendo haber despertado ese lado llamado Mujer. Ahora soy adulta, aunque aún me equivoco naturalmente pero vivo mi sexualidad con responsabilidad (aunque no parezca), sin hacerle daño a nadie y sé que como Mujer aún tengo una vida entera y un mundo enorme por descubrir.